En el primer año de Enrique Peña Nieto como Presidente de México, sobresalen los logros en el poder legislativo, no las políticas que el poder ejecutivo se ha propuesto para este sexenio.
Las encuestas, aunque son fotografías de un momento y tienen validez cortos periodos de tiempo, a lo largo de los años van mostrando tendencias. Desde 2004, las encuestas muestran que mientras PAN y PRD vayan unidos en competencia electoral, derrotan al PRI en Oaxaca.
Después de tres años de gobierno de Gabino Cué, a pesar del desgaste natural que ha tenido su administración, la encuesta “Oaxaca, evaluando a su gobierno” de Consulta Mitofsky, demuestra que el votante oaxaqueño considera que la opción es votar por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) o el Partido Revolucionario Institucional (PRI). El primero tiene una intención de voto de 27.6% y el segundo de 27.2%. Otros partidos, juntos, suman el 5.6%. El PAN tiene una preferencia del 10.4%, dato que termina por favorecer a los partidos que gobiernan actualmente.
Solo el 54% de los encuestados está “de acuerdo” en cómo ha gobernado Gabino Cué en Oaxaca, está por debajo del promedio nacional de gobernadores, 62.1%, pero no se debe dejar de lado que el gobernador inmediato para comparar al actual es Ulises Ruiz Ortiz (PRI).
El tercer año de Ruiz Ortiz ya estaba marcado por el 2006 y su violencia . En este sentido, Cué tiene un margen de maniobra para los tres años y la elección federal que le falta, algo que no tuvo su antecesor.
Puede ser que los problemas de fondo que tiene Oaxaca no se hayan resuelto y que el trabajo del gobierno se enfoque en infraestructura y programas sociales que permitan observar la diferencia entre dos gobiernos o -al menos- un mejor manejo de imagen de la administración gabinista.
Lo cierto es que el oaxaqueño tampoco se ha manifestado activamente en las calles o presionando a sus representantes políticos de forma organizada para exigir que problemas como la corrupción o la relación CNTE-Gobierno se resuelvan –como manifesté en mi artículo sobre la pasividad de la sociedad oaxaqueña.
En otras palabras, la estrategia del gobierno de Gabino Cué ha dado resultado, pues el objetivo de los grupos que lo apoyan es mantenerse en el poder y que las protestas estén en un nivel manejable o rango que no supere lo sucedido en años anteriores. Mientras no exista otro 2006, la ciudadanía pareciera indicar que está satisfecha con el gobierno, por ello los resultados que muestran que una alianza PAN-PRD derrota al PRI en Oaxaca.
Por supuesto, no se debe dejar de lado el 29.2% de los encuestados que no declara su intención de voto, el cual se dividirá entre blanquistas o nulistas, abstencionistas y voto independiente. A pesar de ello, los resultados, después de 3 años, son positivos o, al menos, rentables en el terreno electoral para Gabino Cué y los partidos que cogobiernan con él.
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NOTA: Una versión de este artículo se publicó en la revista Mujeres de diciembre 2013.
Las elecciones para elegir presidentes municipales y diputados locales en Oaxaca rompieron con el abstencionismos histórico en estos procesos, el “carro completo” del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y han presenciado el crecimiento del voto en blanco y nulo.
El PRI, partido hegemónico en Oaxaca hasta las elecciones de 2012, no ha logrado recuperar el terreno perdido en el proceso electoral que llevó al avance de la transición política por medio de una alternancia. Sus históricas victorias en elecciones intermedias, caracterizadas por ganar el 100% de los distritos electorales o una mayoría apabullante, son parte del pasado.
El proceso electoral 2013, que se debe comparar por categorías y modelo de elección con la del año 2007, ha sido un revés importante para el PRI. En 2007, ganó la mayoría de las diputaciones y presidencias municipales. Esta vez, se tiene que conformar con haber recuperado la capital de Oaxaca, pero solo con más de 500 votos de diferencia, lo cual muestra que los partidos de oposición, Partido Acción Nacional (PAN) y de la Revolución Democrática (PRD), han logrado alcanzar su voto duro y con un porcentaje más elevado de participación ciudadana podrán vencerlo.
A diferencia del proceso electoral del 2007, donde los partidos de oposición no lograron incrementar la participación ciudadana y perdieron los avances logrados en 2004 -cuando por primera vez participó Gabino Cué como candidato a Gobernador-, la oposición ha incrementado la intención de voto a su favor, obteniendo la mayoría de las diputaciones y ganando presidencias municipales que permiten mantener el escenario político surgido en 2012.
El PRI en 2013 sí ha tenido triunfos simbólicos, como es la ciudad capital, pero hasta en esa victoria la sombra del fraude electoral y los pocos votos de diferencia, solo señalan que puede ser derrotado en una elección intermedia, siempre y cuando salgan a votar los ciudadanos.
Una participación mayor al 50% de los electores con la combinación de una coalición electoral es favorable para la izquierda y derecha partidista en Oaxaca, pero a ello se debe sumar una nueva característica: un candidato y campaña que se diferencie en cultura política del PRI. Ese ha sido el error que ha cometido la oposición y por ello no ha logrado mantener la capital. Un indicativo de esta afirmación es el incremento del voto nulo en comparación con 2007.
En 2007 en la elección de presidente municipales se emitieron 871 mil 839 votos. Del total de votos, 14 mil 399 fueron votos nulos o blancos, o sea, el 1.65%. En este proceso 2013, se emitieron 920 mil 784 votos -según el PREP-; en este caso, 25 mil 612 votos fueron nulos o blanco, lo cual representa el 2.78% de la votación.
En comparación con los votos emitidos, el voto nulo no parece ser representativo, pero lo es en crecimiento. Comparando la votación del 2007 con la de este año se observa un crecimiento de 5.61%, el voto duro creció 77.87%, demostrando que se ha convertido en una opción de protesta y desencanto de los ciudadanos hacia los partidos políticos, no a la democracia, porque es el abstencionismo la forma de darle la espalda.
En el caso de la elección de diputados locales, la votación en 2007 fue de 875 mil 245 votos y hubo 34 mil 894 votos que representan el 3.99%. En este proceso electoral se emitieron un millón 250 mil 132 votos; de esos votos, 54 mil 540 votos fueron nulos, 4.36%.
El voto creció 42.38%, mientras que el voto nulo 56.30%. Al igual que en la elección de presidentes municipales, el voto nulo creció más que la votación total.
En resultados generales, el voto nulo o blanco logró afianzarse como protesta y opción en las urnas. Segundo, la coalición opositora logró ganar, por primera vez en la historia de Oaxaca, las elecciones intermedias. Tercero el PRI fue derrotado por primera vez, pero no perdió más posiciones que en 2012. Cuarto, la idea del voto como muestra del poder ciudadano creció entre los oaxaqueños al derrotar al abstencionismo.
La clase empresarial de Oaxaca no ha comprendido el proceso de transición política que se vive en el estado. Tampoco, la lógica de los partidos políticos. Han vuelto a salir derrotados en un proceso electoral local.
A inicios de año, los rumores que corrían en la prensa oaxaqueña venían de la clase empresarial. Hablaban de empresarios preocupados por lo social y de rostros “nuevos” que llegaban a oxigenar la política oaxaqueña. Al paso de los meses, los rostros de los empresarios comenzaron a desaparecer, igual de fugaces que su aparición.
Lo cierto es que un rumor en la prensa no es un hecho, o sea, no existe en la realidad del periodismo. También, es una costumbre: contratar periodistas u ofrecerles futuros si terminan gestando noticias que posicionen a una persona en determinados temas. Así lo hicieron los empresarios, por cualquiera de las vías, pero no les alcanzó para convertirse en realidad.
Con el paso de los procesos electorales, los empresarios de Oaxaca han desgastado su imagen intentando llegar al poder, aunque sea para ser candidatos. A pesar de lograr ser candidatos, las urnas les han dicho que no, o sea la ciudadanía. Véase el ejemplo de José Escobar, empresario ligado al PRI, cada proceso electoral que participa es derrotado, sea en las internas del partido o en las votaciones, en 2010 volvió a perder cuando intentaba ser diputado local. Igual es el caso de Oswaldo García Jarquín, quien se mueve entre la izquierda y derecha partidista, derrotado en 2010 por un político que no tiene ni un discurso que ofrecer y que solo lo expuso como un personaje que prefiere judicializar la política. También participaron Sergio Bello, expresidente de la Asociación de Hoteles y Moteles, así como dueños de gasolineras.
En este proceso electoral, varios empresarios gastaron en publicidad, se subieron a las redes sociales, hicieron su Asociación Civil o la desempolvaron, compraron portadas en revistas, gestaron rumores sobre su posible triunfo al interior de los partidos políticos y estos, terminaron por elegir a los mismos de siempre. Por supuesto, no faltó quien prefirió mostrar a sus empresas como marca, aunque en política se trata primero de las acciones del individuo.
¿Por qué han fallado? Primero, porque no han distinguido entre procesos internos y elecciones. El proceso de selección en cada partido político depende de los “usos y costumbres”, leyes no escritas, relaciones entre grupos de partido que garanticen competitividad en el proceso electoral. En el caso de la elección, el candidato debe ser rentable y no se debe perder tiempo en posicionar su imagen, ni limpiarla por el desgaste del proceso interno.
En procesos electorales con un margen corto de tiempo, haber posicionado la imagen de un empresario hubiera costado al menos la mitad del tiempo de la campaña. Por supuesto, con el inconveniente de que su pasado, poco conocido ante la ciudadanía, despertara escándalos atractivos para el votante, o sea, exponer su vida privada sin un parachoques.
En el caso del proceso interno, un candidato externo, como los empresarios, tendría que trabajar en el diálogo con los grupos de los partidos políticos para no dividir el voto duro o generar campañas de “brazos caídos”: no me salgo del partido, pero tampoco colaboro en el triunfo del candidato.
En estas elecciones, los empresarios se presentaron ante la opinión pública a pocos meses de iniciar formalmente las campañas, o sea, quedaron como oportunistas. Además, no presentaron propuestas, ni planes de gobierno innovadores que lograran distinguirles de los políticos profesionales.
Para colmo, utilizaron estereotipos de propaganda política cercana a los políticos. Nada logró hacer que se distinguieran como nuevos actores políticos, sí se distinguieron por seguir la lógica de los políticos profesionales.
Veremos si en un futuro compiten como candidatos independientes, ahora que la ley lo permite y solo se está a la espera de la regulación correspondiente.
Nota: Publicado en la revista Mujeres del mes de Julio.