Si en México uno de los deportes favoritos de la política es la especulación, uno de los jugadores estelares es Estados Unidos.
Siempre se habla de complots e injerencias por parte del -todavía- país más poderoso del mundo en México. Por supuesto, los relatos de la política exterior norteamericana en América Latina durante la segunda parte del Siglo XX, solo sirven para alimentar la teoría de que los Estados Unidos mueven sus hilos al interior de la política interna de cada país. Nuestro país, por su ubicación geográfica es uno de esos países que vive la presión de los “gringos”.
El problema con las teorías de complot y el intervencionismo sin límites es que son complicados de verificar. Cuando surgen posibilidades de verificación, la interpretación de los datos siempre corre el riesgo de caer en los extremos que consideran que puede haber más detrás de esos papeles. Las suposiciones empiezan y las teorías “conspiradoras” comienzan.
Es cierto, ningún país que vea afectados sus intereses, régimen político o forma de vida de sus ciudadanos dejaría de intervenir en la política del país que le afecta. La diplomacia y la intervención son algo normal y más cuando se vive en un mundo globalizado. Los países actualmente hacen alianza contra otros países, ya no atacan con sus armas, pero sí con otros mecanismos que pueden cimentar la cultura que les favorece y erradicar aquella que les daña. Para ello están las concepciones económicas, política, religiosas y culturales. Una empresa internacional no solo crea empleos, también crea una cultura laboral y aspiraciones. En si misma, la democracia es una forma de vida que se protege de todas aquellas formas de vida que la hacen peligrar convirtiéndolas en democracia.
Los países también tienen agendas en común en los temas que los afectan por igual. Entiéndase que los países pertenecen a cadenas de asuntos y problemas que atraviesan fronteras y se convierten en lugares que pueden parar o romper esa cadena. A México no solo la migración lo une a Estados Unidos. De manera especial y negativa los une el tema de la seguridad, específicamente el narcotráfico.
El gobierno de Estados Unidos ha dicho reiteradamente que está de acuerdo con el trabajo que ha realizado en materia de combate al narcotráfico Felipe Calderón Hinojosa. Ninguno de los actuales candidatos con posibilidades reales de ganar la Presidencia de México se ha atrevido a contradecir los dichos del gobierno estadounidense. A lo más que llegan es en señalar que se pueden cubrir otros frentes para perfeccionar el combate, creo que esta es la postura de López Obrador.
Peña Nieto ha señalado que la estrategia no tiene objetivo, ni destino, la critica, pero no se atreve a decir que cambiará la estrategia. El candidato del PRI ya estuvo en Estados Unidos y ahí solo se atrevió a reconocer el esfuerzo de las fuerzas armadas. En materia de combate a los narcotráficos la influencia de Estados Unidos es decisiva en la política mexicana.
Estados Unidos está teniendo un peso fundamental en esta semana electoral en México al dar a conocer que está investigando a Tomás Yarrington por lavado de dinero y apoyo a los cárteles de la droga mexicana. Si el gobierno de México hubiera dado a conocer esta información, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) habría salido a decir que es un complot o una conspiración en su contra por encabezar las encuestas. No ha sido así, el gobierno de Estados Unidos y la prensa de ese país fueron quienes hicieron el anuncio y el PRI no pudo preparar el discurso que merecería el gobierno mexicano. El PRI no se atrevió a poner en tela de juicio el sistema político estadounidense. Ha tenido que salir a declarar que investigarán a Yarrington y Peña Nieto, ni lo conoce.
Estados Unidos con esta declaración ha influido en la elección del 2012, porque ha dado a conocer qué partido político tiene nexos con el narcotráfico por un militante. Con ello, ha confirmado los dichos de Acción Nacional (PAN) y los de la izquierda partidista. En otras palabras, ha evitado que Peña Nieto salga a descalificar a Josefina Vázquez Mota cuando dice que el PRI pactaría con los narcotraficantes, pues los priistas ni por asomo critican el sistema judicial estadounidense.
Por otra parte, confirma que el problema del narcotráfico no es de uno, sino de dos. Con ello, Estados Unidos, sin forzosamente intervenir violando las leyes mexicanos, manda la señal que prefiere un gobernante que respalde su estrategia contra el narcotráfico y que no tenga nexos con los cárteles.
Más allá de las ideas de complot o el intervencionismo de espías de ciencia ficción, la política exterior de los países intenta influir en la política nacional de un país de manera legal y pública para tener la mayor cobertura en estos medios.
Estados Unidos, sin quererlo o queriéndolo, ha ayudado a la izquierda y derecha partidista al señalar en donde están los políticos coludidos con los cárteles de la droga. Son tiempos de globalización, esta situación es normal en la política exterior y escandalosa para la política mexicana. El PRI no tiene como cubrirse de este hecho, solo callándose y dejando que pase el tiempo.
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