Las elecciones para Presidente de México 2012 son un quiebre en la transición política y avance de la democracia en México.
Por más que se intente justificar o matizar el regreso del Partido Revolucionario Institucional (PRI), no se puede soslayar que las fuerzas democráticas, fueran de derecha o izquierda, solo lograron mantener el poder ejecutivo 12 años. Nunca lograron gobernar el poder legislativo y los gobiernos de los estados han vivido variopintas transiciones que muestran la debilidad del proceso más que los logros de los partidos políticos que conformaron desde mediados de los ochenta el frente pro-democrático.
Aunque la lista es interminable y la respuesta siempre incompleta, por todo lo que se puede anexar, es necesario preguntarse ¿Qué deja el regreso del PRI a la Presidencia de México?
1. Al interior del PRI. El ala autoritaria neoliberal se logró imponer sobre el ala autoritaria “nacional revolucionaria” que poco a poco abandonó el partido para sumarse a Andrés Manuel López Obrador, véase a Manuel Bartlett.
El grupo “neoliberal” del PRI ha gobernado México en los sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado (1982 – 1989), Carlos Salinas de Gortari (1989 – 1994) y Ernesto Zedillo Ponce de León (1994 – 2000). Enrique Peña Nieto, mantiene la misma doctrina económica que los tres últimos presidentes priistas, pero también, por el gobierno que realizó en el Estado de México, la violación sistemática y de “baja intensidad” de los Derechos Humanos que los tres gobiernos mantuvieron.
Si se busca comparar el Gobierno de Peña Nieto con uno de los tres gobiernos, el encabezado por Salinas de Gortari es el más cercano a lo que vimos en su mandato en el EDOMEX. Peña Nieto es la figura de su gobierno, algo que no fue Zedillo; nadie ve en él, la cabeza pensante del proyecto, la responsabilidad económica está en Luis Videgarray; Peña Nieto, es al igual que Salinas, la imagen de un “éxito” anunciado, el fracaso son despidos y persecuciones de allegados, cuando sea necesario. En otras palabras, el triunfo de Peña Nieto es el triunfo del PRI de siempre, el autoritario, en su variante neoliberal.
2. Las izquierdas definidas. Aunque se puede pensar en “división”, “encono”, “disputa” y otros términos que explican la “ruptura” entre el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y su figura más conocida de finales de la primera década del Siglo XXI, Andrés Manuel López Obrador, derrotado en dos procesos electorales para Presidente de México, sería erróneo quedarnos en esta visión.
El proceso del 2012 ha permitido que la izquierda partidista por fin termine un largo proceso de definición al interior de los partidos políticos que la conforman. Pensar en que la izquierda partidista se transforma en izquierdas partidistas por las siglas políticas es un error, pues dos visiones de izquierda convivían al interior del PRD y Movimiento Ciudadano.
Por un lado, la visión clásica de la izquierda partidista, identificada con el nacionalismo revolucionario que heredó del PRI y su estructura “movimiento-partido” que basa sus triunfos y fracasos en un líder y la aparición de la masa. Por el otro, una izquierda que apuesta a convertirse en la versión mexicana de la “Izquierda Europea” que ha logrado gobernar varios países y que defiende los derechos postmateriales. Ninguna de las visiones ha puesto atención en la corrupción.
El proceso electoral y su resultado ha permitido que el espectro de izquierda crezca en definiciones y segmentaciones, los cuales no muestran una división o pleito, si no la llegada de claridad entre los habitantes de este espectro político. La izquierda clásica con AMLO; la izquierda que aspira a lo “moderno” en el PRD.
3. El PAN, reinventarse o reencontrarse. Acción Nacional es el partido que más perdió en las elecciones del 2012. Por el momento, no se observa a un partido político convencido del diagnóstico del proceso electoral. Navegar entre la idea de “reinventarse” o “reencontrarse” como partido no ha favorecido su plataforma política actual. Las palabras que guían el debate, muestran dos claras corrientes que se disputan el partido en su agenda programática y de cara al futuro del partido político en este sexenio.
4. La ciudadanía. ¿Qué entender por ella? Es la cuestión que hoy debe mover a los interesados en la política mexicana. Primero, porque el término como tal acarrea una definición legal que permite englobar a todos aquellos que cumplen 18 años de edad, pueden ejercer el voto al gozar de libertad y uso de la razón, pero no implica la práctica.
Es necesario que de la práctica de ejercer el derecho al voto se separe aquella que tiene como objetivo la reproducción de la cultura autoritaria, la venta del voto. La práctica de razonar el voto y emitirlo por una apuesta que convenza por sus propuestas y debates que genere en nosotros y con otros, sea vista como el inicio de la ciudadanía “activa”, aunque sea pleonasmo, pues es en ella donde reside la democracia y no en cualquier persona que aprovecha las instituciones democráticas para socavar la libertad política.
Por supuesto, la ciudadanía “activa” no debe entenderse como un todo “ homogéneo”, sino como una heterogeneidad donde prácticas autoritarias siguen existiendo y se buscan legitimar bajo la idea de que todo “movimiento social” es bueno o por luchar por causas consideradas “justas” tiene el derecho a violar los derechos de terceros, es en esta delgada línea donde se mueve el #YoSoy132.
Aunque hacen faltas diversos tópicos que ha dejado el triunfo del PRI, las obvias están enumeradas. Por supuesto, el regreso del PRI, la más obvia de todas, es una muestra de que la cultura democrática todavía no ha arraigado en los mexicanos, ni en sus instituciones.
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