OAXACA, México.- Se anuncia como un “ensayo antiestelar” el round 3 de la “colección versus”: Heriberto Yépez contra la Tele-Visión. En la cual el autor presenta dos breves problemáticas que considera se están viviendo en la actualidad. No hay nada despreciable en este ensayo, invita a la reflexión con un humor que provoca risas irónicas y hasta, en una de esas cuestiones particulares, nos lleva a entender por qué está de moda la exageración en México.
El ensayo de Yépez en primera, para enfrentarse a su rival: la televisión mexicana, prepara el terreno filosófico para entender que la “Tele-visión” no sólo es una caja por la que salen imágenes y audio, sino el conector entre la época que ha seguido a la “Metafísica”, pero advierte que el momento histórico que estamos viviendo es una época de transición donde pareciera que todo está muriendo, pero que esto sólo es síntoma de que estamos a mitad del puente o caminando en el puente para llegar a la otra orilla y entrar en la era denominada por él como “Tele-física”.
Después de explicar la época que estamos viviendo va de lleno a una crítica fuerte sobre la televisión en México y lo que ha provocado en los mexicanos. Esta parte, sin duda, recuerda mucho a la larga tradición de ensayistas mexicanos que han escrito sobre la mexicanidad. Vamos por partes.
Tele-física y Tele-visión
La primera parte del texto de Heriberto Yépez es un tanto complicada de leer, requiere paciencia, por todos los conceptos que maneja y que no son de uso cotidiano, pero nos prepara para una segunda parte realmente llena de chispa literaria.
Para Yépez lo que importa en la actualidad es el “ahora”, pero este “ahora” no estás en nuestra vida cotidiana, lo que hacemos, sino en lo que vemos, en las imágenes de un ahora que está lejos, pero no inalcanzable. Esta es la principal diferencia de lo metafísico, donde el más allá se encontraba en otro lugar inalcanzable, pero con lo “Telefísico” la cuestión es que lo inalcanzable se vuelve alcanzable porque estamos viviendo las imágenes de algo que sucede lejos de nuestras vidas cotidianas, pero que puede ser nuestra vida cotidiana.
La característica de nuestro ahora, según Yépez, es que hemos dado un paso hacia tras en nuestra vida para poder ver la vida que queremos y no tenemos, permitiendo que escapemos de los problemas que nos atormentan en nuestro contexto, pero que podemos llegar a tener. La trascendencia es aquí, ya no en otro lugar fuera de este mundo, como planteaba la metafísica.
“La motivación de lo telefísico es que el actual estado-de-cosas (para quedar inalterado) se vuelve nuestro más allá. Para que esta teleología se consiga es necesario dejar de identificar cuál es el actual estado – de-cosas y, una vez apagada dicha conciencia, hacerlo reaparecer no ya como realidad imperante, sino como un objeto deseable (p. 13)”.
Deseamos la fama, el espectáculo, a los artistas, a todo aquello que podemos ver como imagen, porque si lo es, es real, no hay algo falso en una imagen, si está en la tele es real, está allí, lejos de aquí, pero existe, porque es imagen y se proyecta para que lo veamos. Esto es precisamente lo “distante-accesible” porque está en otro lugar, época, clase, genero, cultura, pero alcanzable y si todo es imagen, la idea es pasado, lo de hoy es el “signo”.
Por ello es que Tele-visión no sólo es el aparato electrónico y los canales donde se pasan noticias, espectáculos y anuncios. Sino también es obsesión por el hoy, apartarse de nuestro contexto: “la televisión es la visión que tienen los separados-del-Ser (p. 15)”.
Heriberto Yépez considera que la “tele-visión” es el puente concreto entre la era que se va, la metafísica, y la época que llega, la tele-física.
Pero la tele-visión también es una distinción entre los puntos de la distancia hoy, saber quienes son los espectadores y quienes los artistas, los gobernantes y los gobernandos, los que viven esa vida que se anhela desde el sillón y los que están en el sillón, viendo todo por la “pantalla”. Lo importante es el show que se atestigua y el “look” que se anhela.
El autor considera que estamos viviendo una relación Sancho – Don Quijote, en el que el primero no reconoce que alimenta las locuras del segundo. Para que exista el espectáculo necesitamos consumidores; para seguir produciendo imágenes, se necesita quien vea esas imágenes.
No estamos en la época tele-física, considera Yépez, porque no se puede salir de las imágenes ya que no hemos estado en ellas, ya que estas son ilusiones que el mismo hombre ha construido de lo que anhela -y teme-. Para el autor, este es el problema de la época telefísica, ya que no puede cumplirse, pero se prolonga su autoengaño y nos conduce a ser hombres de “necedad pura”, característica del hombre telefísico. Pensar que hay barreras que no se pueden superar es falso, ya que son todas imágenes que se han puesto por medio de la tele-visión, todo se puede superar, mientras se materialice.
Contra Mass-Co-Media
Para Yépez, el mexicano ha vivido con sumisión toda la historia: “A nuestro actual estado psicohistórico llegamos debido a la sumisión de grandes capas de la población durante la era pehispánica, la colonia española y la Segunda Conquista (estadunidense) (p. 33)”.
Lo único que ha aprendido el mexicano es a obedecer y pensar en unidad es un mito, ya que para el autor la experiencia histórica de millones de mexicanos ha sido negada todo el tiempo. Siempre se ha construido la historia del vencedor y la del vencido ha servido para prolongar la imagen de Sancho como víctima del Quijote, pero donde el primero alimenta los abusos del segundo. ¿somos masoquista?
Lo que hoy se expone y reina en la mexicanidad es la “lastimosa verguenza” de frustrarse generación tras generación que ha conducido a las grande capas sociales a mantenerse en el refugio del status quo como meta deseada. O sea, sino puedes aspirar a más, lo importante es que no caigas en desgracia.
El mismo mexicano ha creado todo un discurso para justificar su mediocridad, ya que si se pasa la puerta, se sube de escalón, se está con el enemigo, con el opresor de todas las épocas y hemos traicionado al pueblo “bueno”, lo mejor es el status quo, no se pierde amigos y el enemigo es del siempre. “Es entonces que el ser-oprimido se idealiza( p.35)”.
El “opresor” no sólo es el enemigo, sino que ya no importa en México, ha triunfado el oprimido y su forma de venganza, sin daño real, pero sí espectacular. Si el “opresor” es progreso, que ¡viva! la tradición, la identidad y el “triunfalismo del despreciado (p. 36)”.
La tele-física mexicana tiene como triunfador al “oprimido” y por medio de la tele-visión, de la cultura popular mediática, ha hecho verdadero el discurso del oprimido que tiene que luchar contra el opresor, al cual vence al final del camino, pero sólo en la imagen del más allá alcanzable, aunque el más acá sea un status quo que no se puede tracionar: la telenovela, la parodia política, la señorita Laura, el populista, el Chavo del Ocho.
La tele-visión mexicana ha ensalzado la jodides y al pobre como síntoma de algo bueno y a las clases pudientes como lo despreciable. Pero ¿qué pasa si el rico se vuelve neto, cool, chingüengüenchón? Para Heriberto Yépez hemos llegado a esa época.
Nuestra transición política ha tenido como consecuencia que se siga exaltando el “Elogio del Jodido”, de allí que Andrés Manuel López Obrador y los políticos asistencialistas sigan teniendo tanto raiting entre las capas de la sociedad. Pero lo más grave no es esto, sino el hecho de que el Sancho y el Quijote se parodien y autoparodien. En este sentido, el gobierno es parte del show burlesco, del espectáculo.
En efecto, ya para Yépez, el autoritarismo priista cayó a inicios del siglo XX, pero no asumió el poder un nuevo partido (Acción Nacional con Vicente Fox), sino las televisoras, los mass media. Allí sigue el poder, la verdadera dictadura perfecta, el bipartidimos hegemónico: Tv Azteca y Televisa.
Es muy cierto, por años el mexicano pensó que lo peor del mundo era Televisa, pero apareció Tv Azteca y demostró que hay cosas peores, pues nada más antidemocrático que unos encapuchados tomando un Canal 40, porque no pudo respetar los caminos de la justicia institucional. Ojo por Ojo en plena época de transición democrática. Nada como una televisora que en vez de promover la democracia se dedica a exaltar lo que se pensaba ya exaltado del show de Televisa: De nosotros los pobres, María Mercedes, Güicho Domínguez (Televisa) a Ciudad Desnuda, Los Sánchez, la Señorita Laura, etc.
Hay que agregar, como bien apunta Yépez: “las nuevas estrellas, gracias a la interactividad de sus concursos en busca de las nuevas figuras -Big Brother a La Academia- provienen ‘dircatamente’ del Pueblo. Las televisoras quieren dejar claro que su único aliado incondicional son las peores expectativas de Los de Abajo (p. 43)”.
Lo lamentable y preocupante es que las televisoras son los nuevos jueces del México en instauración democrática, ahora lo más sencillo es criticar al presidente, a los políticos a nivel nacional, ya que a nivel local los virreyes siguen teniendo el control de todo, sí alguien se atreve a defender al ejecutivo es un orgánico. En la actualidad se aplaude lo que las televisoras aplauden: Teletón y Juguetón. Se critica y pendejea lo que las televisoras ordenan, señalan. Por supuesto, el pueblo siempre es inocente y víctima de los poderosos.
En México está de moda ser naco, Yépez lo comprueba al demostrar que el rico también puede ser cool y cada vez alucina más por la musica grupera, ¡la más perrona!, y todo aquello que se pueda exagerar, o sea, que nos permita ser un show ambulante, ser parte del espectáculo. El rock mexicano cada día suena más a música de banda y estos ya le saben al pop, la niña fresa ya escucha al Recodo:
“La Neta, como parte del populismo mass-co-mediático, muestra la indisoluble unión de lo fresa y lo vulgar, lo high y lo chalán, lo quijótico y lo sánchico; muestra nuestra versión cultural de lo que abstractamente hemos llamado el co-control, el poder – peón (p. 56)”.
Esta época es de los mediocres “no hay proyecto de superación. A lo que se aspira es a la exhibición orgullosa de la flojera, el cagapalismo o la ignorancia”. Aunque el análisis de Yépez puede ser acusado de exagerado y pesimista, no hay mayor prueba que la Guerra del Narcotráfico y el gobierno federal, ya que todo al margen de la ley está siendo aplaudido, si se chinga tal cártel a los militares, los de los huevos son los narcos, unos cabrones, chingones, ¡La-Neta-carnales!
Lamentablemente el ensayo de Yépez no tiene un espacio amplio para las alternativas, sólo llega a una general conclusión para salir del hoy en el que estamos con la Tele-visión: “La sabiduría tendrá que ser restablecida. Terminará la televida. Seremos nuevamente un proceso más de la Tierra (p. 59)”. ¿sonó a New Age? ¿izquierda vegetariana? ¿destruir para construir? ¡Plop!
Yépez, Heriberto (2008). Contra La Tele-Visión. Colección Versus. México: Tumbona Ediciones.
NOTA: Publicado en ADNsureste.info el 14 de enero de 2011.
Deja una respuesta