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La muerte de Heriberto Lazcano Lazcano, alias El Lazca, termina con la historia del asesinato de Eduardo Moreira, hijo del exgobernador de Coahuila, Humberto Moreira.
Como en la mayoría de las historia de ficción creadas en el México del narcotráfico y la guerra que comenzara a inicios del sexenio de Felipe Calderón, el asesinato de El Lazca aparece en el imaginario colectivo como la historia de un narcocorrido que alimentará la cultura narcopop.
Si el corrido “El Jefe de Jefes” de los Tigres del Norte sonó en el acústico que grabó MTV, nadie dude que en un futuro el corrido que narre la muerte de El Lazca esté en un acústico o en una millonaria producción hollywoodense que llene los “malls” y salas de cinépolis, nuestra capital del cine comercial en una época donde la violencia solo sea recuerdo y aprendizaje.
La historia está repleta de trascendidos. Además, el modo en que la muerte de Eduardo Moreira y Heriberto Lazcano se han conectado, engarzado por el tiempo y las circunstancias, permite alimentar los relatos populares, la desconfianza y el patrón de pensamiento sobre cómo se resuelven las “cosas” en México. La política ficción, diría el expresidente Carlos Salinas de Gortari, en todo su esplendor.
Lydia Cacho, periodista perseguida por exgobernadores del Partido Revolucionario Institucional (PRI), apuntaba en su artículo “Sí a la viuda de Moreira Jr.” que el asesinato demostraba el funcionamiento correcto del sistema de seguridad y justicia, pues fueron pocos los días que necesitó la autoridad para investigar, atar cabos sueltos, detener, interrogar y sacar conclusiones del móvil del asesinato.
No hay detalles específicos sobre el asesinato de Moreira Jr, sólo los generales que confirman al cartel de Los Zetas como actor intelectual del asesinato.
Después, vino el dolor de la familia y los pleitos políticos entre consanguíneos, una reunión entre los hermanos Moreira, peleados por los trascendidos de los medios de comunicación, con el gobierno federal, cada uno por su lado y sin cruzarse. La viuda regurgitó su dolor ante el gobernador de Coahuila en su second life, gritó lo callado, confirmó, sin confirmar, los rumores.
Ciento cuarenta caracteres bastaron para que el relato de los trascendidos tuviera base en el libro de los “complós” del país y de la especulación sobre la vida política. Las leyendas populares tienen una nueva página gloriosa llena de los componentes de una telenovela pop-era producida por Televisa.
Pensar que la justicia estaba hecha en el caso Moreira, era un error. La investigación y detención efectiva de los involucrados no bastó. Nunca basta con el asesino material, la venganza -la justicia- se produce con el asesino intelectual.
El político mexicano heredero del régimen autoritario priistas entre sus características básicas localiza la demostración del poder que ostenta. Ojo por ojo, diente por diente.
El gobierno federal solo ha servido como “parachoques” de la movilización de los Moreira. El músculo del Partido Revolucionario Institucional (PRI) todavía es basto en esta época, se prefiere enfrentar al cártel más sanguinario de la época contemporánea del país, Los Zetas, antes que despertar la furia del dinosaurio autoritario que nadie a terminado de matar.
Pero todo muestra de poder se debe de “encubrir” en lo que será la versión oficial. A “El Lazca” lo mataron por error, a Eduardo Moreira por orden de los malos.
En los divulgadores (Televisa y Tv Azteca) de la versión oficial nadie se cuestiona por qué los malos hoy tienen tanto poder. El que otorgó el poder está de luto y la costumbre dicta “respetar el duelo”, aunque en el fondo sea el verdadero culpable y su luto solo un daño colateral, una víctima más que se suma a los miles de muertos en Coahuila que han perdido la vida por culpa de Humberto Moreira.
¿Cómo llegó a ser un territorio donde reina la violencia Coahulia? ¿Cuando se convirtió en el territorio donde mandan un grupo fáctico que actua al margen de la ley del Estado e impone su ley?
La respuesta se obtiene en cualquier video que parodie a Sergio “El Bailador”, protagonizado por el doliente Humberto Moreira.
Todo baile necesita de dos, Moreira y el Z40, el sucesor de El Lazca, tienen pista para bailar el acústico del narcocorrido de la historia de Lalo y El Lazca. No es momento para el vertiginoso estilo del Chuntaro Style de mitin priista coahuilense.
El tiempo podrá convertir el narcocorrido en una narcocumbia, el presente solo para la venganza negra y la historia oficial ligera de las coincidencias y chiripazos de nuestras leales (¿a quiénes?) fuerzas militares.
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