Reflexiones sobre un decálogo por la democracia

Es urgente la Reforma Política en México / Foto tomada de quepazmexico.wordpress.com

OAXACA, Méx.- Felipe Calderón Hinojosa, mejor conocido como FCH o FECAL, ha dado a conocer un decálogo para reformar el sistema político mexicano. Los comentarios de los diversos grupos políticos no se han hecho esperar, como la respuesta de los grupos y/o organizaciones de la sociedad civil tampoco.
En primera instancia vale reflexionar de manera general que los 10 puntos que ha propuesto el presidente Calderón son simplemente la recolección de unas cuantas demandas que se vienen gestando desde la sociedad civil mexicana que encuentran sus inicios a principios de esta década.
Los puntos que propone el presidente de la República Mexicana son también parte de la llamada “Reforma del Estado” que ha sido propuesta desde diferentes intelectuales, organismos no gubernamentales, movimientos sociales y ciudadanos interesados en participar en la construcción de la democracia mexicana.
Ante esto, se puede afirmar que el decálogo que conforma la reforma política del Estado Mexicano nace de las demandas de la ciudadanía y va a ser respaldada desde la ciudadanía, por supuesto, la misma ciudadanía va a realizar una serie de críticas que intenten enriquecer la propuesta, pero de entrada las cuestiones que se proponen en los 10 puntos son argumentos a favor de la democracia que se demandan desde la sociedad civil sin que sean el fin de las demandas sociales.
No debe de sorprender que mientras la ciudadanía ha dado un respaldo a estos diez puntos, la clase política en su mayoría salga a tratar de desacreditar a la reforma, pues ninguno de los que integra actualmente a la sociedad política quiere perder la forma y fondo con que opera el sistema político mexicano, pues pone en riesgo las plataformas de los partidos políticos hacia el 2012. Es por ello normal, que el primero que ha salido a desacreditarla sea Enrique Peña Nieto, gobernador del Estado de México y posible candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la presidencia del país. Por su parte, la izquierda, que tiene en sus filas a uno de los políticos que ha señalado constantemente la Reforma del Estado como un paso que no se puede evitar para el México democrático del futuro, Porfirio Muñoz Ledo, vea en la propuesta de reforma cuestiones insuficientes para que México salga del atolladero en el que se encuentra, pero si en otros momentos se han propuesto cuestiones más avanzadas y ellos mismos las han denostado, puede ser que estas cuestiones que parecen mínimas puedan salir adelante. En cierto punto, el discurso del PRI viejo, señala que esto no va a pasar; el PRI minoritario por su parte, las ha saludado pero no se sabe que tanto pueda cabildear por ellas, la izquierda deja la puerta abierta con muchas críticas.
Se puede afirmar que la ciudadanía ve en esta propuesta de reforma política el resultado de una serie de protestas y presiones a la sociedad política desde inicios del siglo XXI. Ante ello se entiende que la ciudadanía vaya a jugar un papel importante para que esta reforma pueda tener éxito, pues son sus demandas, no de los partidos políticos. Este puede ser el punto más trascendental en el decálogo que ha dado a conocer el presidente de la República Mexicana. El hecho de que su propuesta no sea una cuestión que se haya inventado en los grupos de asesores que tiene, sino que simplemente estos grupos decidieron recuperar parte de la agenda ciudadana. Por ello afirmo que el decálogo es un inicio más nunca el fin de la transformación del Estado Mexicano, pero sí contempla hacer un cambio de fondo en la manera en que se accede y se ejercita el poder político en México. Si en otros textos he señalado que las propuestas para transformar al país simplemente eran de forma, o sea, que pintaban la pared pero nunca sanaban la estructura, ahora puedo afirmar que esta reforma política va hacia la estructura, no sólo a pintar la pared.

Pros y contras para el decálogo
Enseguida presento de manera breve algunos pros y contra que tiene el decálogo que ha presentado Felipe Calderón Hinojosa y que no es de él, sino de la de sociedad civil mexicana, considerando que este decálogo podrá tener éxito siempre y cuando participe de manera activa el ciudadano, no sólo generando la presión que será necesaria para que los legisladores la aprueben y no la terminen convirtiendo en un Frankenstein legislativo, sino participando en momentos posteriores para que no se pervierta.
Es precisamente la participación ciudadana en la sociedad civil el primero pro y contra que tiene el decálogo, pues si ha existido una observación generalizada por parte de intelectuales y académicos sobre la sociedad civil siempre ha sido negativa o simplemente ha sido nulificada de manera total. En las versiones más optimistas, se considera que la sociedad civil mexicana existe, pero que su grado de institucionalización es menor que al de movilización. En otras palabras, consideran que se moviliza demasiado, grita mucho, toma calles, se hace pública, se manifiesta, pero a la hora de buscar institucionalizar sus demandas, construir leyes, su grado de organización no le permite salir airosa en este objetivo. Otro grupo de intelectuales, muy proclives a una definición económica, elitista y/o mínima de la democracia consideran que esta –la sociedad civil- simplemente es una idea romántica de los demócratas radicales y que la influencia de la ciudadanía es mínima, porque para las presiones ciudadanas el tolete del sur y las desapariciones al estilo Oaxaca bastan. Ante esto, las decisiones quedan en manos del poder político, los representantes. Es muy cierto, el poder político puede estar actualmente en manos de los gobernantes, pero se puede presionar a estos, porque al fin de cuentas, son los representantes de los ciudadanos.
Durante este año se ha comprobado que la sociedad civil, parte activa de la sociedad mexicana, ha roto por completo con la sociedad política, conformada por políticos profesionales, gobernantes y partidos políticos, pues mientras la primera busca que se generen soluciones a los problemas que aquejan la realidad cotidiana, los políticos sólo han buscado solucionar de manera temporal, sin miras hacia el futuro, los problemas del país sin que se ponga en riesgo la manera en que se reparte el poder de la nación. Es en primera instancia el pro que tiene el decálogo, ser el inicio para reabrir el puente entre sociedad civil y sociedad política que se ha cerrado en México.
El decálogo para reformar el entramado político, propone que exista la posibilidad de castigar y premiar a aquellos representantes políticos que logren gobiernos eficaces y que den respuestas a las necesidades de la sociedad que gobiernan. Por ello la elección consecutiva de alcaldes y demás miembros del ayuntamiento intenta que el gobierno municipal esté más apegado a la realidad de lo que gobierna que a la simple administración de recursos pobres donde ya no se puede recaudar más o hacer que la gente se integre en cuestiones que atañen a todos por la poca o nula confianza que hay en los gobernantes. En las manifestaciones ciudadanas existe el grito “que se vayan todos” como un reclamo justo hacia una clase política que ha fallado, pero ahora se puede hacer efectiva al decidir que se vayan aquellos que no han tenido la capacidad para gobernar o que sólo han gobernado para un grupo y, a su vez, la posibilidad de diferenciar quién está trabajando bien y debe seguir en la administración del municipio. Premio y castigo, pero limitado por la constante verificación ciudadana. El factor en contra que tiene todo el decálogo y de manera importante la reelección, es que el voto duro de los partidos políticos es amplio y se necesita de una participación ciudadana fuerte para que los políticos no se eternicen en el poder y terminen desvirtuando la reelección. Además, considero importante que se amplíe la gama de organizaciones de la sociedad civil que estén revisando de manera constante los programas de gobierno que se están aplicando e informen a la ciudadanía en qué grado se han cumplido los objetivos que se plantea el gobierno y no sólo este le eche la culpa a la realidad.
Una cuestión positiva a favor de la reelección de los legisladores es el grado de profesionalización que se puede obtener en el poder legislativo y al mismo tiempo, verificar y premiar con otro periodo en este poder a aquellos legisladores que han hecho bien su trabajo, que no es pavimentar calles, sino permitir que las demandas de la ciudadanía se institucionalicen, o sea, se hagan leyes. El factor en contra que se puede apuntar es la balcanización del poder legislativo, donde los legisladores vean más por los intereses de la región a la que representan antes que ver por todo el país, pero estas cuestiones son algo que sucede en la actualidad: los diputados están en manos de los gobernadores o grupos fácticos a los que deben sus puestos. Por ello vuelvo a señalar, evitar estas negatividades no depende de los políticos sino de la sociedad civil.
Muy de la mano en las cuestiones que reforman al poder legislativo y que al mismo tiempo expanden la influencia de la ciudadanía en él, es el punto del decálogo que señala la figura de la iniciativa ciudadana, la cual se vuelve un mecanismo de participación para la sociedad civil en la propuesta de leyes que reformen al Estado Mexicano. Algo que nos pone en la idea de comprender que las leyes no se hacen para siempre, sino que en la democracia el entramado constitucional está en permanente construcción.
La propuesta sobre que aumente el mínimo de votos que necesita un partido político para conservar su registro intenta solucionar un problema y crítica que han realizado grupos que integran la sociedad civil sobre los llamados partidos chicos o bonsái, que en la actualidad funcionan como negocios familiares, véase por ejemplo la manera en la que actúa el Partido Verde Ecologista de México, el Partido del Trabajo y Nueva Alianza, en los cuales se dice promover la democracia, pero al interior grupos familiares controlan la estructura del partido, o sea, ni en su interior existe un ejercicio democrático. Es muy cierto, se piensa que a futuro sería más difícil que un partido surgiera, pero esto tiene que ver con que tan interesados están los grupos de la ciudadanía en formar nuevas estructuras partidistas. Por supuesto, las candidaturas ciudadanas parecen ampliar el espectro de opciones y terminar con el monopolio de acceso al poder que tienen los partidos políticos, pero ponen una cuestión a reflexionar: que tanta estructura tendrá ese candidato ciudadano para poder gobernar. Todo vuelve a indicar que esto se resuelve con los grupos de ciudadanos que desde la sociedad civil pueden ayudarlo a gobernar. En este punto, sería necesario reflexionar más afondo, el espacio no me lo permite, pero lo tocaré en otros textos futuros.
Quiero cerrar este escrito dando algunas reflexiones generales sobre la propuesta de la segunda vuelta en la elección a presidente de México. Era algo que en algún momento tendría que llegar después de los resultados que se presentaron en el 2006. Por una parte, se puede apuntar que es en este tipo de elecciones donde la participación ciudadana en las urnas se presenta y que esta participación elevada ha llevado a tener escenarios como los del 2006, la segunda vuelta busca darle mayor legitimidad de origen al que llegue al poder, pero no garantiza que el país no termine polarizado. En efecto, la segunda vuelta intenta no dejar dudas sobre quién ganó y al mismo tiempo permite que los votantes re-direccionen su voto si es que así lo desean, pero considero que el grado de cultura política tiene que evolucionar de manera sustancial en el mexicano para evitar ser presa de las herramientas de la mercadotecnia política que se ocupan para dividir y denostar, sin duda alguna en esta materia las reformas electorales que se dieron en el 2007 son un avance, pero siguen sin ser un gran avance.
El decálogo está allí, pero depende más del empuje, la presión y de la decisión que tome la sociedad civil mexicana para respaldarlo, si ella no actúa, este estará perdido en las garras que controlan actualmente el poder legislativo. Recalco, veamos el decálogo como el inicio del principio.

Nota: Publicado en el suplemento político Ágora  el 20 de diciembre del 2009

 

3 respuestas a «Reflexiones sobre un decálogo por la democracia»

  1. […] sociedad civil mexicana y renovado su agenda. En efecto, la existencia de grupos que demandan una Reforma de Estado y política muestra la insatisfacción que se tiene hacia nuestra clase política, no solo gobernante. En otras […]

  2. […] Es cierto que la reforma político electoral se volvió a quedar a medias y que se habla de sus logros como si fuera a permitir que el ciudadano expanda sus posibilidades de partición, pero la realidad es que dicha reforma garantiza el control de los grupos políticos actuales y mantiene la disciplina partidista como un mecanismo eficaz para limitar las actuaciones de los representantes populares. […]

  3. […] Los candidatos al poder legislativo son los primeros en demostrar que no saben a qué se dedica un diputado o senador, terminan por prometer todo lo que se pueda en campaña. Recuerdo que en el proceso electoral del 2009, los candidatos a diputados federales del PRI en Oaxaca salieron a prometer créditos para las familias pobres, pero ninguna “pinche ley” para seguir instaurando la democracia, ya como diputados federales se opusieron a la “Reforma Política Ya!”. […]

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