OAXACA, México.- México es una nación corrupta. Somos una sociedad corrupta. La corrupción es parte de nuestra cultura. Es toda una herencia histórica que se perfeccionó a lo largo del Siglo XX y que ha permitido escalar posiciones “individualmente” a costa de la sociedad, “del de a lado”.
Las historias particulares y populares que se cuentan en nuestro imaginario colectivo sobre los personajes políticos y sus actos de corrupción no buscan generar una imagen negativa del protagonista, sino sólo ensalzar su figura de “chingón”, aunque se pasa por alto que la chingada es la sociedad.
A los mexicanos les encabrona tener un gobierno que se robe el dinero, políticos que ocupen su poder para incrementar sus ganancias a futuro, evadan la ley y hagan con ella lo que les venga en gana, pero también les enorgullece ser unos “cabroncitos de mierda” que se saltan las trancas de la ley para obtener lo que buscan. La idea del “límite” que daña a la sociedad es tan amplio y elástico que casi todo acto que sea desfavorable a la convivencia cabe, ya ni siquiera podemos poner como límite a la violencia, pues muchos prefieren pactar con el narcotráfico en sus actos delincuenciales que violan las leyes del Estado, antes que buscar una reforma para terminar con un acto delictivo, como legalizar las drogas.
Si los muertos del narcotráfico parecen ya no doler a nuestro país ¿por qué debería de dolernos que seamos una sociedad corrupta con un gobierno al que le toleramos la corrupción porque muchas veces nos favorece? Entre todas las causas de la violencia que los narcotraficantes han desatado desde el 2006, cuando el gobierno de México les declaró la guerra, sea por legitimarse o por tener datos fidedignos de lo que estaba pasando en esta materia, encontramos a la corrupción como una toma de combustible para que ellos sigan existiendo y haciéndose grandes: mostrando como el mexicano necesita solo una oportunidad para destacar, así sea de manera legal o ilegal. Si nadie en el gobierno se dejara sobornar por los narcotraficantes, es muy probable que el ser narcotraficantes sí fuera una verdadera osadía en nuestro país, pero el dinero que se mueve en estos ámbitos nos indica que la osadía se vuelve compra de algún funcionario, sea de bajo, medio y alto nivel. Desde policías de a pie, agentes de aduana, secretarios de Estado y gobernadores que cobran por medio de enviados, se han corrompido para que el narcotráfico crezca. La corrupción en estos eventos está llena de sangre, no sólo de corridos y la narco-cultura-pop.
Transparencia Mexicana (TM) ha dado a conocer el reporte ejecutivo del “Índice Nacional de Corrupción y Buen Gobierno 2010 (INCBG)”, el cual muestra, más que un aumento en los niveles, una constante que sólo se puede festejar en “décimas” de descenso o ascenso, el crecimiento es de .3.
La transición en México y aquellos que apoyamos la democracia en el país, que no forzosamente indica que estemos de acuerdo con lo que se ha hecho en estos 10 años de gobiernos panistas, es que ya debemos tener claro, en nuestra mente, que la apuesta para terminar con el México autoritario, no pasa -solamente- por la competencia en la clase política, sino por impulsar un cambio en la cultura política. La corrupción es parte de nuestra cultura política, uno de los medios con los cuales nos desarrollamos en (el espacio) público.
México no es territorio Telcel, sino territorio mordida
El INCBG mide “la frecuencia con la que los hogares mexicanos pagaron un soborno (mordida) para acceder a 35 trámites y servicios monitoreados (Comunicado de prensa de Transparencia Mexicana)”. Bajo este objetivo, el estudio mide 35 trámites y servicios que son ofrecidos y necesitan los hogares mexicanos.
El primer resultado que destaca de los datos que ha dado a conocer TM es aquel que nos muestra que “10.3 de cada 100 ocasiones en que se realizó un trámite o accedió a un servicio público, los hogares pagaron ‘mordida’”. La representación a nivel global en cuestiones económicas es de 32 mil millones de pesos. ¿Cuántas veces cabe un salario minino (mínimo), de 50 pesos -para redondear-, en la cantidad mencionada? 640 millones de veces.
Un dato que nos puede mostrar que México es “territorio mordida” es aquel que indica que “más de 15,300 hogares fueron entrevistados en todo el territorio nacional” y reportaron más de 200 millones de actos de corrupción en “trámites y servicios”. Si en México somos más de 120 millones de habitantes y menos de 200 millones, al menos, generalizando, cada mexicano ha realizado un acto de corrupción o -específicamente- de soborno -mordida, coloquialmente hablando-.
Si las “mordidas” fueran un tipo de impuesto, este sería del “14% sobre los ingresos promedio de los hogares mexicanos” muy similar, en costo, al Impuesto al Valor Agregado, que tanto se odia en el país, por “alto” y limitante “al consumo”.
Es muy cierto que la corrupción es una limitante para la productividad, pero sólo para aquella que trata de estar en la legalidad. En este sentido, el soborno en las dependencias públicas daña a aquellos individuos que quieren hacer las cosas al interior del marco de la legalidad. La corrupción beneficia a aquellos que cuentan con el capital económico para pagarla y producir o iniciar un negocio de manera expedita sin esperar por los trámites burocráticos.
En ese sentido, es importante señalar que la “mordida” lo que provoca es una afectación a la competitividad y la libre competencia. No es lo mismo iniciar un negocio desde cero sin tener “contactos” sobornables al interior de las instituciones del Estado, que ya tener un negocio y saber “cómo se mueve y cuesta el asunto” de parar un changarro ante el gobierno. Sí, la corrupción limita la competitividad y el libre mercado.
La corrupción que no tiene que ver con la relación empresas – gobierno, la que se hace cara a cara (ciudadano – funcionario), por un documento o evitar ser infraccionado por una violación que hace el ciudadano a un reglamento, es la que más destaca en el INCBG.
El trámite con mayor incidencia de corrupción es aquel que busca “evitar ser infraccionado o detenido por un agente de tránsito” con una frecuencia de 68.036, o sea, cada 68 de cada 100 ocasiones en que se realizó este tipo de trámite por violación a una ley del reglamento de tránsito se pagó una mordida.
En promedio una mordida en México costó a los mexicanos en 2010 “$165.00” pesos, 27 pesos más que en 2007 (138 pesos). Eso es equivalente a más de tres salarios mínimos en el país. Nos quejamos que no hay para comer, que el dinero no alcanza, pero para “la mordida” ¡sí hay!
¿Cómo evitar la mordida? Lo primero es que hay que respetar la ley, así sea realmente engorrosa. Segundo, promoviendo y buscando a nuestros representantes políticos a que este tipo de leyes desaparezcan. Tercero, hay algunos servicios que ya se pueden hacer por internet, sin la necesidad de estar frente a un burócrata mordelón: ¡aprendan a usar internet, se va a ahorrar!. Cuarto, denunciando aquellos actos de corrupción.
A pesar de estas opciones, hay una que inicia desde el ciudadano, aquella que indica que debemos de dejar la cultura de la mordida, evitar provocarla, pero también dejar de pensar en ella.
Si México es “territorio mordida”, Oaxaca se quedó muy cerca de obtener la medalla de bronce como el tercer Estado donde más “se muerde”, pero el cuarto es nuestro. “¡Compromiso cumplido!”.
Nota: Este artículo se publicó en el suplemento Ágora el día 16 de mayo 2011.
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