Las filtraciones de los “audios” de Jorge Castillo, interlocutor al margen de la ley o de un cargo del gobierno de Gabino Cué, no muestran un nuevo escenario en la política de Oaxaca, sí confirman la forma en que se hace política a nivel local.
Calificar de “audioescándalos” las grabaciones a estas alturas, donde en cada proceso electoral se presenta filtraciones de este tipo, es simplemente caer en la bochornosa exageración de la sociedad del espectáculo, que comúnmente presenta una “telenovela” como un nuevo “hito” en la historia de la televisión mexicana, bajo los mismos patrones de siempre.
En efecto, los audios de Jorge Castillo, donde se comprueba que él decide con quién se reúne el gobernador Gabino Cué, solo demuestran que el gobierno de la alternancia, que supuestamente basa su forma de gobernar en formas democráticas, mantiene mecanismos autoritarios para intentar controlar el sistema político y equilibrar fuerzas políticas a su favor, desfavoreciendo las políticas de gobierno, para solo favorece a los “amigos” o a quienes respaldan las decisiones del líder.
Por su parte, las grabaciones donde Jorge Castillo habla con integrantes de distintos partidos políticos y emite una serie de juicios de valor sobre personajes que aspiran a obtener candidaturas para estas elecciones locales, solo muestran que los partidos políticos no han podido abandonar la relación de complacencia con el poder central para no tener en contra a la maquinaria del Estado durante el proceso electoral.
En este sentido, los audios deben ser clasificados para su análisis en dos categorías distintas. El primer bloque caracterizado por la forma autoritaria y por la existencia de canales no transparentes para gobernar de Gabino Cué. El segundo bloque, la forma servil de los partidos políticos en Oaxaca que permiten la intervención del gobierno en la toma de decisiones internas. ¿Por qué?
En el caso del primer bloque, he sostenido en textos anteriores que en todo proceso de transición política de un régimen autoritario hacia la democracia existen políticos prodemocráticos y autoritarios, pero también “seres en tránsito” o moderados procedentes del sistema de origen -una no democracia- que pueden mantenerse o llegar al gobierno. Cuando esto sucede, como ha sucedido en México y Oaxaca, se corre el riesgo que los políticos en “tránsito” apuesten por seguir operando las reglas “no escritas” del sistema político autoritario con el fin de mantener a su grupo en el poder; al mismo tiempo, generan reformas política y económicas que garanticen mayor pluralidad en la sociedad, pero que les permita mantener el control, o sea, una pluralidad limitada.
Es precisamente en este tercer tipo de políticos de la transición, “seres en tránsito”, la que domina la política oaxaqueña. Gabino Cué no es un demócrata, es y será un “ser en tránsito” que para sobrevivir políticamente abandonó al partido hegemónico -el PRI- y promovió desde los partidos de oposición el desarrollo de la transición política que dominaba el contexto nacional; ya en el poder, la limitó manteniendo versiones autoritarias, confirmadas por los audios donde se escucha a Jorge Castillo, su secretario no oficial -por darle un cargo en las reglas no escritas del sistema político oaxaqueño- negociando con el resto de integrantes de la política oaxaqueña.
Lo escandaloso de los audios no solo es que se den en un gobierno que señaló en su campaña electoral que luchaba por la democracia. También es escandaloso, como los afectados deciden enfocar sus críticas y piden castigo para “el mensajero” y no para el emisor del mensaje.
En efecto, los políticos de Oaxaca de todos los partidos políticos sabían de Jorge Castillo y el poder que Gabino Cué le otorgó, por ello se reunían y hablaban con él, porque de no hacerlo tenían en claro que el gobernador no los recibiría o perderían su apoyo.
Los políticos que hoy se quejan del poder de Jorge Castillo y su forma de operar, también son unos cobardes o seres en tránsito, porque de ser demócratas hubieran exigido la comparecencia o renuncia de Gabino Cué, pero ni siquiera las disculpas. Ellos, los que hoy acusan, son cómplices. La complicidad es el verdadero “audioescándalo”.
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