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Estar frente a la urna siempre ha sido algo complicado para mi, hay una serie de requisitos que tengo para dar el voto a una opción política, de antemano, por ser un demócrata radical, no puedo votar por el PRI, un partido que formó el régimen autoritario donde se negaron las libertades de la sociedad mexicana no es una opción, mucho menos cuando en 11 años de alternancia ha apostado al fracaso de la democracia y ha vivido de la imagen, no de la ideas.
Quedan, en el caso del 2012, las opciones de izquierda y derecha, pues las candidaturas ciudadanas todavía son un pendiente en nuestra democracia. A la izquierda nunca la hemos tenido en la presidencia del país. Se puede argumentar que hubo un fraude en el 2006, pero es necesario comprobarlo no sólo en discusiones, sino con pruebas físicas que pasen todos los test que se le pongan; la izquierda no ha sido gobierno “federal” por su propia incapacidad. A la derecha, después de 11 años, se le puede acusar de cientos de incapacidades, pero sobre todo, que es la que valoro, de no apostar por la instauración política que nos conduzca a tener una democracia más estable.
En efecto, todas las opciones políticas en México se parecen al PRI. Algunas surgieron del tricolor, como es el caso de las izquierdas. El PAN surgió durante el régimen autoritario y no tiene esa descendencia priista en su núcleo, pero la democracia se construye en democracia. O sea, al PAN le ha pasado que después de ser víctima, ha aprendido a ser victimario bajo lo que vio durante el autoritarismo. Los partidos políticos han fallado al reto de la democracia, pues los problemas son grandes y ellos pequeñas pantomimas que no están a la altura de los retos.
No se puede acusar que los partidos políticos hayan fracasado en su intento por construir un nuevo México, pues durante la primera década del Siglo XXI hemos notado que su único fin es mantenerse en el poder. Esta es la única argumentación completa que puede justificar el por qué no han aprobado la Reforma Política. No quieren compartir el poder, lo sienten suyo, aunque es de la ciudadanía, pero mientras lo mantengan encarcelado, la ciudadanía no lo podrá recuperar.
La elección del 2012, será otro proceso electoral más donde el mexicano tendrá que votar por el menos malo, al menos esa es la lógica que plantean los políticos. Si el poder está encarcelado en la clase política que sale de la partidocracia y lo importante es que el país no siga en caída libre o la putrefacción sea más lenta, la lógica es que se vote por aquel que dé más tiempo y espacio para que el ciudadano recupere el poder y no haya un nuevo blindaje de la clase política. El gradualismo para votar se justifica.
Es cuestión de grados, porque no se vota por el mejor, sino por el menos malo. Aunque insisto, votar por el menos malo, nos plantea una cuestión básica: no se le puede pedir un buen gobierno, porque de antemano se sabe que es malo. Si ese es el escenario mexicano, los votantes deberíamos pensar en una “serie de requisitos” que los políticos deberían de cumplir para que se les otorgue el voto. Sin olvidar que ya hemos abaratado el voto al elegir al menos malo.
Por supuesto, siempre está la opción de anular el voto o votar en blanco. No soy un abstencionista, lo dejé de ser en el año 2003. Lo hice bajo la argumentación de que “ya estoy hasta la madre de la clase política”, pero estoy a favor de la democracia. Asistir a votar es respaldar a la democracia, anular el voto o dejarlo en blanco es darle la espalda a la clase política hasta que cumpla las demandas de la sociedad civil.
Cada quien puede hacer su “serie de requisitos” para que el candidato obtenga su voto. Se puede pensar en:
- Valorar la campaña electoral. Que haya propuesta y un discurso democrático.
- Valorar el gasto de la campaña. Calificar la campaña por el uso de los recursos económicos de manera eficiente y no por el despilfarro del espectáculo.
- Valorar las propuestas. Leer las propuestas del candidato y pensar en cuáles son viables, esas son las buenas propuestas, de nada sirven aquellas que suenan de manera rimbombante y no se pueden realizar.
- Analizar la manera en que los candidatos conciben la realidad del país. De nada sirven los discursos que nos hablan del “México lindo” cuando tenemos 50 mil muertos por el combate al narcotráfico.
- Observar a los que rodean al candidato. En efecto, no solo votar por la imagen sino ver qué personas lo acompañan.
- Conciencia histórica. No votar por las campañas partidistas que otorgarán candidaturas a diputados y senadores a políticos de talante autoritario y corruptos.
La “serie de requisitos” puede seguir, pero cada uno decide por qué vota por tal o cual candidato. Por el momento, yo soy blanquista.
NOTA: Publicado en la revista Mujeres en la edición de enero 2012
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