Hugo Jarquín, Melitón Lavariega y Eduardo Aragón Mijangos, representan a los partidos pequeños para la elección a presidente municipal de Oaxaca. ¿Influirán en los resultados electorales? ¿Cambian tendencias?
La labor de los partidos «bonsái» en cada proceso electoral es mantener el registro. Si logran este objetivo, buscarán crecer su porcentaje de votación para comenzar a incidir en la toma de decisiones. Mientras no lo logren, los partidos pequeños no participan en el juego del poder y comienzan a convertirse en pequeñas mafias de grupo o estructuras familiares. En otras palabra, un negocio.
No siempre pasa así, tampoco sucede en todos los países, solo en aquellos donde el elector lo permite. Un ejemplo positivo de partidos pequeños que se han convertido en una opción de voto es España. En este país, tanto Izquierda Unida (IU) como Unión Progreso y Democracia (UPyD) han crecido sus porcentajes de intención de voto significativamente desde finales de 2011. IU en noviembre de ese año tenía 6.96% y UPyD 4.7%. En la encuesta divulgada el 9 de junio del presente año en el periódico El País, IU tenía una intención de voto de 16.8% y UPyD 13.4%. Su aumento de votación es significativo y demuestra que han logrado atraer electores.
A diferencia de los partidos chicos en votación de México. Los dos partidos “pequeños” de España comienza a incidir de manera significativa en la toma de decisiones. En términos analíticos y sistémicos, los partidos están por encima del “umbral” que requiere el sistema político español para ser tomados en cuentas por las fuerzas políticas que controlan el poder.
En México a pesar del porcentaje de votación que se requiere para obtener el registro, este no garantiza estar por encima del umbral que se necesita para incidir en la toma de decisiones.
Los actuales partidos “bonsái” de México, no han logrado incidir en las tendencias electorales y para sobrevivir políticamente optan por las coaliciones políticas. A nivel nacional tenemos al Partido Verde Ecologista de México (PVEM), Partido Nueva Alianza (Panal), Partido del Trabajo (PT) y Movimiento Ciudadano (MC). Cada uno de ellos destaca por sus escándalos mas que por sus propuesta a favor de la democracia. MC, PT y PVEM tienen un largo historial de prácticas no democráticas al interior del partido y son dirigidos por familias. El Panal una relación con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y el grupo cercano a Elba Esther Gordillo que solo les permite tener cuotas de poder personal para mantener la “unidad” al interior del gremio magisterial.
A nivel local, algunos partidos políticos “bonsái” logran destacar, como es el caso de Movimiento Ciudadano en la ciudad de Oaxaca, pues ha logrado ganar la presidencia municipal y quedar en segundo lugar en procesos electorales anteriores.
En el actual proceso electoral local, los partidos bonsái son el Partido Unidad Popular, un partido local respaldado por el Movimiento de Unificación de Lucha Triqui (MULT) que tienen incidencia en la región Triqui, no más, pero presta su registro a candidatos que no han logrado obtener un lugar en sus partidos de origen, como Hugo Jarquín. El Partido Nueva Alianza, también participa en estas elecciones, no busca hacer alianzas pues su voto se basa en la estructura corporativa de la Sección 59 y aprovecha la elección para tejer nuevas relaciones, este proceso le ha servido acercarse a la Cámara Nacional de Comercio en Pequeño (CANACOPE) y tener como candidato al líder de este gremio empresarial, Melitón Lavariega, dicha alianza le permite incrementar su voto corporativo.
El tercer partido “bonsái” que participa en este proceso electoral es el Partido Social Demócrata de Oaxaca (PSD). Este partido hace su aparición en este proceso. Aunque desde el inicio ha mostrado tener una relación con grupos del PRI y puede estar sirviendo como fachada a intereses de este partido para evitar la fractura al interior de los grupos municipales al permitirles obtener cuotas de dinero por medio de otro instituto político. El PSD no es la social democracia de Patricia Mercado o Gilberto Rincón Gallardo, sino un partido que ha recogido a políticos de dudosa reputación. El más significativo para los valles centrales de Oaxaca es Argeo Aquino, expresidente municipal de Santa Cruz Xoxocotlán acusado de desvío de recursos, endeudamiento y nulo apoyo a la transparencia, quien compite otra vez por este cargo, pero en el “nuevo” PSD.
Para la ciudad de Oaxaca tiene a Eduardo Aragón Mijangos, desconocido hasta el momento y con un eslogan de campaña, “Te quiero DAR”, que suena más a “albur” que a una idea concreta.
De los tres candidatos, solo Hugo Jarquín, Diputado Federal por la izquierda partidista -PRD, MC y PT- ha demostrado que puede obtener un número de votos significativos en la ciudad de Oaxaca, a pesar de ello, la poca estructura del PUP no logra ayudar a los grupos de invasores de terreno y ambulantes que el exlíder de la organización “Ocho Regiones” ha puesto a trabajar para conseguir el voto. Aunque para él, conseguir el voto es comprar el voto, pues durante toda la campaña se la ha pasado regalando despensas y otros productos a las personas, ninguna propuesta concreta para la ciudad. No hay discurso, su estrategia es clara: gastar para obtener el voto. No es que el resto de candidatos no haga la compra de voto, pero entonces nada lo distingue del resto.
Los partidos bonsái no son una opción, no solo por sus candidatos, sino por los grupos que los conforman y cómo han operado a lo largo de los últimos años. Muchos solo los ven como una forma de mantener el control de ciertas regiones de Oaxaca o a sectores sociales que necesitan de ellos para poder recibir ayuda material o un ayuda mínima para conseguir alimento. Su negocio son los pobres, la corrupción y el oportunismo político para obtener recursos económicos.
Deja una respuesta