Por segunda vez en mi pichurrienta vida, la primera fue hace tres años, voy por el voto útil y se lo voy a dar a varios inútiles, porque ningún voto útil es por un candidato que cumpla con los requisitos mínimos que puedas demandar como ciudadano. El voto útil tampoco es por algo que esperas, es para evitar algo que no quieres que pase. El voto útil es por una causa mayor que sabes que el votado no podrá hacer, pero que al menos te deja un resquicio, tiempo, para el futuro.
No me voy a meter en peculiaridades académicas que nos lleven al análisis pormenorizado de los componentes de la mierda a la que hemos llegado. Tampoco haré de este texto el peor de los martirios, porque no lo es, tampoco en el argumento que en una sola elección se perderá la democracia. No somos lo peor del continente, pero lo podemos ser.
¿Por qué voto útil?
Solo un punto previo al análisis de este esperanzado en mantener en pie los débiles pilares de la democracia: mi voto no es contra Andrés Manuel López Obrador, así como no lo será para Claudia Sheinbaum. Es patético (e ignorante) pensar que la Cuarta Transformación, la 4T, es el gobierno de un solo hombre. El gobierno de López Obrador es el gobierno de un grupo de personas que consideran que el híper-presidencialismo, el populismo, el nacionalismo y el discurso de una izquierda carnívora, los consolidará y perpetuará en el poder a costa de los pesos y contrapesos que tantas décadas, miles de muertos, encarcelamientos, desaparecidos y manifestaciones públicas han costado en México.
En este sentido, el gobierno de la 4T coincide con los gobiernos del PRI y, también con amplios sectores y gobiernos del PAN, al estar formado en su gran mayoría por personas que no creen en la democracia liberal y mucho menos en la importancia de las instituciones y la ciudadanía, ellos creen en el pueblo, su pueblo sumiso, parroquial y estandarizado.
Ni el servilismo de Lilly Téllez a los dogmatismos, ni al servilismo de Claudia Sheinbaum.
La 4T está más cerca que ningún grupo partidista en la historia política contemporánea de México de obtener el poder absoluto por medio de la vía democrática: tener la presidencia, dominar el congreso y la mayoría de gobiernos locales. La democracia es tan noble que permite construir autoritarismos. Tener todo el poder político les permitiría hacer cambios que transformarían el sistema de gobierno en alguna versión revisitada del autoritarismo priista. Durante seis años, el presidente, sus congresistas – porque así se han descrito –, los gobernadores y sus secretarios han demostrado idolatrar más este modelo que los valores de la democracia.
Tener cambios no es malo de origen, lo negativo, en este caso, para la democracia mexicana, es que los cambios propuestos atentan contra los equilibrios que comenzamos a crear desde los años noventa. La 4T ha debilitado los organismos autónomos que permiten contrapesar al poder político, han fortalecido e institucionalizado desde la presidencia un discurso contra la prensa y han imposibilitado el acceso a la información. Además, el ejército ha retomado su poder como un actor económico al construir varias de las obras más emblemáticas del gobierno de López Obrador. Por si fuera poco, terminaron de militarizar el país como lo soñó su supuesto rival, el gobierno neoliberal, conservador y derecha de Felipe Calderón.
Los cambios propuestos y avanzados en los últimos seis años vuelven a fortalecer a la presidencia del país y hacen fachadas a las instituciones que nos han permitido avanzar en la democracia mexicana, derechos humanos y libertad, así sea mínima. También encapsulan, limitan, y van acortando, el actuar de la sociedad civil mexicana, que al menos para gritos sirve, si es que no le quieres reconocer nada más.
Nuestra prensa mexicana, tan dañada por su falta de estándares internacionales en muchos casos, y tan lastimada por los discursos de odio político hacia ella, no solo vive asediada por el crimen organizado, se ha convertido en el centro de los ataques por hacer su trabajo: vigilar al poder. Por las mañanas, el presidente acostumbró al país a dar el pésame por periodistas y defensores de derechos humanos asesinados. Luego las promesas de investigar y diez minutos después… volvía a denostar a la prensa y personas defensoras. Las palabras sentencian, violentan, y López Obrador es un experto en violentar desde Palacio Nacional. La prensa podría volver a ser esa prensa que solo servía de megáfono al presidente en turno. López Obrador tiene claro, igual que su partido, que no impulsará una prensa independiente y muchos menos dará recurso a los medios críticos para que le peguen. México no puede volver a tener la hora del presidente, si eres una persona que cree en la democracia.
¿Qué voto útil?
Votar por un inútil tampoco conduce a un buen escenario para la democracia, pero sí nos puede llevar a la parálisis legislativa. La oposición partidista tampoco, en su gran mayoría, cree en la democracia. No hay ninguna diferencia de fondo entre la izquierda carnívora y la derecha carnívora, las dos posturas odian la democracia. Por supuesto, los opositores a AMLO nos pueden traicionar y pactar con él y su partido, reacomodarse y aprobar las reformas que tanto anheló el presidente. De ahí que ante la urna, con la nariz tapada (porque el olor de una boleta en México es la de un baño público de cualquier terminal de autobuses sin agua en el retrete), se tendrá que votar no por el extremo contrario, la derecha carnívora, sino por esas opciones que al menos han entendido que tienen que escuchar a la ciudadanía. En otras palabras, ni el servilismo de Lilly Téllez a los dogmatismos, ni al servilismo de Claudia Sheinbaum.
Sí, estamos, como país, muy cerca del escenario que Perú está viviendo: las opciones no son opciones, el hartazgo. Impedir que esto ocurra pasa por limitar el poder de la 4T, pero también entregar un voto útil para comenzar a construir opciones desde la sociedad civil, que no serán perfectas, pero que al menos, deben estar enmarcadas en los principios democráticos y que permitan impulsar como eje central un país donde se respeten y promuevan los derechos humanos.
La sociedad civil como opción
Es muy probable que se piense que la sociedad civil perdió tiempo desde las elecciones de 2021, pero al menos logró mantener una voz crítica hacia los diferentes sectores, a pesar que desde Palacio Nacional se le considerara “la enemiga”. También es probable que todavía haya gente ingenua que piense que la oposición partidista no estuvo a la altura ¿cuándo lo ha estado? ¿Cuándo nuestra clase política sin presiones ha tomado decisiones a favor de la ciudadanía? ¡Jamás!
Dejemos la gritería sin sentido, la cultura de la queja por la queja, porque si Xóchitl Gálvez es candidata, no es por los partidos de oposición, sino por amplios sectores de la sociedad civil en México que se organizaron, propusieron y presionaron a los partidos políticos que ahora son oposición para que pudiera llegar a ser candidata. Esa sociedad civil que en el pasado, algunos sectores, también salieron a defender, en su momento, a López Obrador. Aunque un logro pírrico, la muestra está dada para el futuro: se puede incidir en los partidos en tiempos electorales, cuando más necesitan a la sociedad civil.
El voto útil da tres años más a la sociedad civil para construir nuevas opciones, no solo que surjan personajes, sino rediseñar su relación con la clase política: dar el voto exigiendo algo a cambio. También le da tiempo para aceptarse como es: plural.
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