Gaza, la franja donde termina occidente… y comienza el mundo islámico

En algún lugar de Israel,

mientras algunos soldados israelíes inmovilizan a un palestino,

otro militar le parte a martillazos los huesos de la mano derecha.

El palestino había tirado piedras.

“El Factor Dios”. José Saramago.

Gaza, interpretaciones del mundo

Las guerras que han sucedido después del 11-S han mostrado una característica en común: se han dado entre el mundo occidental y el mundo islámico. Además, todas tienen inmiscuida una serie de símbolos compartidos. Hay uno en especial que ha asistido a todas las guerras del siglo XXI: Dios.

Hay una serie de ‘circunstancias’ que han ido alimentando la guerra entre los países árabes y de occidente, de manera especial contra Estados Unidos. Los grupos fundamentalistas islámicos, como Al-Qaeda, han señalado, muchas veces, que la existencia de la unión americana es desfavorable para el mundo islámico. Con su exceso de libertad, con su vida material, con su consumismo exacerbado, su moda tan provocadora, su pornografía coneja y su igualdad tan, pero tan liberal. Esa posibilidad de ‘ser como queremos ser’ es la que tiene encabronados a los extremistas de Alá.

Ahora, ¿Por qué occidente está – al parecer- enojado con el mundo islámico? No hay un enojo hacia éste, hay algo más en el fondo, un choque de cosmovisiones, de paradigmas sobre la vida. Mientras el mundo islámico está conformado como una comunidad segmentaria, donde los individuos son parte de sub-unidades sociales que ellos mismos organizan de manera formal, pero sin cuestionar ni contradecir las leyes del poder central, emanado de una divinidad; en occidente, la organización de nuestras sociedades también se da por medio de sub-unidades sociales, tenemos un poder central que no permite que nadie se salga del ‘huacal’. ¿Entonces cuál es la diferencia?

En occidente, el orden central y sus leyes no han emanado de un poder divino, es una construcción inacabada que está en constante re-elaboración. En otras palabras, el arquitecto de la sociedad occidental no es Dios, sino la ciudadanía. En el Islam, la construcción del orden central ha sido dada por Mahoma, interpretando a Alá, y éste es incuestionable. Las leyes al interior del Islam no se someten a un proceso de reelaboración, son inamovibles, no pueden cambiar y limitan a las sociedades en sus cambios.

¡Llévelo, llévelo… le hace el milagrito!

En Nueva York, todo pareció irreal al principio, un episodio repetido y sin novedad de una catástrofe cinematográfica más…

“El Factor Dios”. José Saramago.

Con el proceso de globalización y el avance tecnológico en los medios de comunicación, el mundo islámico y el occidental han intercambiado una serie de estereotipos culturales. A pesar de ser afectados ambos en sus normas culturales por la globalización, occidente ha permitido que las prácticas religiosas del Islam sean toleradas y reconocidas por los Estados democráticos. En otras palabras, la tolerancia religiosa en el mundo libre permite que exista el mercado de los dioses y que los ciudadanos, en su espacio privado, elijan en qué creer o no creer. El mundo islámico difiere de la tolerancia y el pluralismo democrático, considera que pueden existir posturas de interpretación para sus leyes pero, la ley, no puede ser cambiada. De allí que entre los chiítas y los sunitas, la única diferencia sea la manera en que interpretan al Corán pero, ninguno de los dos pone en tela de juicio lo que este dice.

Ahora, hay una intolerancia hacia lo externo en el mundo islámico y, al mismo tiempo, comienza a existir un cuestionamiento, por parte de las nuevas generaciones, sobre la forma de vida que este propone . Lo más viable para el Islam es cerrar el círculo y subsistir o acabar con los ‘impuros’ que quieren destruir a los elegidos. El mundo islámico se dio cuenta que es imposible acabar con el avance de la globalización y terminó sumándose a ella, pero sin cambiar sus creencias de base. Los islámicos más moderados consideran que es necesario ‘colonizar’ al mundo para poder lograr, lo que en este lado sería, el ‘paraíso terrenal’. A pesar de la entrada al internet, la tele, los celulares y lugares lejos de Medio Oriente, los islamitas saben que en occidente el ‘libre albedrío’ del ciudadano le imposibilita abandonar para siempre la posibilidad de cuestionar lo que cree. A pesar de todos los intentos del Islam, sólo el terrorismo ha sido efectivo para destruir a Occidente.

Con el proceso de globalización y el avance tecnológico en los medios de comunicación, el mundo islámico y el occidental han intercambiado una serie de estereotipos culturales. A pesar de ser afectados ambos en sus normas culturales por la globalización, occidente ha permitido que las prácticas religiosas del Islam sean toleradas y reconocidas por los Estados democráticos. En otras palabras, la tolerancia religiosa en el mundo libre permite que exista el mercado de los dioses y que los ciudadanos, en su espacio privado, elijan en qué creer o no creer. El mundo islámico difiere de la tolerancia y el pluralismo democrático, considera que pueden existir posturas de interpretación para sus leyes pero, la ley, no puede ser cambiada. De allí que entre los chiítas y los sunitas, la única diferencia sea la manera en que interpretan al Corán pero, ninguno de los dos pone en tela de juicio lo que este dice.

Ahora, hay una intolerancia hacia lo externo en el mundo islámico y, al mismo tiempo, comienza a existir un cuestionamiento, por parte de las nuevas generaciones, sobre la forma de vida que este propone . Lo más viable para el Islam es cerrar el círculo y subsistir o acabar con los ‘impuros’ que quieren destruir a los elegidos. El mundo islámico se dio cuenta que es imposible acabar con el avance de la globalización y terminó sumándose a ella, pero sin cambiar sus creencias de base. Los islámicos más moderados consideran que es necesario ‘colonizar’ al mundo para poder lograr, lo que en este lado sería, el ‘paraíso terrenal’. A pesar de la entrada al internet, la tele, los celulares y lugares lejos de Medio Oriente, los islamitas saben que en occidente el ‘libre albedrío’ del ciudadano le imposibilita abandonar para siempre la posibilidad de cuestionar lo que cree. A pesar de todos los intentos del Islam, sólo el terrorismo ha sido efectivo para destruir a Occidente.

La unidad de occidente aceptando los errores

El horror dijo por primera vez ‘aquí estoy’

cuando aquellas personas se lanzaron al vacío

como si acabasen de escoger una muerte que fuese suya.

“El Factor Dios”. José Saramago.

Los líderes del mundo occidental han cometido los suficientes errores para que los islamitas extremistas se lanzaran contra inocentes. Es muy cierto que todos los ataques terroristas han sido contra símbolos económicos, pero ha implicado la muerte de inocentes. La política exterior estadounidense ha cometido un sin fin de errores desde la guerra fría. Fue precisamente esta nación la que armó a los países islámicos en contra de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Ahora los grupos extremistas se han revelado en contra de su viejo aliado.

El activismo de Estados Unidos en la política internacional, como consecuencia de ser el líder mundial, ha provocado en los últimos años una serie de errores que agravaron los conflictos entre el mundo occidental y el Islam. La nueva guerra que se vive no cumple los parámetros convencionales del siglo XX, los ataques son esporádicos y su objetivo es la ciudadanía. Además, no hay una fórmula para saber en dónde serán las próximas batallas, si es que se le puede llamar así a los ataques terroristas.

A pesar de los errores cometidos por Estados Unidos y por todo el mundo occidental, la guerra que enfrentan contra el mundo islámico es más defensiva que ofensiva. En ella se está defendiendo a la libertad, a los derechos humanos y a la democracia. No sólo se trata de ser libres entre nosotros, entre las sociedades libres, sino también ante aquellas sociedades que no comparten nuestra manera de vivir. La única manera de ser libres ante ellas es asegurar nuestro territorio o expandir la forma de vida que tenemos. No cabe duda, la lucha es entre la razón y las creencias religiosas, mientras no se logre solucionar esta disyuntiva, occidente y la libertad está en peligro: corre peligro la libertad de decidir la manera de vivir.

La nueva generación, entre trincheras culturales

quieren ser profesores, artistas, empresarios, fotógrafos, escritores, incluso clérigos y raperos. Todos aspiran a tener éxito profesional y una buena vida. También se quejan, como en cualquier parte del mundo, de que sus padres no les entienden, o de las dificultades para encontrar un trabajo que les permita independizarse.

“Hablan los hijos de la Revolución”.

Ángeles Espinoza.

Ahora que la televisión ha transmitido el bombardeo israelita en la franja de Gaza, nos ha recordado que allí, en esa ‘zanja’, todo está atorado, pues intentan convivir dos religiones que se muestran antagónicas: el judaismo y el islamismo. Allí el mundo occidental termina y da paso a un mundo totalmente diferente. Un mundo que no sólo ha rechazado a occidente, sino a los derechos humanos.

A pesar de las apreciaciones generales que he hecho sobre el islam, considero a Palestina una vena, ligera, minimizada, con poca sangre para los derechos humanos, la libertad y la democracia. Las contradicciones allí son grandes, están gobernados por uno de los grupos terroristas más radicales de la historia, pero su gente convive todos los días con la ayuda internacional, con los cascos azules de la Organización de las Naciones Unidas, portan playeras de marcas como ‘adidas’, ‘nike’, toman Coca–Cola, e intentan interactuar no sólo con su mundo sino con el nuestro. Ellos, los palestinos, no han querido más guerra, saben que su guerra está perdida. Israel es mucho más que ellos en armamentismo, buscan una salida por el diálogo pero éste pende de un misil casero que atine a dar en territorio israelita. Los palestinos se han vuelto presas también del terrorismo, como lo es todo el mundo, todo el orbe. Absolutamente todo.

A pesar de la guerra, la nueva generación palestina, los niños que nacieron después de la ‘intifada’, vierten una posibilidad a occidente, parecen tenderle la mano para un diálogo justo. No es que quieran ser como nosotros, simplemente quieren libertad. La situación más que complicada se ha vuelto compleja. Los intereses internacionales se han movido en la guerra entre Palestina e Israel. El mundo islámico ha divinizado esta última batalla, ya no se trata de formar un territorio donde exista el Estado Palestino, sino de hacerle frente a los enemigos de Dios. Para Israel, la guerra era su última oportunidad para desarticular a Hamas, pues la llegada de Obama a la Presidencia de Estados Unidos cambiaría la política exterior norteamericana y dejaba mal parada la actuación belicista de éstos.

El escenario es negro en la intersección del mundo, allí donde se encuentran las dos grandes cosmovisiones de vida, las dos se encuentran sumidas, en lo que parece ser una lucha fraticida. Los últimos hechos, la intromisión del ejército israelí en Gaza, parecen confirmarlo, pero a contracorriente, la elección en Estados Unidos abre una brecha para dialogar con los grupos palestinos moderados. Además, los resultados de las elecciones en Israel para elegir a su primer ministro, permiten escoger entre el continuismo de la derecha, encabezada por Netanyahu y su partido Likud, y el cambio que propone el partido Kadima, encabezado por una mujer: Tzipi Livni.

De darse el cambio en Israel, los grupos terroristas palestinos terminarían cerrando el diálogo pues ¿creen que se sentarían a dialogar con una mujer? ¡Jamás! Primero Alá baja del cielo. Al radicalizarse más los grupos terroristas, los moderados podrían ganar adeptos que los cobijarían en un diálogo con Israel. De suceder esto, occidente podría llevar su silla al diálogo y el mundo islámico podría dividirse generacionalmente.

Dice José Saramago que siempre “tendremos que morir de algo, pero ya se ha perdido la cuenta de los seres humanos muertos de las peores maneras que los humanos han sido capaces de inventar”, coincido con él en esta afirmación, pero nuevamente, en este siglo que comienza se ha puesto de moda matar por el motivo más absurdo, el que ofende a la razón occidental, el que la pone en guardia: matar en nombre de Dios.

“Dice Nietzsche que todo estaría permitido si Dios no existiese, y yo respondo que precisamente por causa y en nombre de Dios es por lo que se ha permitido y justificado todo, principalmente lo peor, principalmente lo más horrendo y cruel.”

“El factor Dios”. José Saramago.

Nota: Publicado en el año 2009 en el suplemento Ágora.

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