Están por encima del umbral del sistema político mexicano y eso es un logro, pero no hay necesidad de exagerar.

En algún lugar se tiene que buscar la esperanza cuando el gris de los problemas comienza a convertirse en negro.

A México los problemas que arrastra desde hace décadas han hecho que el agua le llegue al cuello; al mismo tiempo los mexicanos jugamos con la democracia, a entenderla, aplicarla y definirla. En el país es normal que cada persona diga lo que es democrático y no, así todo se descalifica, pero también se exagera. Todo es democrático, pero todo se apropia porque uno es el demócrata.

Todo mundo participa, pero nadie asiste la plaza pública. Se reconoce el esfuerzo de los jóvenes aguerridos, los que dan la cara, inventan frases, pintan paredes, redactan las mantas. Gracias a esos tipos que tomaron las plazas, se dice, ahora razonaré el voto. La manifestación se ensanchan en la opinión publicada, la versión interesada de una opinión, lo interesado de una interpretación que se intenta hacer única, la apropiación de lo verdaderamente expresado.

Hoy se lee en la prensa mexicana la exageración y la apropiación de la manifestación de la expresión de la opinión en lo público. Se confunden las manifestaciones de los jóvenes que piden mayor transparencia y equidad en la cobertura de los medios de comunicación en el proceso electoral federal del 2012, pero aquellos medios que dicen apoyar a los que demandan equidad y transparencia también operan como los criticados.

En efecto, nada oscurece más a las protestas de los miles de jóvenes mexicanos que las interpretaciones interesadas de los “periodistas” y “analistas políticos” que ven representados sus intereses en ellas. Leer a Julio Hernández López en la Jornada es como escuchar la cobertura de Televisa sobre la “magnífica” campaña de Enrique Peña Nieto o a uno de los escritores de los “soles” de México.

La opinión se disfraza de opinión, pero las palabras se convierten en puentes que intenta articular el objetivo final: los jóvenes son homogéneos y van con Andrés Manuel López Obrador. Es como decir que en la campaña solo existe Enrique Peña Nieto. Es decir, cada medio de comunicación cubre a su candidato y ve las virtudes; los errores y despropósitos que haga en contra de la democracia son simples descalificativos, mentiras y “complots”. Uno es el demócrata, el otro un hijo de puta. No hay reconocimiento, solo descalificación y apropiación de la opinión publicada.

La elección del 2006 mostró que los periodistas y articulistas expresan sus opiniones. La elección del 2012 confirma que las opiniones siguen ahí, la pluralidad no puede ser limitada por una ley, solo la provoca a salir avante, es un reto ante la negación de libertad. El problema comienza cuando el que opina no está acostumbrado a la opinión, a que opinen de él.

Sí, los periodistas en México se sienten agredidos, hay “turbas” que los alteran, sin derecho, sienten que los destierran, les quitan lo suyo. Los periodistas mexicanos en su gran mayoría están acostumbrados a ser la “turba” inquisidora, los invasores de lo privado, los acosadores que encuentran la verdad que quieren, los prefabricadores de la opinión pública, son la opinión pública. ¡Falso! Para la democracia, ¡real! para el México de hoy. Si algo están descubriendo los periodistas y aquellos que están en los medios de comunicación mexicanos es que las redes sociales les permiten conocer lo que piensan de ellos, pero también tener enfrente al monstruo que contribuyeron a crear.

A toda acción hay una reacción. Quisiéramos, en un mundo ideal, que a la violencia no se respondiera con violencia, pero no es así, la reacción siempre es un combinado de la razón y los sentimientos. La opinión es igual, es un estado de ánimo y mental. La opinión prefabricada siempre responde al objetivo, al sentimiento que se quiere exaltar.

No hay opinión más autentica que aquella que nace de una discusión. No hay opinión más huérfana que aquella que se da desde un televisor y sabe que no tendrá respuesta, es una opinión que huye a lo horizontal de lo público, pero tiene respuesta, las “turbas” se organizan desde los medios con los que cuentan y generan opinión sobre la opinión. Es una cascada diría Deutsch, una cascada que baja y sube, diría Sartori.

Si las turbas -para ocupar el término de muchso periodistas- se convierten en un grupo significativo tienen la posibilidad de abrirse espacio para ser escuchados. Ese es el mayor logro de los estudiantes de la Iberoamericana y diversas universidades de México. También es falso pensar que todos los estudiantes, jóvenes y chavos son #MarchaYoSoy132, son un grupo que se ha logrado abrir espacio en la difícil y competida arena de los medios de comunicación de México para ser tomados en cuenta como hecho noticioso. Comparten plaza con los jóvenes perredistas, panistas, priistas y apáticos. Lo homogéneo niega a la democracia.

Así como a la #MarchaYoSoy132 se le han otorgado adjetivos calificativos que intentan minorizar su protesta, comúnmente provenientes de los medios de comunicación que apoyan a Enrique Peña Nieto; también existen los grupos que intentan maximizar con adjetivos calificativos las manifestaciones de los jóvenes que piden transparencia en los medios de comunicación. Ninguna de las posturas que quiere ver un asunto de manera unilateral es correcta. Ni Televisa tiene la razón, ni La Jornada, los dos practican el mismo tipo de periodismo, defienden posturas a ultranza y recriminan a quienes no la comparten.

En la actualidad el movimiento #MarchaYoSoy132, para ponerle un nombre, ha logrado recabar el apoyo de miles de jóvenes a lo largo del país. Su primera prueba, organizar una marcha en la ciudad de México que tuviera eco en los medios de comunicación y lugar en otras parte del país no ha fracasado, puede ser que para las metas fijadas por los organizadores sea un éxito, pero este “éxito” tampoco se debe adjetivar como el jaque al sistema político mexicano o el régimen actual, muchos menos el cambio definitivo de la cobertura parcial que hacen los medios de comunicación en el país en estas campañas. Es exagerado decir que son la “primavera mexicana” en alusión a la “Primavera Árabe”, es todavía coyuntura. Si tiene posibilidades de ser esa “primavera”, movimiento indignado y ocupa, la agenda del movimiento tiene que ir más allá del momento electoral, tiene que incidir en el propio futuro del régimen político y ese, pasa por las urnas.

No hay que menospreciar el logro, mucho esperamos que la sociedad civil comience a dar más pasos en su proceso de institucionalización y crezca en movimiento para lograr destrabar la parálisis en que nos tiene sumida la clase política.

Es cierto, la #MarchaYoSoy132 ha logrado demostrar que las redes sociales son una herramienta que organiza y hace que las opiniones encuentren un mínimo de coincidencias, pero mientras no salga de lo “virtual” y aparezca en el mundo real, no pasará el umbral que permite la incidencia en el sistema político.

Televisa tuvo que abrir sus puertas a los indignados ante las críticas que llegaron a sus puertas, es un logro. Falta darle continuidad al movimiento #MarchaYoSoy132, su verdadera incidencia estará si logran afectar numéricamente a su adversario: Enrique Peña Nieto y el PRI. Hasta ese momento, el movimiento estaría en un lugar privilegiado del sistema político por su incidencia y posibilidades de influir en cambios trascendentales de la política en México. Aun así, no sería la “Primavera Mexicana”, solo habrá “Primavera” cuando haya una agenda política a favor de la democracia que logre transformar la relación entre la clase política, el poder y la ciudadanía, porque ese es el indicativo de la “Primavera Árabe”: cambiar las relaciones de poder apostándole a la democracia.

Mientras la #MarchaYoSoy132 solo afecte al PRI y Enrique Peña Nieto, sin cambiar la forma en que se hace política y participa la ciudadanía, solo será un movimiento que tuvo incidencia coyuntural en las elecciones para elegir Presidente de México.