El primer debate de estas elecciones es un reto para el INE como para los candidatos.

Hay un nuevo formato que el Instituto Nacional Electoral intenta probar para generar un mayor intercambio de ideas entre candidatos. Por supuesto, el debate ya es una tradición en nuestra democracia.

Los debates comenzaron en la elección de 1994 y desde ese momento su importancia en un proceso electoral ha ido creciendo, al menos a nivel nacional. A nivel local, los debates todavía son un pendiente: en formato, transmisión, calidad en la producción y sin duda participantes que tengan una formación previa para debatir, políticos acostumbrados a debatir. Por supuesto, a nivel nacional tampoco tenemos políticos que tengan una escuela de debate político que esté a la altura de lo que se puede ver en las democracias más viejas.

Si se trata de comparar con otros países, los debates estadounidenses logran atrapar a propios y extraños. No se pueden olvidar los debates que Obama sostuvo en sus dos elecciones como ejemplos claros del uso de la palabra, la estructura discursiva y uso adecuado del tiempo.

Tampoco se puede echar en saco roto o pensar que los debates que sostuvieron Hillary Clinton y Donald Trump no influyeron en las tendencias electorales. Clinton no logró mostrar sus habilidades políticas en esas tres noches desastrosas ante un Trump que manejó el escenario a su gusto. Si fuera fútbol, el mejor resultado de Clinton fue un empate.

En México los debates se han vuelto trascendentales en las últimas tres elecciones, han servido para cambiar tendencias electorales, como también permitir que las candidaturas con menos spots o tiempo en los medios se den a conocer. Patricia Mercado lo logró en la elección del 2006, o Gilberto Rincón Gallardo en el 2000.

Rememorando las dos últimas elecciones, por que ha participado López Obrador, los debates sí han sido fundamentales.

2006 y la silla vacía. En pleno proceso de consolidación electoral, AMLO no se presentó al primer debate electoral con un candidato panista, Felipe Calderón, que comenzaba a crecer con una campaña agresiva para intentar frenar al puntero y restarle votos a Roberto Madrazo, el candidato del PRI.

2012 y la modelo. Si algo se recordará de los debates de esa elección presidencial es a la modelo Julia Oyarén y los ojos del candidato del Partido Nueva Alianza, PANAL, Gabriel Quadri “clavados” en su trasero. AMLO asistió a todos los debates, quería más debates, llegó a proponer hasta 20, no era el puntero. Posiblemente en esta elección se ha visto al mejor AMLO de los debates, no los ganó pero tampoco hizo un trabajo como en el 2006 donde fue reacio al debate. Por supuesto, el puntero de la elección, Enrique Peña Nieto, no fue, ni es, un gran orador sin teleprompter, y mucho menos una persona que pueda debatir. Esto permitió que las diferencias entre candidatos fueran mínimas. Quadri fue quien sorprendió.

Para este 2018, es importante saber si AMLO ha aprendido de los debates pasados. Los debates terminan desnudando a los políticos, son el tiempo en que por fin están solos frente a sus contrincantes, el votante observa y no hay asesores que los salven. Ahí, políticas y políticos muestran sus fortalezas y debilidades como posibles gobernantes.