Alejandro Murat, buscando ser el Peña Nieto de Oaxaca

El PRI en Oaxaca pretende explotar la fórmula electoral que le ha dado resultado desde la alternancia en el gobierno federal (2000):candidatos jóvenes, atractivos y que respeten las indicaciones de los asesores al pie de la letra. En otras palabras, políticos como Enrique Peña Nieto, figuras, no estadistas.
Para que Enrique Peña Nieto ganara las elecciones del 2012 se necesitó un escenario favorable al tipo de candidato que se deseaba postular. El escenario tuvo entre sus componentes a los partidos que promovieron la transición a la democracia en México, desgastados, con pugnas internas y una lucha enconada entre ellos. Dos, un presidente acabado políticamente por una lucha contra el narcotráfico que no logró dar frutos positivos por encima de la violencia cotidiana que percibió el mexicano. Tres, un sector de la sociedad que anhela el modelo autoritario, o sea, el orden por encima de la libertad y los derechos humanos; por supuesto, sin dejar de lado el modelo de corrupción que formó el priismo.
En otras palabras, el PRI regresó a la presidencia de México por el fracaso de la partidocracia y la incapacidad de la sociedad civil para imponer temas torales que permitieran avanzar de forma institucional a la democracia. Los partidos de la transición a la democracia nunca aceptaron sus errores, siempre los justificaron. La sociedad civil puede argumentar que le hizo falta tiempo.
En Oaxaca, en 6 años, un solo gobierno distinto al PRI ha erosionado la idea de democracia, la algarabía por la derrota del PRI ha terminado en desencanto y los partidos políticos en el gobierno no han logrado crear y consolidar figuras que renueven sus cuadros políticos.
El escenario es favorable para que el PRI retome el poder, pero para ello necesita una figura como Peña Nieto, no conocido en el Estado y que su imagen juvenil le permita posicionarse de forma adecuada ante la población. Por supuesto, sin dejar de lado que muchos oaxaqueños, ante la anarquía del gobierno de Gabino Cué, añoran el “orden y progreso” que promoviera en el siglo XX el dictador Porfirio Díaz.
La idea del PRI ha sido renovar las figuras públicas, pero no en el método de gobierno. Violaciones sistemáticas de Derechos Humanos, corrupción, compadrazgo político y el olvido de los temas que puedan molestar a un sector de la ciudadanía, como los 43 desaparecidos de Ayotzinapa son constantes en los gobiernos priistas a nivel federal, estatal y local. La mejor estrategia del PRI para mantenerse en el poder ha sido el olvido.
Tener a Alejandro Murat, el hijo del exgobernador que inventara un “auto-atentado” para frenar el avance de la oposición en 2004, permite jugar con la idea de una imagen renovada que evite el recuerdo de figuras que se apegan más al PRI análogo, como Eviel Pérez Magaña o Javier Villacaña: el ranchero que llega a diputado. Ahora la imagen que se vende es de un político a la moda, parte de esta generación y que no muestre vínculos en una primera impresión con el PRI de siempre. El PRI vuelve a apostar a que los votantes no tienen memoria.
La fórmula electoral del PRI puede dar resultados, tienen una maquinaria y candidato que puede vencer a la coalición gobernante en Oaxaca. Por supuesto, la fórmula electoral no indica que sea un gobierno democrático, sí las prácticas autoritaritarias de Enrique Peña Nieto.