En la política mexicana no importa quién haga la mejor campaña, sino quién pueda dañar más una campaña. Evitar los golpes “bajos” también es importante.
Hasta el momento no hay en Oaxaca un suspirante o precandidato que base su pre-precampaña o precampaña en términos positivos: proponer y escuchar.
Los políticos y empresarios que han decidido hacer públicos sus intereses por gobernar Oaxaca han preferido mostrar sus relaciones con los grupos de poder, crear falsos perfiles en redes sociales, desprestigiar al adversario y amenazar con renunciar al partido político por el que buscan la candidatura de no ser electos.
En el Partido Revolucionario Institucional (PRI), los candidatos que encabezaron la disputa en los medios, Eviel Pérez Magaña y Alejandro Murat, prefirieron los escándalos y recordar quién está detrás de ellos que mostrar su conocimiento sobre los problemas que afectan Oaxaca. Mucho menos hablaron de propuestas reales para resolver los problemas que aquejan a los ciudadanos.
Pérez Magaña prefirió recordar a los oaxaqueños que es el priista con más votos en la historia, pero el primer derrotado, y que detrás de él está Ulises Ruiz Ortiz, el gobernador que provocó el último periodo de ingobernabilidad en Oaxaca y la represión del 2006. También, el incremento desmedido del poder de la Sección XXII del SNTE que trajo como consecuencia decenas de días sin clases a los infantes oaxaqueños. En otras palabras, se presenta como el heredero del ala principal de autoritarismo priista en Oaxaca.
Alejandro Murat, se presenta por su apellido, más que por sus logros. La última vez que destacó en la política mexicana fue por las propiedades que tiene por medio de presta-nombres en Estados Unidos, documentadas por el periódico The New York Times. Ahora presume que de su lado está Héctor Pablo Ramírez, quien estuvo involucrado en desvío de recurso en el sexenio de Ruiz Ortiz. Sin dejar de lado que el PRI nacional lo llevó a ser el candidato a la gubernatura.
En la izquierda partidista de Oaxaca, la falta de cuadros políticos los ha llevado a tener una elección entre expriistas, Benjamín Robles Montoya y José Estefan Garfias.
Robles Montoya logró, ¡por fin!, llamar la atención de los votantes de Oaxaca porque Proceso lo denunció ante Twitter por haber falsificado un perfil a nombre de la revista para promocionar su imagen.
Estefan Garfías, sin pudor, abandonó el PRI después que en 2010 llegara a la final por la candidatura de ese partido contra Pérez Magaña. Como si nada, ahora es precandidato por el PRD y este partido, olvidando los muertos del sexenio de Diódoro Carrasco Altamirano, grupo al que pertenece Estefan Garfías, lo acepto.
Posiblemente el suspirante inexperto, Gerardo Gutierrez Candiani, es quien ha llamado más la atención por preferir no apegarse a ningún programa de propuestas para Oaxaca, solo ha estado a la espera que un partido lo acepte. O sea, un tipo sin ideología que prefiere el oportunismo político. El periódico Reforma expuso su ignorancia sobre Oaxaca:
Reforma: ¿Cuál es la primera estrofa de “Dios nunca muere”, considerado el himno de los oaxaqueños?
GGC: ¿Cómo va?, ayúdeme. De hecho, se canta más de los que se oye. Es más musical que cantado.
En otras palabras, los políticos que quieren ser gobernadores solo han mostrado que son unos “cabrones”, que les valen las leyes y que prefieren ganar con el formato autoritario, haciendo lo que sea con total de llegar al poder. Quieren ser lo más “chingones”, el “chingon de chingones”.
Octavio Paz escribió en su ensayo “Hijos de la Malinche” que ser el gran chingón es precisamente el que por la fuerza toma a la mujer, el que la viola. Los candidatos de Oaxaca han mostrado que quieren ser los que tomen por la fuerza, pasando por encima de quien sea, el poder.
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