Javier Villacaña, candidato a la Presidencia Municipal de Oaxaca por parte del Partido Revolucionario Institucional (PRI), representa la lógica del voto duro que debe garantizar el político ante su falta de carisma y habilidad política.
La elección interna del PRI, fue la más publicitada y rodeada de escándalo en Oaxaca. También, mantuvo la estrategia de la descalificación que intenta imponer al candidato menos malo para el partido político y que garantice la posibilidad de triunfo en el proceso electoral.
Villacaña llegó a ser candidato, precisamente, porque cumple con los dos requisitos que tenía el PRI para este proceso electoral.
Primero, demostrar que podía ser un candidato que mantuviera unido a los grupos del partido para impulsar el voto duro en una elección intermedia. Para ello, su personalidad política ayudó, pues su carisma no destaca entre los líderes de los grupos del partido. Esto permite la repartición del poder en caso de ganar. En caso de perder, no genera una ruptura al interior del partido que pudiera tener costos a futuro como la pérdida de militantes que se cambien de opción política.
La precampaña permitió configurar a Villacaña como una víctima y su pasado político como el candidato “menos malo”, promoviendo que era el indicado para un partido que solo quiere ganar con el voto duro, pues tiene el más grande de Oaxaca, y que no busca atraer votantes a las urnas.
Al tener enfrente al empresario José Escobar, derrotado en cada proceso electoral que participa, que basó su campaña en la confrontación, permitió a un experimentado Villacaña, en el arte del victimismo y la movilización de grupos, mostrar al empresario como un candidato que ponía en riesgo la unidad del partido.
Villacaña ganó el proceso interno del PRI por lo gris que ha sido su vida política.
En sus cargos públicos no ha destacado por su eficiencia para solucionar los problemas de la ciudadanía, sí para mantener el estancamiento que no empeore las cosas y solo administrar los problemas.
En su desempeño como diputado local en la actual legislatura, de la cual se ausenta para competir en estas elecciones, no fue un reformista, ni tampoco se caracterizado por promover leyes que pongan en clave democrática el sistema político. Su trabajo fue mantener la parálisis legislativa o solo ralentizar el proceso de creación de leyes. No es un líder, sí un administrador que intenta evitar el desmoronamiento del autoritarismo oaxaqueño y la forma en que se ha hecho política entre los partidos.
Por otra parte, Villacaña es uno de los políticos que basa su ascenso al poder por medio de la creación de Asociaciones Civiles (AC), como “Apoyo Comunitario Oaxaca” (ACO), que intensifica su publicidad cada que hay un proceso electoral.
La ACO sirve como una plataforma desde la cual el político pretende distinguirse del “político tradicional”, demostrando que es un ciudadano preocupado por la “sociedad” y que ahora entra en político porque es necesario, pero esto es al revés. Las Asociaciones Civiles han sido creadas por los políticos de Oaxaca para sobrevivir política y electoralmente.
Una Asociación Civil que busca promover el desarrollo de la sociedad basa su publicidad en sus programas y contenidos, no en promocionar la imagen de su dirigente. En las AC no importa la figura del líder en lo público, sino los resultados.
Por otra parte, pues no hay mucho que decir de un candidato que está ahí por una lógica partidista y no por una propuesta a favor de la ciudadanía, ¿hay alguien que piense que el PRI es una opción para la democracia en Oaxaca cuando es el fundador del autoritarismo, la represión y violencia sistémica que se vivió durante las décadas que gobernó?
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