El regreso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) es también la vuelta a las relaciones exteriores de la neutralidad y ser “amigos” de todos, aunque no compartamos principios democráticos ni cultura. Es el pragmatismo de buscar ganancias a costa de hacernos los ciegos ante la represión que hacen los otros, nuestros “amigos”.
Cuando Enrique Peña Nieto señaló, antes de ir a la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) celebrada en Enero de 2013 en Chile, que México volvería a América Latina para recuperar un liderazgo perdido, nunca señaló para qué y por qué.
La CELAC dio muestras claras que el regreso de México era para reestablecer relaciones con Estados que no comparte el camino que los mexicanos iniciamos a finales de los ochenta: la transición a la democracia.
Países aliados del PRI durante sus setenta años de gobierno en el Siglo XX vuelven a la órbita exterior de México. Con el triunfo de Enrique Peña Nieto, recordaron que durante su larga estancia en el gobierno, el partido autoritario mantuvo relaciones con ellos, ayudó económicamente, se aprovechó de inversiones y gestionó el poder en un territorio caracterizado por los vaivenes autoritarios, mostrando que su política exterior de la “neutralidad”, siempre manteniéndose en silencio en los momentos complicados que atravesaba un país en la comunidad internacional, permitía que la región mantuviera un discurso de “oprimidos” e “imperialistas” para solapar abusos de poder.
La imagen del saludo entre el dictador de Cuba, Raúl Castro, y Enrique Peña Nieto, es la imagen que durante años vimos entre presidentes del PRI en el Siglo XX con el otrora dictador cubano, Fidel Castro.
A pesar del avance de la democracia en el último cuarto del Siglo XX en América Latina, la dictadura cubana, al igual que el PRI, sobrevivió a esos cambios como una muestra del poder de las relaciones internacionales en la región, la manutención del dogmatismo y el “sueño revolucionario” de izquierda.
Por años, el PRI ensalzó su ayuda a la revolución cubana y los mandatarios de la nación caribeña, longevos “comunistas” que se niegan a dejar el poder hasta que la muerte los separe, solo hicieron “mutis” ante la violación sistémica de derechos humanos en el país. Los mandatarios mexicanos, por su parte, nunca se atrevieron a llamar dictadores a los viejos lobos de Marx; al contrario, siempre llamaron a guardar respeto al gobierno cubano y voltearon a otro lado cuando se les cuestionó por su falta de postura ante la represión en la isla.
La foto entre Castro y Peña Nieto es el vivo retrato del autoritarismo latinoamericano y las relaciones basadas en el poder de grupos, no de pueblos.
La crítica a Occidente puede ser demoledora ante los errores que ha cometido en toda su historia. A Occidente se le puede llamar “imperialista”, “colonizador” o “asesino”. En China, la crítica es muerte, silencio, aislamiento, cárcel. Algo parecido a lo que sucede en la dictadura caribeña.
La visita de Xi Jinping, Presidente de China, es exuberante para México. Lo extraño y desconocido pinta para dar una oportunidad al gigante asiático que pone en jaque a Occidente cada que quiere, sea económicamente o militarmente. El mundo multipolar, a pesar de los países que participan activamente en el liderazgo, tiene dos líderes supremos que están separados por la compresión de la democracia y la libertad:Estados Unidos y China. No es una guerra fría, pero recuerda que las diferencias de base -origen- existen.
Con China, el gobierno de México solo comparte negocios, dinero, economía; la defensa de los Derechos Humanos por parte del PRI en política exterior no existe, solo poses que ayuden a la buena imagen del gobernante.
Los chinos, al igual que los caribeños, venezolanos, bolivarianos, nicaragüenses, saben que con el PRI se trata de negocios y cubrirse las espaldas ante lo autoritario de sus gobiernos para hacer frente a las críticas de los países y organizaciones a favor de los derechos humanos, la libertad y la democracia, siempre criticadas porque ahí la crítica es permitida.
Mientras los mexicanos, una mayoría, aspiramos a la consolidación de la democracia, los chinos y los cubanos aspiran a la transición de la democracia, la falta de avance se debe, en parte, a las relaciones exteriores que el grupo en el poder ha tejido a lo largo y ancho del mundo para tener una barrera de contención ante las críticas.
En la visita de Xi Jinping, los chinos expresaron su molestia porque el gobierno de Felipe Calderón se reunió con el Dalái Lama, líder opositor a la dictadura china, y el gobierno mexicano no se atrevió a levantar la voz para decir que como país soberano tenemos derecho a reunirnos con quien queramos. Al contrario, el gobierno mexicano se apuró a decir que iba a hacer resurgir las relaciones. ¿para qué? ¿para aprender cómo mantener la represión sin una escala nacional de protestas? ¿para violar los diversos tratados internacionales? ¿Qué aporta China a nuestros futuro democrático?
La política de relaciones exteriores mexicana en los 12 años anteriores estuvo llena de equívocos infantiles, pero al menos era clara en la defensa de una aspiración: la democracia. Así los propios gobiernos hayan tenido miles de errores y actos represivos, se atrevían a criticar los exabruptos de la región y oponerse a una guerra basada en mentiras, como la promovida por Estados Unidos contra Iraq.
Los priistas muestran su ADN con sus amigos, China y Cuba son naciones con partido único, no hay competencia electoral, las decisiones la toma una “casta” política que se hace llamar “popular”, pero que recuerda a los acuerdos al interior del PRI para dividirse el poder y no perderlo.
Las imágenes ilustran el regreso de un amigo entre los suyos, sonrientes, que estuvieron a la espera, el tiempo pasa, las arrugas surgen, pero en el fondo, son los mismos “neutrales” que respetan “soberanías”, guardan silencio ante matanzas y comparten sangre y métodos para el dolor.
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