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La marcha del Día del Trabajo en la ciudad de Oaxaca logró estar en el “breaking news” de las páginas web de información, acaparar las redes sociales a nivel estatal y los medios de comunicación tradicionales por los eventos de violencia, no por el contenido de los discursos, ni por el significado que los trabajadores pretendían darle, si es que tenían uno.

La violencia en las marchas de Oaxaca es algo común y -lamentablemente- normal. Marcha o manifestación que no tiene el componente de violencia no logra sus objetivos: llamar la atención del gobierno para que sus demandas sean atendidas o posicionar en los medios de comunicación un tema que debe, en un futuro inmediato, ser resuelto por algún nivel de gobierno.

La instauración de la violencia en las manifestaciones actuales de Oaxaca tiene como antecedente y justificación directa el año 2006, donde la violencia del último gobierno priista -antes de la alternancia- provocó el fin del modelo de negociación que por más de 20 años los gobernantes habían creado con la Sección XII del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).

Ante la violencia del Estado, los maestros se defendieron y generaron mecanismos de violencia hacia terceros -el resto de ciudadanos- para intentar parar al Estado. En un primer momento, el cierre de calles y los puntos de revisión -barricadas- que el magisterio puso en la ciudad de Oaxaca sirvieron para evitar a las caravanas de la muerte que lanzó el gobierno estatal, pero los propios excesos de los manifestantes llevaron a la ruptura de grupos ciudadanos con el magisterio y a documentar la violencia ofensiva del movimiento.

En la manifestación del Día del Trabajo 2013, la violencia se hizo presente otra vez, no sorprende que exista, sí que la violencia en la manifestación haya llegado a la detonación de armas de fuego, lo cual indica un nuevo nivel en el tipo de violencia.

Los actos violentos o ataques a terceros y a la propiedad privada fueron realizados por los grupos que siempre lo hacen en estas manifestaciones, encapuchados que acompañan al magisterio, conocidos como anarcopunks y simpatizantes del Frente Popular Revolucionario (FPR), y que justifican sus pintas y ataques a empresas y bancos por considerarlos parte de los grupos capitalistas transnacionales o parte de la oligarquía oaxaqueña -conocida como “vallistrocracia” de forma despectiva.

De los enfrentamientos de ayer, primero entre manifestantes, quedan algunas lecciones y motivos que explican su existencia.

Primero, el magisterio de la Sección XXII fue quien pidió la presencia de la Policía Municipal, según la policía. Momentos antes, integrantes del magisterio recriminaron a los anarcopunks los destrozos que causaban a su paso. Ante la falta de diálogo y la permanencia de los anarcopunks, el magisterio dejó que la policía cargara contra los encapuchados.

En este sentido, la actitud del magisterio resulta nueva hacia grupos que son cercanos a su movimiento y que no rechazan el uso de la violencia ofensiva. Pensar en un cambio cultural por parte del magisterio con este acto no es posible, para ello se necesita una serie de tiempo que demuestre el cambio. Sí es un comportamiento para la coyuntura. En efecto, el magisterio busca mostrar una imagen pacífica después de los eventos ocurridos en Guerrero, ya que de mantener una postura violenta, las acciones de Guerrero se pueden hacer presentes en Oaxaca, pues el costo político para los gobernantes es menor. Con el paso del tiempo y la violencia en los eventos del magisterio, el apoyo ciudadano tiende a decrecer, la violencia no está justificada, ya que la alternancia en el poder ejecutivo, siempre genera válvulas de escape para la negociación política entre actores, así sea mínima.

La única forma que han encontrado los anarcopunks para llamar la atención de los medios de comunicación y que la ciudadanía se entere de su existencia es la violencia. Hasta el momento no han logrado posicionar su discurso o dar a conocer sus demandas de forma viable, realizable. En relación con el magisterio, habían sido tolerados sus comportamientos. Ahora, su comportamiento solo fue respaldado por otros grupos afines al magisterio que no tienen la fuerza de la Sección XXII, como el Frente Popular Revolucionario (FPR). Los pequeños grupos, como FPR y los anarcopunks, son lo que los partidos pequeños o bonsái a los grandes, simples apoyos que sin los grandes desaparecen.

La idea del Frente Unificador de Sindicatos Independientes Oaxaqueños Nacionales (FUSION) -más allá de la contradicción de su nombre- después de la manifestación del Primero de Mayo, es una carga para el magisterio, ya que tendrá que dialogar con los grupos que consideran la violencia un mecanismo necesario en la protesta para llamar la atención de la prensa. En efecto, pueden por medio de la violencia estar en la prensa, pero eso no indica que sean respaldados por los ciudadanos y sí rechazados por ellos. Quien decide en las relaciones políticas es el que tiene mayor poder, la Sección XXII debe decidir si seguirá cobijando a los grupos violentso que no representan grandes beneficios. Sin el respado del magisterio, grupos como el FPR y los anarcopunks regresan a la marginalidad que no alcanza los umbrales para incidir en el sistema político oaxaqueño

La policía municipal de Oaxaca sigue en el ostracismo en materia de actuación en escenarios donde necesita reinstalar el orden; primero, no han logrado evitar los excesos de sus elementos policiacos, los cuales provocan la violación de Derechos Humanos y; segundo, terminan haciendo detenciones que poco tienen que ver con lo sucedido o solo detienen a quien encuentran. Además, el uso de armas en momentos críticos para evitar que los problemas escalen, sólo saber provocarse de manera violenta, generando más encono, violencia. La detonación de armas de fuego solo causó desprestigió a la actuación de la policía municipal y no ayudó a reinstalar el orden.

El ataque a comercios y empresas debe ser condenado, pero el discurso de los empresarios al generalizar sobre los actos de protesta permite observar su aversión a la protesta.

El problema con condenar a la protesta y no a los grupos específicos, ni aceptar que la policía también comete exceso, deja a los empresarios en el extremo contrario de los anarcopunks. Los dos terminan justificando la violencia y los excesos porque ven dañados sus intereses.

La violencia es un lugar común en las protestas en Oaxaca que está provocando que la ciudadanía rompa con causas que pueden tener, en el fondo, puntos positivos para la sociedad oaxaqueña.

No se puede demandar respeto, libertad y democracia por medios de mecanismo violentos que intentan imponer una visión de las cosas.