En busca de alguna presidencia municipal y con la prensa como aliada.
En busca de alguna presidencia municipal y con la prensa como aliada.

Las leyes electorales en México no incitan respeto en los partidos y políticos. El político prefiere escapar de ellas, arriesgarse a infringirlas. No actúa solo en su cometido, sus cómplices -muchas veces- son sus supuestos críticos.

Platón consideraba -después lo sostuvo Thomas Hobbes en el Leviatán- que la ley debería ser el límite de los hombres, algo a que temer que permitiera la autorregulación de la conducta que condujera a la paz. Sin el miedo, solo queda la voluntad de los hombres en libertad para cumplir la ley.

El problema ante la ley surge cuando se está en transición política, como en Oaxaca. No se tiene miedo a la ley, porque durante el autoritarismo se aplicó a conveniencia del gobernante, al cual se tenía miedo. No se tiene voluntad para respetar a la ley, porque la democracia no asienta -todavía- sus valores.

Las leyes en México para la competencia electoral en la última década han tratado de limitar la publicidad para buscar equidad en las campañas. No lo han logrado, no solo por las imperfecciones de la ley, sino por el esfuerzo de los políticos a evitarla.

Durante el largo proceso que Andrés Manuel López Obrador y Enrique Peña Nieto realizaron para convertirse en candidatos a la presidencia de México, destacó el manejo de los medios de comunicación. Ambos se acusaron de gastar en medios de comunicación y haber violado la ley. Las multas fueron lo de menos, pero la exposición en los medios de comunicación sirvió para posicionar su imagen a lo largo de -al menos- 6 años sin ser molestados por la ley.

Aunque los medios de comunicación en el año 2007 se asustaron por la reforma a la ley electoral a nivel federal, después de los comicios del 2012 no se sienten incómodos con la reglamentación. No salieron dañados en materia de opinión pública y sí beneficiados por las restricciones: los partidos políticos necesitan de la publicidad para posicionar su imagen, pero también proteger los canales por los cuales lo hacen.

En otras palabras, para que el actual modelo de publicidad política funcione se necesita de la complacencia de algún canal de televisión, periódico, radiodifusora, revista, etc. Dispuesta a sacrificar su capacidad de crítica o parte de su línea editorial con tal de ganar dinero y anuncios, como sucede actualmente en Oaxaca con los anuncios de revistas en autobuses del transporte público y espectaculares: destacar en portada a un político que aspira a ser candidato en las elecciones locales 2013.

La relación entre los medios de comunicación y el político se da porque es un “ganar – ganar” a corto plazo. Los primeros ganan dinero y los segundos publicidad que no viola las leyes electorales, pues los medios de comunicación compran la publicidad y en su defensa el político puede argumentar que dio una entrevista. En otras palabras, intentar castigarlos puede caer en la “censura”. Las entrevistas resultan ser muestras de egocentrismo del político donde el periodista no hizo ninguna pregunta crítica.

El político y los medios no han violado la ley, pero sí han evitado respetarla.

En Oaxaca, las formas no se guardan. Políticos y medios de comunicación contribuyen a que las costumbres de la transición sobre la ley se mantengan: no la violo, pero sí busco evitarla.

El contubernio o colusión entre los medios y políticos muestra su concepción de poder y política: autoritaria, hago de la política lo que quiero porque puedo.

En Oaxaca no hay medios de comunicación autónomos al poder político, solo pequeñas comparsas de periodismo militante que acompañan a los políticos en cada proceso electoral, un déficit del proceso de transición que se ha ido apuntalando por la falta de una ley de medios de comunicación que regule la relación con el gobierno. Los medios viven de la publicidad gubernamental que se reparte como el gobernante quiere.

La democracia necesita de la autonomía de los medios comunicación, no que sean enemigos de los políticos, pero sí críticos. Mientras no se cumpla esta característica, tendremos medios de comunicación serviles.

Para los políticos, la prensa y los medios de comunicación son simple servidumbre, su forma de venderse lo demuestra, no parece incomodarles.