La elección de Estados Unidos para elegir presidente mostró, a pesar de las críticas externas, que los estadounidenses confían en las instituciones y reconocen los resultados por más reñidos que sean.
Los analistas políticos de diversos medios de comunicación, respetados a nivel mundial, apuntaron horas previas a que iniciaran el día de votación que no había un resultado seguro.
Los escenarios para esta elección fueron amplios y el empate también se barajeó dentro de las posibilidades.
Las causas para que aparecieran tantos escenarios deben entenderse bajo el contexto de la crisis económica que está viviendo Estados Unidos, los eventos que emergieron durante la campaña y que no estaban contemplados por los estrategas, como el asesinato del embajador en Libia.
Al lado del contexto que rodea una elección y las coyunturas que surgen, se debe tomar en cuenta el desarrollo de las campañas políticas, como el nivel de éxito y fracaso de los candidatos.
Mitt Romney realizó una campaña que le permitió disputar la elección hasta el último día. Barack Obama por un periodo de tiempo de la campaña vivió de sus logros y su imagen, pero el primer debate pochó su burbuja y provocó dudas en los electores.
La burbuja emergente de Romney apareció después del primer debate y dejó de crecer en el segundo debate.
El tercer debate, donde la política exterior fue el tema, mostró las debilidades de Romney y la recuperación de Obama en el postdebate.
Las encuestas después del tercer debate mostraron una realidad electoral donde el margen de ventaja entre los contendientes era estrecha.
El contexto del fin de campaña estuvo marcado por rumores y las especulaciones que confirmaron una realidad electoral compleja, propia de las sociedades democráticas actuales.
La elección de Estados Unidos que comenzó con amplia ventaja para Obama, se cerró por los fracasos del mandatario en su actual periodo de gobierno. Interesante es que los fracasos se percibieron como el desgaste en la imagen del primer mandatario de color.
No se puede dejar de lado que no es lo mismo ser un “candidato” que busca la presidencia, a ser un “presidente” buscando reelegirse.
Para los estadounidenses de origen latino el proceso electoral significa un parteaguas; pues, durante la campaña nunca lograron posicionar su agenda política, pero al final su voto decidió en gran parte el proceso electoral.
La elección mostró a los hispanos que sus lobbys todavía no logran cabildear lo suficiente para influir en la agenda política coyuntural.
Mostró que la agenda latina se coloca en la agenda de gobierno por medio del voto, ese es el verdadero poder político que actualmente tienen en Estados Unidos.
El porcentaje de voto latino en esta elección es una nueva oportunidad para los lobbys y las organizaciones de la sociedad civil interesadas en la reforma migratoria.
Es necesario señalar que la agenda política de los latinos en Estados Unidos es una cuestión de la política doméstica (interior). O sea, es un tema entre ciudadanos estadounidenses y aquellos que aspiran a serlo.
La agenda de los países de América Latina con Estados Unidos es distinta, tiene que ver con la política exterior y la seguridad hemisférica. Esa agenda estuvo ausente en toda la elección y seguirá en ese estado si latinoamérica no deja el papel de víctima y se convierte en un actor participativo.
A pesar de las críticas que se pueden esgrimir a la democracia estadounidense, el proceso electoral mostró que la política se trata de instituciones, mecanismos, leyes, pero también incluye emoción y sentimientos, como resume la imagen que acompaña el tuit de la victoria de Barack Obama.
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