¿Cuánto ha cambiado el país desde que inicio el proceso electoral para elegir Presidente de México? Nada, todo sigue como al inicio. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) se mantuvo siempre adelante; la derecha e izquierda mexicana esperaron un milagro que perdonara sus errores entre los votantes mexicanos que siempre buscan la mejor opción en favor de la libertad y la democracia; los muertos por la guerra contra el narcotráfico se mantuvieron; la economía mexicana resistió los embates que por todos lados llegaban con la noticias de crisis en tal o cual lugar; los medios de comunicación haciendo el trabajo que han practicado desde años y; la ciudadanía mexicana entre la sobrevivencia, sus cambios y sus dudas ante el presente.

La elección mexicana no se ha resuelto como la democracia plantea, con votos, sino con la violación de las bases de la misma esperando que las prácticas autoritarias alcancen para que un partido político se adueñe del poder, así sea mínimamente.

Las campañas políticas a nivel federal y local no han estado marcadas por las ideas y su debate, sino por la operación política para adueñarse de grupos sociales, la mercadotecnia política que convierte al político en un producto comercial que intenta satisfacer necesidades emocionales y materiales y el oportunismo de muchos mexicanos por entrar a la política para lograr mejorar su posición económica. Por supuesto, las ideologías, los dogmáticos, los purismos ancestrales se mantienen como los principales detractores de la libertad y la democracia en México. La desconfianza es hacia las instituciones que se han construido en el proceso de instauración democrática de las últimas dos décadas. La confianza se deposita en el líder que con sus palabras “vence” los mecanismos del sistema que han sido hechos para impedir su triunfo. El político mexicano destruye la crítica, la considera dañina y un mecanismo para descalificar, no para debatir. La mujer política se mantuvo como burla. Los partidos pequeños como un mecanismo para negociar puestos políticos, no para incidir en la agenda.

La ley terminará decidiendo quién gano el proceso electoral y su reto es convencer en lo mínimo a las fuerzas políticas que calmen a sus militantes y simpatizantes.

El deseo de muchos mexicanos y políticos es que la ley vire a su favor, permitiendo que el beneficio llegue a ellos, pero que no provoque fricciones que impidan gobernar. Entre los propios interesados saben que un juego de suma cero es una derrota para los jugadores, nadie gana, todos pierden cuando el poder legislativo mexicano vuelve a estar dividido.

La corrupción ha sido el motor en estas elecciones y la causa de por qué después de 12 días de la votación la certeza se pierde poco a poco.

El triunfo en estas elecciones ha sido para el autoritarismo y su cultura política. La democracia no ha sido derrotada, sino los ciudadanos que la practican y promueven. El modelo democrático siempre está a la espera a que el humano decida ponerlo en práctica, sin él simplemente no existen.

Este es el fin de un #DiarioDeCampaña que esperó tener un político triunfador, pero solo ha podido señalar derrotados. En la política mexicana hace años que el triunfador dejó de importar, la atención siempre está en la inestabilidad que se gana y se pierde. Este es nuestro presente, la transición política que todavía no tiene rumbo claro, camina lenta esperando el viraje que no llega. Estamos decidiendo mientras el país se columpia entre aciertos y desaciertos en una soga podrida que nadie en la clase política se atreve a cambiar e todos impiden que la ciudadanía lo haga.