Así está México después del 1° de Julio 2012. Iamgen: Google/IFE

El Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) del Instituto Federal Electoral (IFE) a las 20 horas de este 2 de julio, día en que los mexicanos lograron la alternancia de partidos políticos por primera vez en su historia en el año 2000, indica que con el 98.95% de actas computadas el Partido Revolucionario Institucional, 12 años después de ser derrotado, tiene el 38.15% (18 millones 727 mil 398) y con ello ha logrado recuperar la Presidencia de México.

Desde ayer la incertidumbre comenzó a aparecer en millones de mexicanos que en el año 2000 se convirtieron en la generación que logró derrocar al partido autoritario que mantuvo la negación de la libertad durante el Siglo XX en México, el PRI. Poco a poco los jóvenes que han vivido en 12 años de gobiernos federales emanados de Acción Nacional (PAN) y que en sus respectivas localidades han sido gobernados por la izquierda, derecha y priismo han dejado una estela de tristeza, frustración, desencanto, traición, enojo en las redes sociales y opiniones que vierten por cualquier medio de comunicación por el regreso del “dinosaurio” que consideraban parte del pasado.

No he escuchado a ningún voto independiente, panistas, izquierdista, nulista, estar conforme con la victoria del PRI, tampoco he escuchado de ellos la aceptación de la derrota porque el otrora partido oficial venció al ciudadano en “buena lid”. Sino se nota en ellos la incertidumbre hacia el futuro que espera en el país, buscan palabras de aliento, escenarios que dibujen que el ganador estará controlado. Hoy no discuten por las formas en que la derecha gobierna o sobre los estertores de la izquierda partidista, discuten sobre el pasado, les aterran las historias que escucharon de los mayores, pero también recorre en ellos la duda sobre si han hecho lo suficiente para evitar el regreso del PRI.

A cualquier demócrata asustaría saber que el partido que construyó y soportó el régimen autoritario que derrotó con su voto hace 12 años ha regresado. En primera, el cuestionamiento sobre su sobrevivencia demuestra que no hizo el trabajo completo. En segunda, es necesario buscar a aquellos que hoy sonríen, se sienten felices y consideran que con el regreso del PRI su zona de confort se está ampliando. Tercero, ¿quién voto por el PRI? y ¿por qué?

La falta de “buena lid” comienza a tener nombre: fraude. Nadie lo demuestra, pero todos los suponen. El Partido Acción Nacional, después de 12 años de gobierno está vapuleado y solo le queda pedir disculpas. La izquierda partidista con Andrés Manuel López Obrador (AMLO) otra vez difunde y exige que la idea de fraude se generalice, el discurso es el mismo, solo faltan las pruebas que en 2006 no alcanzaron a ser contundentes.

Hay una diferencia, el PRI no construyó la democracia, siempre la ha minado. Hoy el fraude no es contra otro partido que promovió la democracia en México, sino contra el enemigo de ella. La diferencia es que la institución electoral está ciudadanizada y aceptar el fraude es reconocer que miles de ciudadanos estuvieron involucrados en él o que las técnicas se han perfeccionado tanto que los votantes ni cuenta se dieron. Solo hay suposiciones ante un fraude y un discurso que quiere ganar con las palabras, no con las pruebas.

Al lado del fraude, una idea más poderosa, más sencilla de comprobar, un uso y costumbre que todos han practicado anida, cómoda, en nuestra democracia y permite el regreso del PRI a la Presidencia de México: la compra del voto. Esa es la verdadera razón de la incertidumbre del más del 50% de votantes que ha tenido la izquierda (31.64%: 15, 535,117) y derecha partidista (25.40%: 12,473,106) en esta elección. Muchos de los votantes jóvenes y clase media se preguntan por qué millones de mexicanos siguen vendiendo su voto: ¿es tanta el hambre y la necesidad? ¿es tanto el miedo a verse descubiertos que han votado por otro candidato y no por el partido que les pagó? ¿por qué un mexicano vende su voto? ¿tienen claros los mexicanos que el voto es la única vía que tenemos para incidir en la construcción de país? ¿acaso saben que el voto da la posibilidad de definir el rumbo de nuestra nación?

Pensar que la venta del voto solo se da por motivos de necesidades económicas es un error. El PRI ha mostrado que las fórmulas de corrupción que emplea para gobernar permiten la inclusión de las personas en la repartición de poder vertical que está acompañado de la violencia y la intimidación de quien manda. En otras palabras, quien está con el PRI tiene el poder de hacer que otras personas hagan lo que manda el priista. La ley es la del mas fuerte, el fuerte es el que tiene poder. Es tener la credencial VIP para acceder a los cargos, no por las capacidades, sino por la lealtad.

Así como hoy se critica a los miles de pobres que vendieron su voto por una cantidad de dinero o por algunos materiales de construcción, despensa, etcétera; también, debemos señalar que hubo miles de jóvenes que por tener trabajo se dedicaron a hacer campaña por el PRI y “tuitear” por tener algo en el bolsillo. Por supuesto, hubo otros, los más apegados al partido, que se dieron a la tarea de corromper y hoy están a la espera del cargo público.

El PRI ha vencido porque ha logrado imponer su cultura en el número de mexicanos que necesitaba para regresar al poder. Ha ganado en un sistema democrático joven porque los demócratas no han logrado erradicar la cultura autoritaria. Ese es el fondo de la incertidumbre que hoy recorre el país.

La erradicación de la cultura autoritaria no está en la aparición de nuevos líderes que basen la democracia en ellos, sino en la construcción de instituciones democráticas y el fomento de la cultura política democrática, ahí ha fallado el mexicano. Si el PRI existe por ese pendiente, también Andrés Manuel López Obrador existe por ese pendiente: el mesías es una respuesta de nuestro pasado no democrático. México no tiene una historia democrática, tiene una historia que exalta la violencia de los buenos y los malos, no sus instituciones.

En estos momentos de pesadez para cualquier demócrata, desanimado por la derrota de la democracia, no la de su partido, debe quedar claro que la única respuesta que puede dar al autoritarismo es más democracia, no la exaltación de otro caudillo, pues estaría solo legitimando un mecanismo de la historia autoritaria del país para derrotar a otro grupo autoritario. La democracia se salva desde el uso de la libertad por parte los ciudadanos.