Conteo rápido del Instituto Federal Electoral, presentado a las 11:15 de la noche//Foto: IFE.

Enrique Peña Nieto y el Partido Revolucionario Institucional han ganado la Presidencia de México en unas elecciones concurridas que demuestran la vocación democrática de millones de mexicanos y cientos de irregularidades que no apuntan a un fraude, sí a la compra del voto.

Hasta este momento, finalizado el día 1° de Julio, el Instituto Federal Electoral (IFE) ha presentado el resultado del Conteo Rápido que realizó y los resultados no son abismales, confirman la recuperación, el repunte, de Andrés Manuel López Obrador en esta campaña y la caída de Josefina Vázquez Mota.

La elección terminó siendo de dos candidatos hasta las últimas semanas. A pesar de los resultados y el regreso del PRI a la Presidencia de México, la situación del país y la democracia ha cambiado considerablemente. No es el escenario que cualquier demócrata esperaría, ni la que muchos imaginamos en el año 2000. Tampoco es ese escenario negro que muchos vislumbran en esta noche.

Los porcentajes de votación señalan que la izquierda y derecha partidistas han logrado una votación conjunta de más del 50%. La situación señala que el poder ejecutivo estará en manos del PRI (37.93% – 38.55%), pero la situación cambia en el poder legislativo, hasta el momento no hay control.

El escenario pone una oportunidad a la izquierda y derecha partidista de reavivar la democracia mexicana al permitir nuevos mecanismos de participación ciudadana, permitiendo que sea la sociedad civil quien quede encargada de la democracia y su avance, como se debe dar en todo país democrático.

Nuestra democracia no es perfecta, ni se acerca a una democracia madura. La existencia del PRI es una prueba innegable, su regreso una muestra de que la democracia nunca está segura.

Por otra parte, es cierto que el regreso del PRI no indica que se haya democratizado, sino que muchos mexicanos siguen viendo en una opción autoritaria una forma de vida que prefieren sobre la democracia.

El PRI no ha ganado porque se haya democratizado, sino porque moderó sus formas violentas de mantener el control y favoreció el control económico en todos los lugares que gobernó en los últimos 12 años. Aquellos lugares donde gobernó con violencia en los últimos años los perdió, pero no por mucho. Los mismos problemas que generó y que llevaron a su caída lo han vuelto a poner en la Presidencia de México. Quienes han pagado la falta de solución a los problemas son los gobiernos de derecha e izquierda, pero también han abonado al regreso del PRI porque no han tenido soluciones favorables a los ciudadanos.

El caso más clarificador de las derrotas de los gobiernos emanados de partidos que lucharon por la democracia en México la tenemos con Felipe Calderón y la guerra contra el narcotráfico. Es cierto, los cárteles de la droga no son producto del PAN, sino de la corrupción del PRI, pero la prisa de Calderón por legitimarse después de una elección reñida lo llevó a tomar una decisión a favor de su gobierno y no de la democracia.

Por otra parte, la izquierda partidista mexicana no ha construido un discurso que favorezca a la democracia, sino revalora un discurso victimista heredado de la lucha contra el autoritarismo que no reconoce el avance de la democracia mexicana y la aparición de una ciudadanía compleja en el país. Además, se ha dedicado en los últimos años a desprestigiar las instituciones democráticas que ayudó a formar en la década de los noventa, pero tampoco ha permitido su reforma desde el poder legislativo.

Hoy ha ganado el PRI porque la democracia mexicana está estancada desde hace 12 años, pero también porque la izquierda y la derecha mexicana no lograron comprender que el mayor respaldo que tiene un sistema político en proceso de democratización son los que apostaron por él, no quienes fueron derrotados por la democracia y apuestan al autoritarismo.

México no es el mismo de hace 20 años, ni puede volver, hoy tenemos un país más plural que está aprendiendo a ponerse de acuerdo en democracia, a tolerarse, pero en estos cambios los autoritarios siguen existiendo y pueden ganar en democracia, porque nadie se ha preocupado por los mínimos que sigan garantizando la existencia de la democracia. No hemos perdido la democracia, solo nos ha dado una lección de que ella se construye a diario.