Suspicacias y desconfianza se han convertido en el tema que envolvió la última semana de campañas y los días previos a la votación en las elecciones de México 2012.

No es para menos que haya desconfianza, México elige al próximo Presidente de México, Senadores y Diputados Federales.

La situación del país se mantiene como vario pinta, pero los extremos de éxito y fracaso están alejados de manera monumental.

México, lo ha reiterado el mundo, es una economía de categoría en el orbe, respetada y temida. Su sistema financiero y económico son estables, guiñan cada que quieren a los inversionistas para que inviertan en el país. Aunque, también es un país donde la repartición de riqueza es un pendiente histórico que cada día que pasa se acrecienta mas y estalla nuevos problemas sociales.

No se puede festejar en un país como México, cada que se intenta sonreír por los aciertos tenemos los terribles problemas que nos agobian: más de 60 mil muertos que se incrementan porque no los hemos hecho nuestros, pobreza, corrupción y serios -profundos- problemas educativos.

Al lado de ellos, el mexicano mantiene un serio problema que le impide fortalecer la democracia: la desconfianza a todo y en especial al mexicano.

El verbo chingar mantiene una validez que se demuestra cada que hay un evento que trasciende lo coyuntural y define el futuro de nuestra sociedad. La desconfianza es porque todavía amplios sectores de la población esperan del otro “ser chingados”. Por otra parte, el que chinga solo ve el otro como un mero objeto que sirve para sus propósitos, aunque con esta forma de verlo quite toda posibilidad de reconocer a un ser humano y otro mexicano.

El Partido Revolucionario Institucional logró que “chingar” se convirtiera en una práctica común en la sociedad mexicana durante el Siglo XX. Logró que la práctica fuera mal vista por aquellos que eran chingados, por “pendejos”, pero que era soportada por el resto de la sociedad bajo la idea de que “bajo advertencia no hay engaño”.

Ahora, después de 12 años de alternancia, la izquierda partidista revive el chingar desde el victimismo y la incapacidad de reconocer en el mexicano la capacidad para confiar en el otro.

Según la izquierda partidista este 1° de julio se confirmará un fraude organizado desde el Partido Revolucionario Institucional y diversos grupos fácticos, incluido Televisa. Bajo esta idea, a la izquierda partidista se le olvida que para generar confianza en la sociedad mexicana nuestras institución electoral está ciudadanizada. En otras palabras quienes hacen y cuidan la democracia mexicana son los ciudadanos. Quienes están en las casillas electorales son ciudadanos que voluntariamente, a pesar de los errores de los políticos y desencantos, decidieron respaldar la democracia para que el resto de ciudadanos puedan ejercer sus derechos políticos.

Por supuesto, no se debe descartar que los partidos políticos durante largos años han intentado minar, muchas veces lo han logrado, la institución electoral. No solamente se trata de las prácticas de fraude que ha intentado realizar el PRI durante muchos años, sino la compra de votos que lo único que demuestra es el desprecio por los pobres de México que venden su libertad política para seguir sobreviviendo.

El llamado fraude al que llama la izquierda partidista confirma que tampoco aprecia a los mexicanos y ve en ellos la capacidad de respaldar sus instituciones y cuidar la democracia. Bajo la lógica de estos grupos, todos hacemos el fraude porque todos participamos en el proceso electoral. No estoy de acuerdo con estas ideas que se basan en hipótesis que no toman en cuenta la participación del ciudadano.

Nuestra democracia es imperfecta, nunca será perfecta, nuestras instituciones cada proceso electoral soportan más embates autoritarios, pero la ciudadanía sigue soportando estoicamente los embates autoritarios. No comparto estas visiones de fraude donde el ciudadano es vapuleado por incapaz.

No creo que nuestra democracia esté pasando por buenos momentos, pero tampoco creo que ella dependa de los partidos políticos. Si la democracia mexicana depende de la clase política, entonces todos hacemos el fraude.