Solo faltan siete días para votar y en los números todo sigue como al inicio. Esta semana será el último día lunes, martes y miércoles de campaña. Las encuestas darán a conocer los resultados indicando que en una semana todo puede cambiar. Por supuesto, las especulaciones se escribirán durante toda la semana y en la que sigue se explicará por qué no sucedieron. Los especuladores nunca se equivocan, solo anticipan desgracias para evitarlas.

Enrique Peña Nieto del Partido Revolucionario Institucional (PRI) arranca la última semana como puntero y más de 10 puntos de ventajas. La derecha y la izquierda partidista están empatados en segundo lugar. El tercer lugar es para un inesperado cuarto candidato, Gabriel Quadri, que salió de la nada para salvar al partido del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Nueva Alianza (Panal).

Junto a los números que se han movido solo en el segundo lugar y donde el partido en el gobierno, Acción Nacional (PAN), con la primera mujer en México con posibilidades reales de ser presidenta, Josefina Vázquez Mota, han hecho la peor campaña imaginada, la izquierda partidista sueña con que el proceso es entre ellos y Peña Nieto. ¿Por qué? Solo una estrategia de campaña.

La realidad es que Peña Nieto tiene una ventaja de dos dígitos y los indecisos, que han bajado según las encuestas, se han repartido entre los cuatro candidatos. Ningún candidato ha captado el suficiente porcentaje de indecisos suficientes para cerrar el proceso electoral.

Andrés Manuel López Obrador, el candidato de la izquierda partidista, solo obtuvo hasta esta semana el porcentaje de indecisos que necesitaba para estar en el segundo lugar y aparecer con unos cuantos puntos porcentuales por arriba de Vázquez Mota, quien solo ha podido parar su caída y mantenerse viva en la contienda.

En sí, hasta este momento el porcentaje de indecisos permite que la elección se mantenga en término de “viva”, o sea, que el PRI todavía no puede cantar victoria, pero los segundos lugares están retirados del puntero. En cierta forma, el proceso sigue vivo porque matemáticamente lo está. Por supuesto, las decisiones humanas cambian de forma inesperada, pero en el caso mexicano las decisiones de millones de votantes giran sobre las necesidades económicas y materiales que necesitan cubrir. Peña Nieto ha vuelto a capitalizar este activo que el PRI explotó por décadas como si de pozo petrolero se tratara.

México es un país desigual, como el resto de América Latina, pero la bonanza económica de unos cuántos se ve como el insulto a más del 50% de la población general que vive algún tipo de pobreza. Por otra parte, la historia de México es una loza que sigue pesando hasta en las nuevas generaciones.

Las elecciones de Presidente de México importan sobremanera, dejando de lado las elecciones del poder legislativo, donde recaen los problemas que hoy agobian a los mexicanos y que impiden que la puerta del Primer Mundo económico, político y social se abran para el país. Estamos otra vez ante la disyuntiva de seguir adelante con el avance de la democracia, sin saber con qué parte de la clase política contamos y con el doloroso camino que hemos caminado desde mediados de los ochenta; si no escogemos ese camino tenemos el camino del inmediatismo, la solución coyuntural y material que no construye futuro, pero sí resuelve el presente por momentos, esa es la opción del PRI.

La cuestión, para aquellos que seguimos creyendo y esperanzándonos con la democracia, es saber qué garantiza la izquierda y derecha partidista para nuestros anhelos de país.