Andrés Manuel López Obrador ha hecho su último acto público en la ciudad de Oaxaca. La Alameda de León se convirtió en el espacio simbólico de la izquierda partidista y las organizaciones que apoyan su candidatura.

Si algo caracteriza a la izquierda mexicana es la diversidad de grupos que la integran. En el espectro ideológico van desde la vieja guardia comunista, pasando por los socialistas científicos, la socialdemocracia hasta llegar al indigenismo y grupos que intentan funcionar bajo normas “comunitarias” o supuestamente horizontales.

La Alameda de León estuvo abarrotada y los seguidores de AMLO ovacionaron cada de sus ideas, acciones y posiciones ante los problemas que enfrenta México. Sin duda alguna, criticar al candidato de la izquierda partidista se ha convertido en un deporte extremo ante sus seguidores.

Los seguidores de AMLO, responden a aquellos que se atrevan a criticarlo con argumentos morales, éticos y llamados a que el candidato no es culpable de las acusaciones que recibe. Los culpables, para los seguidores, son los políticos que bajo el manto de López Obrador se corrompieron y traicionaron al movimiento. Los argumentos no se soportan cuando uno revisa el activismo de Rene Bejarano y el cobijo que recibe para operar políticamente al interior del Partido de la Revolución Democrática.

Al lado de esta respuesta a los argumentos que defienden a López Obrador, está la contra réplica que indica que AMLO es distinto al PRD, que está por encima de él y al margen de la operación del partido. Además, que el partido es necesario por el registro.

Si nos mantenemos en el nivel de criticar a AMLO, algo normal en una democracia, sus seguidores y defensores “cuasi religiosos” terminan llamando a una batalla ideológica donde existe lo bueno y lo malo. Además, intentan siempre argumentar que lo bueno es el México pobre y ante tales argumentos no se puede estar en contra de que los pobres deben ser atendidos. Por supuesto, la diferencia está en los métodos que se ocupan, pero para los seguidores del candidato de las izquierdas eso es secundario, pues solo importa tener un líder político que no sea corrupto. Ahí es donde el argumento es fácil de romper, pues cualquier país en la actualidad necesita una burocracia y ni siquiera el PRD, con AMLO como gobernante, ha podido evitar que sus funcionarios y burócratas bajo su mando se corrompan.

Seguir discutiendo sobre AMLO puede llevar a la mentira que se justifica porque hay un fin supremo que se debe perseguir.

Alguien en Oaxaca me pidió que lo llevara unos minutos al mitin de AMLO para conocer cómo se hacían estos actos de campaña en México. Durante los 30 minutos que estuvimos ahí me preguntó sobre los resultados de las encuestas, a lo que contesté que según las encuestas, a pesar de las dudas que hay sobre ellas, algo que mi acompañante extranjero sabía, salía ganador Enrique Peña Nieto y en segundo lugar Andrés Manuel López Obrador. Agregué que Josefina Vázquez Mota estaba en tercero y todavía cerca del segundo lugar. A los dos no nos interesaba hablar de Quadri.

Cuando decía a mi acompañante que AMLO había subido sus preferencias, me interrumpió para decirme cuál era todavía la ventaja de Peña Nieto, a lo cual contesté que algunas encuestas marcaban 13 puntos, otras 10 puntos y una 4 puntos porcentuales.

Decir estas cantidades en un mitin de AMLO provocó que una señora pasara cerca de mi y me gritara que le dijera al extranjero que me acompaña que López Obrador iba ganando, pues “así apoyas al movimiento, no diciendo que vamos en segundo lugar, estás mal, con tu actitud no vamos a ganar”. No contesté, pero nos sorprendimos por lo dicho.

El mensaje de la simpatizante de AMLO es precisamente el tipo de “mentiras” que los seguidores de la izquierda mexicana consideran “buenas” y que no hace daño a nadie porque hay un fin supremo que justifica todo.

Guardamos silencio para escuchar al menos unos 10 minutos del discurso de AMLO, pero durante ese tiempo aproveche para observar las decenas de banderas de organizaciones y movimientos sociales de Oaxaca que apoyan al candidato: MULT, ambulantes de la organización 8 Regiones de Hugo Jarquín, organizaciones de taxis piratas que operan bajo una supuesta lucha para defender los derechos sociales, etcétera.

Si está prohibido criticar a AMLO y no está prohibido criticar a los partidos que lo apoyan, tampoco a las organizaciones que están con él. Ante esto, las organizaciones oaxaqueñas que apoyan al candidato se caracterizan por la violencia y por sus actividades “cuasi” paramilitares como la que tiene el Movimiento Unificado de Lucha Triqui en la Región Triqui de Oaxaca, donde los asesinatos de líderes sociales son una actividad normal. Antes de concluir el gobierno de Ulises Ruiz, el líder moral del MULT, Beto Pazos, fue asesinado y todavía no se esclarece el móvil político. Los ambulantes se dedican a violar la ley cada que quiere e invaden calles para obtener más agremiados que sacrifican su libertad política por las necesidades económicas, los taxis piratas están en el mismo renglón.

Es probable que AMLO no sea un violento, permitamos al candidato que lo demuestre, pero no se puede negar, al menos en Oaxaca, que las organizaciones que lo apoyan se caracterizan por utilizar la violencia para lograr sus objetivos.

Por supuesto, no se puede dejar de lado que hay grupos de la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) que simpatizan con López Obrador, pero prefieren guardar las banderas para no provocar críticas al candidato.

Dejemos de criticar a AMLO, evitaríamos el terrible desvío de una discusión de lo real – lo que se logra percibir- a lo normativo con sus integrantes, pero sí trabajemos en criticar a los grupos que lo apoyan, ahí se encuentra la debilidad y peligrosidad de la izquierda mexicana.