El Gobierno de Oaxaca sabe hasta donde puede gobernar. Los partidos políticos y sus candidatos a senadores y diputados en este territorio saben qué temas tocar. Gobernantes y aspirantes a gobernar tienen en claro que no deben tocar el tema de las manifestaciones de la Sección XXII del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).

Hay todo un modelo para atender públicamente, en los medios de comunicación, el tema del paro magisterial de cada año. Las declaraciones que se hacen en la prensa giran sobre el avance en las mesas de diálogo y el compromiso de los maestros oaxaqueños con la educación. Nunca se menciona el desacuerdo con la pérdida de clases, solo se dice que el “gobierno” está haciendo todo lo posible para evitar que haya paro magisterial, nunca lo logra.

Al “Gobierno de la Alternancia” la estrategia para atender el problema heredada del régimen autoritario del Partido Revolucionario Institucional (PRI) no molesta. El comportamiento de la Sección XXII no ha cambiado ni un ápice, sigue operando como si dialogara con un gobierno del PRI que se comporta de manera autoritaria. Los maestros de Oaxaca se niegan a aceptar que la ciudadanía votó por un cambio en las urnas, también por una manera distinta de hacer política. En pocas palabras, ninguno de los involucrados ha promovido un nuevo modelo de relación Gobierno/Sección XXII. El gobierno de Oaxaca solo ha buscado no caer en el escenario de violencia del 2006, no más.

Es probable que este fin de semana termine el plantón en la ciudad de Oaxaca, el Zócalo quede limpio y la ciudadanía se alegre. El gobierno de Oaxaca festejará su logro: solo 10 días perdieron los niños de clases, los capitalinos solo soportaron 15 días el plantón en el Zócalo. ¡Oaxaca se salvó! ¡Albricias!

Sí, la Sección 22 trata de manera distinta al gobierno de Cué, permite que tengan mayor capacidad de operación y mantiene un margen de maniobra que le permite mostrarse como la todopoderosa e intocable sección magisterial. El gobierno por su parte gana en demostrar que el diálogo evita los escenarios del 2006 o aquellos que el PRI provocaba entre el chantaje y la violencia.

Sería falso afirmar que la relación entre Gobierno de Oaxaca y Sección 22 no ha cambiado. Es claro que ha cambiado, pero su cambio es de forma no de fondo. En otras palabras, hay un discurso más tolerante por parte de los involucrados, palabras tenues por parte de las autoridades y discursos moderados por parte de los maestros hacia el gobernante. La única característica que se mantiene es la violencia del número y la radicalización de la protesta en contra de la ciudadanía y lo privado.

El fondo es el que sigue igual, no nos engañemos, 2 años han bastado para que la Sección 22 imponga sus prácticas. Si en algún momento las autoridades pensaron en la posibilidad de cambiar la relación de fondo, no lo lograron y sí se toparon con una organización gremial y cultura política que prefirieron aceptarla antes que cambiarla. Es cierto, no hay costos políticos que lamentar por parte del gobierno, ni por parte de los maestros, es tanta la costumbre que de 10 a 15 días hábiles en plantón, siempre será mejor el número más chico.

Por otra parte, ninguno de los grupos de presión del sistema político que provienen de otros sistemas o están en su interior ha cambiado su discurso y forma de actuar. Por ejemplo, tenemos a los empresarios oaxaqueños que siempre se quejan en esta temporada, siempre dicen lo mismo: somos afectados en el área turística, la imagen de Oaxaca está por los suelos. Termina el plantó en el Centro Histórico y comienza la recuperación, la cual siempre  se da por una magnífica y destacada atención del gobierno. Un papel bien aprendido, pero que también demuestra, al menos por el discurso público que tiene, que no ha logrado planificar ante estos eventos para aminorar las pérdidas o generar mecanismos que evitan su afectación, prefieren el papel de víctimas en lo público.

En medio de estas manifestaciones llenas de costumbre y tradición en Oaxaca, como la Guelaguetza, se juegan las elecciones federales. No hay nada positivo qué decir de las campañas, se parecen tanto al conflicto gremial, pues no hay un nuevo actor político que destaque por su cultura política o su trabajo en la sociedad civil, sí decenas de candidatos viejos y conocidos, tránsfugas que van y vienen cada proceso electoral, como los maestros cada mes de mayo. Aquí las tradiciones viven.