De Carlos Fuentes una vez al año releo “Tiempo Mexicano”, debato siempre con y sobre esa lectura. Me sorprende su similitud con algunos textos de Octavio Paz. Nunca encontré en Fuentes la originalidad ensayística de Paz
En Fuentes se puede encontrar sí a un literato que se convirtió en intelectual y a un hombre que supo hacer valer su opinión para contribuir a la legitimidad del régimen autoritario en la década de los setenta, cuando decidió atacar a los protestantes que fueron reprimidos en el “Jueves de Corpus» (El Halconazo). Para él todo fue una trampa y provocó que la pluralidad de opiniones crecieran sobre el régimen político. No estuvo del lado de los opositores en ese momento, pero sí fue un gradualista, más que un moderado.
Se puede y se debe criticar al Carlos Fuentes de esa época, serviría para desmitificar su presente que por estos días de su muerte llega a la adoración “heroica” que tanto fascina al mexicano. También serviría para aprender del último Fuentes, aquel que nunca dejó de opinar sobre los temas públicos de México. Del escritor se aprende que la opinión vale en una sociedad que busca participar en la formación de su presente y destino.
Nadie es perfecto, ni nadie es bueno ni malo. Fuentes no es un héroe, solo un escritor, que gusta y disgustas.
De Carlos Fuentes debemos aprender que la democracia, como él la entendía, es una construcción que se hace desde los hombres. Por eso su entierro debe ser honrado desde los hombres, no desde esta parafernalia que han hecho sus “adoradores criticados”, sí los políticos que hoy dicen que “México” tiene una pérdida irreparable, pero que en vida denostaron la opinión del escritor.
Nada más burdo y ridículo que Enrique Peña Nieto en su cuenta de Twitter diciendo que lamenta la muerte del escritor y que nunca estuvo de acuerdo con muchas de sus opiniones, cuando en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara no logró citar de manera correcta un libro de Carlos Fuentes.
Los políticos mexicanos son especialistas en construir al héroe y el mito. Rinden pleitesía al cadáver que tanto odiaron en vida. Así como Fuentes ayudó a la estabilidad del régimen priista en los años setenta, ayudó a su caída.
Los intelectuales están acostumbrados a morir solos y rodeados de hipócritas en México. Aquellos que los conocen terminan trabajando sobre su trascendencia, sus ideas y obras. Mueren solos porque el pueblo al que siempre escribieron no está con ellos, ni siquiera los conoce o ubica. Mueren rodeados de hipócritas porque la clase política rinde guardia de honor al intelectual que tanto quiso ver muerto cuando la criticaba o desnudaba en su proceso intelectual.
La muerte de Carlos Fuentes recuerda que toda una generación de intelectuales y críticos está muriendo y que aquella generación que está llamada a ocupar el lugar en la crítica no se ha terminado de formar o simplemente no ha logrado formarse. Carencias del Tiempo Mexicano, atrapados en el pasado, viviendo en el presente como si fuera ayer y viendo el futuro con los ojos mirando hacia atrás.
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