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Hace casi un mes los partidos políticos y el Instituto Federal Electoral decidieron el formato y fechas de los dos debates que tendría la contienda electoral para elegir Presidente de México. Después vinieron las reuniones para temas y elegir al moderador de un debate que creció en expectativas entre los mexicanos no por el mismo, sino por el contexto que lo ha rodeado. Es cierto, todo gira entorno al debate desde hace 15 días, pero no forzosamente entre quienes debatirán este 6 de mayo de 2012 en México.

Primero, la expectativa sobre el debate de candidatos a la Presidencia de México se generó desde un tweet lanzado por el “mandamás” de la segunda cadena de televisión pública del país, Tv Azteca, no por la cerrazón de la televisora a transmitirlo, sino por la burla y la postura sarcástica de Salinas Pliego.

Segundo, la expectativa sobre el debate creció por las opiniones generadas en las redes sociales y su trascendencia a los medios de comunicación. Si las opiniones de las redes sociales sobre un tema logran llegar a la televisión, los periódicos y las radios comerciales habrán exponenciado su influencia en la opinión pública. Aunque no logren influir de manera decisiva en un tema, haber colocado un tema es un logro que no debe despreciarse.

Tercero, la expectativa sobre el debate se generaron porque es la primera elección donde los ciudadanos saben que su opinión pesa cuando se encuentra con otras opiniones semejantes o divergentes en un espacio público medible para los medios de comunicación. Sí, las redes sociales transparentan las opiniones porque son un espacio público.

Cuarto, las expectativas sobre el debate existen porque sectores de la ciudadanía, sociedad civil, académicos y políticos entienden que la influencia en el poder político por parte de las televisoras es tan importante que pueden negar información a diversos sectores de la población mexicana. En efecto, la no transmisión del debate por los canales con mayor cobertura de Televisa y Tv Azteca no solo muestra desprecio por la democracia, sino su influencia en el proceso electoral para favorecer sus apuestas.

Quinto, la expectativa sobre el debate ha crecido entre quienes no pensaban verlo, no por los políticos que contienden, sino por el contexto que las televisoras han creado y que ha sido favorecido por el Instituto Federal Electoral al no agotar las instancias para cumplir con la máxima publicidad que exige la democracia.

Estamos ante un debate que tiene muchas expectativas a su alrededor, falta saber si los candidatos están dispuestos a debatir y si su actuación influirá, por fin, en el inmenso número de indefinidos de la contienda. Por supuesto, parece que las televisoras seguirán influyendo con sus programas “postdebate”. Ahí también se juegan las tendencias electorales, la opinión siempre pesa en una democracia, pero ahora los ciudadanos con acceso a Internet y cuentas en redes sociales también pueden decidir si dan a conocer su opinión y logran generar una manifestación genuina de tendencias, ellos luchan contra los bots políticos, los acarreados virtuales que se crearon en el PRI a finales del 2011 y que se expanden como práctica común en la política mexicana a otros partidos políticos.

Hay posibilidad de debatir, los contendientes deciden si lo hacen. Ojalá Hollande y Sarkozy hayan inspirado, por el bien de la democracia que haya debate.