Desaparecida

Primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío, no me importó…

Después siguieron con los curas, pero como yo no era cura, tampoco me importó…

Ahora vienen por mí, pero ya es demasiado tarde

Bertolt Brecht

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El año pasado, a las pocas semanas de que fuera pública la desaparición de Paula Moreno y ya con meses recorridos la de Carlos Román Salazar, escribí un artículo sobre dichas ausencias. El texto se volvió polémico: algunos señalaron que la forma de vida de las personas desaparecidas tenía que ver con su hoy ausencia, otras que su búsqueda era una exageración y los peores que mi artículo tocaba al gobierno de la alternancia en Oaxaca. Verdaderas exageraciones, pero entendibles de personas que han vivido del poder y la política o pretenden vivir de ella.

Hubo mucho ruido en los dos casos de desaparición que he comentado, pero aquellos que respeten la libertad de vida no pueden negar que cualquiera que desaparezca, o sea, se termine con su vida ante los otros, tengan un lazo consanguíneo o no, debe ser buscado y encontrado, no importan como se encuentre, pues es regresarlo a lo público, que volvamos a saber de su existencia, aunque su vida biológica esté apagada. No hacerlo, dejar que el tiempo borre la memoria y dé paso a la desmemoria de los que ya no están, ni físicamente, ni mentalmente, es simplemente degradar la vida humana a un simple hecho metabólico, pero sobre todo, permitir que una parte fundacional de la sociedad se pierda.

Los secuestros y desapariciones en Oaxaca se han vuelto importantes para la sociedad cuando son públicos, o sea, todo mundo sabe de la ausencia de la persona. Que no sean públicos no implica que no existan, pero sí que los familiares se reserven su ausencia para ellos, llevarlos al ámbito público y que los ciudadanos reconozcan al ausente es darle su lugar en el mundo, en nuestro mundo humano. La publicidad que ahora goza el desaparecido o secuestrado por aquellos que reconocen su no presencia, también convierte a la desaparición forzada o no querida del espacio público y privado de la familia como un problema que atenta contra la libertad del hombre para estar entre hombres.

El problema que se presenta en Oaxaca no solo implica a los hoy ausentes, también los motivos que tuvieron las personas para arrancar de su vida cotidiana a los secuestros o desaparecidos y la cuestión de la necesidad de quien hace el acto y quien lo tolera.

Primero, el ausente ha perdido toda capacidad de libertad, pero también de satisfacer sus necesidades que le permiten seguir vivo biológicamente y depende de sus captores, es un esclavo, una pieza de cambio para que los negadores de libertad puedan satisfacer sus necesidades.

Segundo, aquellos que no han contribuido a la defensa de la libertad y la aparición del ausente en nuestro espacio público por medio de su recuerdo y búsqueda, no solamente lo han hecho por su desinterés hacia los demás, sino lo más peligroso, han callado por los intereses que tienen para satisfacer su necesidad, que nunca, en el mundo contemporáneo, deja de ser económica y llena de poder.

Tercero, la falta de acción de aquellos que se han retraído al espacio privado y los que buscan satisfacer sus necesidades económicas sólo demuestran sus intereses egoístas a costa de lo que pase al resto de la población.

El silencio, la prepotencia, la “institucionalidad” que defienden y su egoísmo ante las desapariciones y secuestros que se dieron antes de Maydelith, especialmente en el caso de Paula, solo fueron cómplices de aquellos que quitan la vida ante los demás, pues no han alzado la voz para sumarse a las voces que exigimos el respeto y la defensa de la libertad de quien sea, así sea un delincuente, defensor de narcos, estudiantes de maestría, huevones, intelectuales, etc., que sean nuestras instituciones que juzguen a quienes han violado las virtudes y no nuestro silencio ante la desaparición de alguien en manos de terceros, bajo el pretexto de no tener una “buena” vida pública, porque sólo toleraremos y permitiremos que aquellos que quitan la libertad para satisfacer sus necesidades comiencen a atentar contra aquellos que pueden considerarse “buenos”. De allí el epígrafe de este artículo.

Nota: Este artículo se publicó en la revista Mujeres en número del mes de febrero 2012