OAXACA, México.- ¿Por qué los jóvenes oaxaqueños son los protagonistas de la transición política en Oaxaca? La pregunta puede plantear simplemente un lugar “común” y vacío en algún discurso político que esté impregnado de la moda del proceso de transición política desde un régimen autoritario hacia uno que se piensa configurar como democrático, pero también es una pregunta que puede ser llenada con contenido si se piensa hacia el futuro y se ve a la generación de jóvenes que habita en Oaxaca como el presente del bono democrático. En otras palabras, los jóvenes son los encargados de llevar al puerto que deseen a la transición política, aunque se espera que este sea democrático.
La alternancia de partidos políticos que vivió Oaxaca en el 2010 en el poder ejecutivo estatal y la nueva pluralidad que alberga el poder legislativo son un escenario inédito en el sistema político oaxaqueño. Hay nuevos actores e institutos partidistas que por fin han logrado dejar de ser oposición para acceder al poder; por supuesto, los que siempre ostentaron el poder ahora son oposición, pero también co-gobierno, o sea, no se puede gobernar sin ellos por el control que todavía tienen en el sistema burocrático.
En cierto sentido, las estructuras del sistema político – administrativo y económico de Oaxaca han vivido cambios que provocan que el centro de estabilidad haya desaparecido, la consecuencia es que estamos transitando de un punto de origen de estabilidad hacia otro nuevo que será creado por las nuevas formas políticas, culturales y sociales que surjan en favor de la utopía anhelada: la democracia.
En efecto, si hay alguna claridad sobre lo que está pasando en Oaxaca y entre la diversidad de actores políticos y sociales es que la solución a los problemas que enfrentamos en la actualidad pasan por una -única- solución, la democracia.
La homologación en la solución termina cuando se plantea la pregunta ¿qué entienden en Oaxaca los actores políticos y sociales por democracia? Cada uno de ellos ha terminado por adjetivarla;por ejemplo, si se pregunta al partido que gobernó en la mayor parte del Siglo XX (PRI) contestará que la democracia en Oaxaca siempre ha existido y que sólo está pasando por una nueva etapa. Los partidos opositores, dependiendo si se clasifican como izquierda y derecha, darán una respuesta desde sus posturas ideológicas. La derecha podrá hablar de ciertas libertades que se deben expandir y la izquierda acentuará el proceso democrático en lo social, pero qué pasa si se hace esta pregunta a los oaxaqueños que no pertenecen a algún partido político y ostentan algún cargo al interior de este o trabajan en algún área de gobierno, ¿qué puede responder un joven oaxaqueño si le preguntamos su concepción o idea de democracia? Y si además le decimos que es protagonista de los cambios políticos que está viviendo su sociedad y que de él depende -en gran parte- que lleguen a buen puerto ¿qué responderá? ¿en verdad a los jóvenes de Oaxaca les preocupa el futuro y la democracia?
Antes de responder a las preguntas que he planteado, es prudente, y al mismo tiempo delinea los límites del camino, revisar los acuerdos mínimos sobre lo que está pasando en Oaxaca en cuestión política y el contexto que se vive.
Mínimo contexto
Primero, Oaxaca ha vivido una alternancia de partidos políticos en el proceso electoral del 2010 que ha permitido el avance de la transición política desde un régimen autoritario hacia uno democrático.
Segundo, la transición política de Oaxaca es parte del proceso de transición política que ha vivido México desde los años noventa.
Tercero, la transición política en Oaxaca se da 10 años después de la alternancia de partidos políticos a nivel federal.
Cuarto, la alternancia en el poder ejecutivo en Oaxaca es resultado de una coalición de partidos políticos de oposición que permitió la conjunción de fuerzas políticas de derecha e izquierda partidista y la suma de diversas organizaciones sociales que tuvieron como objetivo común vencer al Partido Revolucionario Institucional.
Quinto, a pesar de que las encuestas previas al proceso electoral marcaban una elección cerrada o con marcada diferencia entre candidatos, fue la asistencia de los ciudadanos a las urnas lo que impidió que existieran dudas en el triunfo del vencedor. Además, mostró que los oaxaqueños se interesan en procesos electorales que consideran pueden marcar diferencias en la vida pública.
Si en algo se coincide de manera general es que el proceso de transición política que se ha vivido en México no ha tenido violencia generalizada, o sea, no ha sido una revolución armada, pero sí ha tenido periodos de violencia y persecución política en contra de activistas políticos y líderes sociales. Los oaxaqueños que participaron en el proceso electoral del año 2010 dieron una lección de civismo al participar en las urnas y elegir este mecanismo pacífico para generar cambios políticos, aunque no se debe olvidar que la elección estuvo precedida por conflictos sociales que generaron violencia durante un largo periodo de tiempo a mitad de la primera década del Siglo XXI.
Saber si dichos cambios que se han dado llevarán a mejores condiciones de vida en sociedad es todavía una incógnita, pero el cambio sí es alternativa a la situación que se vivía con el régimen autoritario en Oaxaca.
Se ha dado una revolución en Oaxaca, la cual se caracteriza por tener como objetivo la democracia, la cual sólo se puede dar si se comprende en un plano normativo (lo que debe ser) y en un plano real (lo que es).
En ese sentido, los oaxaqueños están todavía en una parte del proceso de transición política el cual es llamado instauración, el cual tiene como objetivo poner en clave democrática al sistema político para que se pueda instalar la democracia real, la cual siempre tendrá como medición y comparación a la democracia normativa. O sea, lo importante es entender que la democracia es siempre algo inacabado, pero que su construcción siempre debe estar dirigida a cumplir la normatividad que plantea.
La democracia no solamente se debe de ver como una forma de gobierno, también como una forma de vida, no puede ser forma de gobierno si carece del componente principal, la ciudadanía.
El concepto de ciudadanía es precisamente la conformación de una serie de características en el individuo que le permiten participar en el espacio público de su sociedad para incidir en él sin la necesidad de tomar el poder. Además, contempla límites al gobierno para que respete la vida de los individuos y sean ellos los que decidan su forma de vivir, lo cual tiene como límite el no atentar contra la libertad de terceros.
Democracia en el mercado juvenil
He delimitado una serie de características del proceso de transición que se vive en Oaxaca y el contexto en el que se ha dado, no he hablado de los jóvenes como un sector específico que vivió los cambios y que es protagonista del presente de transición que se vive. En seguida esquematizo mi opinión sobre la juventud en Oaxaca y su participación en política, o sea, estar en el espacio público político.
Primero, quiero insistir en que es necesario un concepto más amplio de política, pues comúnmente se tiende a pensar la política como una cuestión netamente de aquellos que que están involucrados en cuestiones de poder público, gobierno y partidos políticos u organizaciones que intentan incidir en la agenda de los gobernantes, pero pensar la política de esta manera, es simplemente una visión reduccionista. La política, es y debe ser entendida como todo aquello que dos personas o más realizan en el espacio público al dialogar, intercambiar ideas, sin compartir un lazo consanguíneo y tomar decisiones sobre un tema, conflicto, acto que les afecta en su vida cotidiana.
En este sentido, el hombre es un ser político porque vive en comunidad, o sea, no vive aislado y todo lo que sucede en la convivencia le afecta. La política es el mecanismo que tiene para convivir de manera pacífica, cuando la violencia surge, la guerra comienza, la política ha fallado.
Entendiendo de manera más amplia la política, se puede comprender que los valores, las instituciones, la cultura, las tradiciones no son inamovibles ni generadas desde alguna divinidad, sino que son hechas por la sociedad y sus integrantes tienen la posibilidad de cambiarlas. Por lo tanto, nuestras tradiciones deben ser revisadas por parte de la sociedad oaxaqueña para saber si son compatibles con la democracia o algunas de ellas sólo fortalecen formas de vida autoritaria que atentan contra terceros.
Por ello, la democracia necesita una cultura política que esté acorde a sus postulados normativos. Si es así, el espacio público, el lugar donde los ciudadanos realizan el intercambio de ideas, es la plaza donde se debate lo que es ético y antiético para determinada sociedad. Es en lo público donde lo plural existe, se hace presente ante los ojos de todos y se expande – contrae bajo el ritmo que los ciudadanos le impregnen.
Los jóvenes en Oaxaca, como en cualquier otra parte, son parte de aquellos que debaten en lo público los temas que les afectan, se suman a ellos, aunque no siempre utilicen la plaza pública para fines totalmente democráticos. O sea, si Oaxaca está viviendo un proceso de transición, los jóvenes también lo han comenzado a vivir desde hace tiempo. Toda generación es distinta, cada una ha partido de ciertos metarrelatos o mitos que le han permitido generar una identidad colectiva. En palabras de Michel Mafessoli “existe siempre un mito para partir del cual una época se constituye. Ese es en el fondo el imaginario, nuestra especie animal tiene siempre necesidad de decirse, de contarse (2004, 32 p.)”. ¿es el proceso de transición política y la alternancia política en Oaxaca la historia, el hecho, el mito que identifique y caracterice a los jóvenes de hoy? ¿somos la generación de la transición y la alternancia política? ¿queremos democracia? ¿democracia para qué?
El imaginario en Oaxaca está bañado por el contexto de la transición política, pero en el espacio público político se debate lo autoritario y democrático de la vida “real” de todos los que habitamos este territorio. En otras palabras, el proceso de transición se convierte en el periodo donde lo ético y antiético de la sociedad oaxaqueña se está debatiendo para que surjan postradiciones que se basan en los acuerdo públicos que genera la participación de la ciudadanía.
Si el espacio público político está integrado por la dicotomía de lo ético y antiético, es necesario aceptar que la sociedad oaxaqueña es heterogénea no sólo por el color de piel, las diversas lenguas que se hablan, sino también por las concepciones políticas que se tienen y que se piensa deben de ser la forma de gobierno adecuada.
Es muy cierto que ha sido una mayoría la que manifestó en las urnas el hartazgo político y decidió que existiera la alternancia partidista, pero las razones para votar son diversas y el fondo también. Se pudo haber votado en contra del régimen autoritario, pero también sólo contra el personaje o el sexenio. Por ello es necesario saber hacia dónde se conduce Oaxaca y cuál es el objetivo que se comienza a plantear en este proceso de transición. De manera especial, los que somos jóvenes en Oaxaca necesitamos regresar al espacio público a dialogar después del frenético 2006. Pensar el conflicto de ese año sigue doliendo a los oaxaqueños y la falta de claridad para razonarlo es poca, la pasión se impone y nadie se aleja de ella para ver de lejos lo sucedido y dejar posiciones no comprobables que hacen leyendas. Falta revisar el conflicto desde diversos ángulos, dialogarlos, problematizarlos y concluir sobre las enseñanzas, pero también sobre lo que significó para el espacio público político, para todos.
Pensar en los “jóvenes” como una categoría de “unificación”·es un error. Los jóvenes no somos un grupo homogéneo, comparto con Lechner la idea de que ser joven “tiene significaciones muy distintas. En parte la juventud vive una realidad diferenciada según su nivel educacional y económico, su ocupación y ciclo de vida, el contexto demográfico y geográfico (2004, 13 p.)”.
Continuará…
Nota: Publicado en el suplemento política Ágora el 5 de septiembre 2011.
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