2012 y Oaxaca

OAXACA, México.- En las partes anteriores de este artículo he analizado diversas unidades del sistema político oaxaqueño en relación con el sistema político mexicano. El énfasis en ellos se debe a que son actores claves en el proceso electoral del 2012 a nivel federal.

El motivo de este texto ha sido que la elección federal donde se elige Presidente de México afecta la realidad política de Oaxaca y, también, provoca que el sistema político oaxaqueño presente actividad que está motivada por el proceso electoral; desde esta postura, la vida de los ciudadanos se ve afectada, sea para bien o para mal, pues la tensión política trae consigo que la sociedad viva un tipo de parálisis que afecta las cuestiones de orden público.

En las últimas décadas, la afectación de los procesos electorales se ha vuelto recíproco. O sea, los procesos electorales afectan a la ciudadanía, pero los ciudadanos pueden incidir en los resultados electorales, afectando las posiciones políticas de los partidos políticos en el gobierno. Un partido político que en determinado proceso electoral logró alcanzar un porcentaje de votación elevada, puede que pierda su posición política si no ha logrado tener un buen gobierno o que sea evaluado de manera positiva por la ciudadanía.

Aunque el funcionamiento de reciprocidad puede parecer justo, totalmente democrático, es todavía parte de los avances mínimos en materia democrática, pues el hecho de que existan opciones partidista que puedan acceder al poder, no garantiza que gobiernen de manera democrática y que gobiernen en favor de la sociedad, ni que estén integrados por políticos comprometidos con la democracia. Los gobiernos mexicanos se han caracterizado por realizar obra pública que trata de generar comodidad a la población que habita las ciudades o entregar recursos económicos y materiales a las personas con menos recursos para que ellos sigan sobreviviendo, pero en ningún momento han permitido que la democracia siga avanzando, no se han generado canales de participación ciudadana que permitan generar un nuevo equilibrio entre la clase política y ciudadanía.

La falta de mecanismos para que la ciudadanía pueda incidir en la política mexicana y en el gobierno, ha generado que las opciones para elegir gobernantes sea puesta siempre por los partidos políticos, así estén revestidas con el marketing político que supuestamente mide la popularidad de un político y la simpatía que genera en la ciudadanía, pero ello no implica que los reclamos de la sociedad civil, parte activa de la ciudadanía, vayan a ser tomados como bandera política y, lo más complicado, cumplido por los nuevos gobernantes.

Desacuerdos y dependencia

No hay un acuerdo sobre el lugar y tiempo en el que se encuentra México en su camino a la democracia, pero si es claro que diversos grupos de la sociedad mexicana cada día están más inconformes con lo que está pasando en el país y el rumbo que está tomando, ya que la parálisis legislativa y que los políticos cumplan sus compromisos estructurales, no provoca que todo siga igual, sino provoca la degeneración de los avances democráticos en nuevas formas de autoritarismo o no democracia.

La democracia mexicana depende, como cualquier otra democracia, de la ciudadanía, lo importante es que ella logre incidir en la clase política que se niega a hacer cambios políticos para favorecer a los que ostenta el poder político: los ciudadanos. Es obvio que la gran mayoría de políticos mexicanos no está dispuesto a ceder poder ante la ciudadanía, pues han crecido bajo las ideas de un régimen autoritario que les enseñó que la relación es vertical en política y que el poder es de ellos. Las concesiones que han hecho para que la democracia en México sea todavía endeble, se deben observar bajo la idea del “cálculo político” que han hecho los partidos políticos para sobrevivir electoralmente y no perder su poder político, que se puede traducir en poder económico.

México ha llegado a un punto donde los cálculos políticos ya no favorecen a toda la clase política, pues esta tendrá nuevos integrantes con los cuales compartir el poder. La situación actual del sistema político y de gobierno es caótica, los mecanismo que tiene la ciudadanía para provocar un cambio favorable son los mismos con los que ha contado desde la década de los noventa, pero vale preguntar ¿es la ciudadanía mexicana la misma que provocó la alternancia de partidos políticos en el año 2000? ¿qué tan fortalecida o debilitada está la ciudadanía? ¿los problemas de esta década la han logrado mermar o han provocado que nuevos ciudadanos se integren a la sociedad civil? La elección del 2012 le da la oportunidad de usar una de las únicas herramientas que tiene la ciudadanía en México para intentar generar mayor democracia o parar la aparición de versiones autoritarias. Lo he dicho en párrafos anteriores, la votación todavía es limitada, pero tenemos que aceptar que el voto tal y como está es de lo poco que los ciudadanos mexicanos tenemos para incidir en la clase política y en los gobernantes.

El 2012 se puede configurar desde la lógica de la clase política que actualmente gobierna, pero también se puede pensar desde la ciudadanía y que ella modifique la agenda y ritmo del proceso electoral que se avecina.

Los procesos electorales son el momento en que los ciudadanos pueden llevar al máximo la política desde su voto, reflexionarlo y hacerlo valer no sólo en la urna sino durante todo el proceso electoral para llevar al gobierno no a un político y/o proyecto realizado en los cuarteles de los partidos, sino para llevar un proyecto de gobierno que se construya con la participación ciudadana en el proceso electoral. En otras palabras, la posibilidad de que el proceso electoral no sea solo una larga campaña de mercadotecnia política, depende de que los ciudadanos modifiquen las campañas, obliguen a los partidos políticos a llenarlas del contenido de la ciudadanía a cambio de que los electores salgan a votar por aquel que los haya escuchado, pero sobre todo, obedecido. Que el 2012 tenga un significado para la ciudadanía, depende de los ciudadanos.

 Nota: Publicado el 29 de agosto 2011 en el Suplemento Ágora