2012 y Oaxaca

OAXACA, México.- En la segunda parte de este artículo, destinado a señalar la renuncia de Irma Piñeyro y contextualizar con los momentos políticos que se viven en Oaxaca y el país, señalaba que hacía falta pensar el significado y oportunidad que tiene el 2012 para los ciudadanos que están interesados en participar en el proceso electoral para elegir presidente de México. También abordaba esta interrogante sobre el Partido Revolucionario Institucional.

En el caso del PRI es importante saber qué esperan ellos y cómo los resultados que obtengan pueden beneficiar o perjudicar la estabilidad del sistema político oaxaqueño y la viabilidad del gobierno de la alternancia.

A diferencia de otros estados del país donde los partidos de izquierda y derecha han logrado incrementar su poder político impidiendo que se hable de un PRI “hegemónico” en muchos aspectos políticos, como puede ser el control de organizaciones corporativas, en Oaxaca el PRI ha perdido el poder en manos de una coalición opositora que en caso de llegar a separarse, terminaría por dividir el poder político que actualmente tiene, permitiendo que el otrora partido oficial incremente su poder.

PRI Oaxaca

El PRI en Oaxaca muestra que su grado de institucionalización, o sea contar con mecanismos y estructuras que eviten inestabilidad o rupturas en su interior, se encuentra estancado desde que perdió la elección del 2010. Aunque su institucionalización es similar a la que ha mantenido a nivel nacional desde el año 2000 cuando se dio la alternancia de partidos políticos en la presidencia de México.

Su estancamiento en materia de institucionalización ha estado acompañado de un grado de pragmatismo político que le permite escapar a cualquier compromiso con la democracia y jugar con los tiempos políticos dependiendo de la relación que mantengan los partidos de izquierda y derecha.

El PRI no ha cambiado en México porque las posibilidades de mantener un control político que lo haga ser un partido influyente en cualquier tema de la agenda política, siguen siendo elevadas. En este sentido, el tricolor sobrevive desde la alternancia partidista por el voto duro y los conflictos entre el resto de partidos políticos que en muchos casos han provocado que algunos de ellos tenga que negociar con el PRI para gobernar, evitar la parálisis legislativa o negociar el presupuesto año con año.

La coalición opositora en Oaxaca en el poder legislativo ha mostrado que la única posibilidad de gobernar sin la necesidad del tricolor como un actor de primera línea, sólo se logra cuando los frente de izquierda y derecha están unidos, cuestión que a nivel federal no sucede y que los posibles candidatos de los partidos que integran la coalición de gobierno en Oaxaca, se muestran como actores no colaborativos.

En este escenario, una victoria del PRI a nivel federal tendría como consecuencia que el gobierno de Oaxaca tuviera que negociar todo con el tricolor. Si esto llegara a suceder, el grupo con el cual tiene mayor relación el gobierno de Oaxaca al interior del PRI oaxaqueño, llamémosle grupo “no URO”, terminaría por perder parte del poder que hoy ostenta en lo local, ya que en la política nacional de este partido, es el grupo “URO” el que está mas cerca del evidente candidato tricolor, Enrique Peña Nieto, y el actual líder del partido, Humberto Moreira. Una victoria cambiaría por completo las relaciones y covarianza de estos dos actores, teniendo como protagonista y líder de la relación al PRI y no al gobierno. O sea, la verticalidad de la relación tendría en lo alto a los derrotados del 2010 y en lo bajo al actual gobierno. Este es el escenario al que le apuesta el político tricolor.

Otro escenario que se pueda plantear en el caso tricolor, es aquel que plantea una victoria en Oaxaca y una derrota en lo federal. Si el PRI gana Oaxaca, los representantes de este estado en el poder legislativo, Cámara de Diputados y de Senadores, serán, por segunda vez, opositores al gobierno de Gabino Cué, algo que, como hemos visto, limita el campo de acción y negociación del gobierno de la alternancia. Lo limita, porque los intereses del gobierno no están representados y se tiene que negociar con el gobierno federal. Ante esto, el escenario quedaría igual que como está hoy, sólo la relación postelectoral que se genere entre la izquierda y la derecha en Oaxaca lo puede cambiar, siempre y cuando no sea colaborativa entre ellos, o sea, que la colaboración en el poder legislativo local termine. Por supuesto, este escenario no hace que el PRI incremente su poder político, pero tampoco pierde.

Un tercer escenario es aquel donde el PRI gana lo federal y pierde Oaxaca, aunque se puede plantear que en lo local pierde poder político y electoral, los recupera con su triunfo federal en el poder ejecutivo y, muy probablemente, legislativo. El verticalismo con el que se relaciona lo federal con lo local permite que el tricolor condene al olvido al gobierno de Oaxaca hasta que este no ceda en lo electoral, o sea, en las elecciones estatales que se llevarán acabo después del 2012.

El único escenario que no favorece al tricolor es aquel en donde pierda lo estatal y federal, este es el escenario deseado para el gobierno de la alternancia, pues cualquier posibilidad de inestabilidad política por parte de los hoy opositores quedaría borrado del mapa político actual y el gobierno de la alternancia dependería de la relación con los partidos políticos que lo llevaron al poder.

Comúnmente los escenarios “deseados” por alguno de los actores políticos tienen 20% de probabilidades de convertirse en realidad, esto se debe a que el contexto y las variables que controlan no siempre son favorables y sí muestran que los actores políticos viven una realidad política y social compleja.

El 2012 y sus resultados a nivel federal dependen -en gran parte- de los candidatos políticos, que puedan renovar el discurso y atraigan a los electores, si no lo logran, el PRI con su voto duro recuperará lo que perdió hace 12 años.

A nivel local el 2012 se juega de manera separada, o sea, no hay un escenario como el del 2010, porque los partidos de izquierda y derecha, hasta este momento, han dado muestras claras de que una colación es impensable; además, realizarla provocaría que aquellos políticos que piensan el proceso del año que viene como “puro” logren quedarse con alguno de los partidos pequeños para aparecer en la boleta y restar votos a la coalición derecha-izquierda”.

Nota: Publicado en el suplemento político Ágora el 22 de agosto 2011