OAXACA, México.- El 4 de julio del 2010 México vivió en diversos Estados elecciones para renovar el centro del poder en el sistema político estatal, el cual está encabezado por la figura de gobernador. Algunos de los lugares donde hubo procesos electorales, fueron gobernados por el mismo partido durante más de siete décadas. Las elecciones significaron la caída del partido hegemónico que durante el Siglo XX fue el Estado – Partido del régimen autoritario que se vivió todo el territorio nacional.

Ola democrática

Oaxaca, Puebla y Sinaloa se convirtieron en esa noche del 4 de julio en referentes nacionales de lo que he llamado “una ola de la transición política de México” que comenzara en el último cuarto del Siglo XX.

Así como la década de los ochenta presentó características particulares en lo económico, la llegada del neoliberalismo; lo social, el resurgimiento de la sociedad civil y; en lo político, el crecimiento de fuerzas críticas al régimen, al final de la primera década del Siglo XXI, nuestro país está enfrentando generalidades a nivel país que ponen en tela de juicio la forma en que han operado los políticos desde el año 2000. Por supuesto, no se puede olvidar la década de los noventa donde se vivieron las consecuencias de lo que pasó durante los años ochenta y que tenía sus antecedentes en los años 60 y 70. ¿Es probable que durante la segunda década del Siglo XXI vivamos las consecuencias de los cambios políticos de los primeros 10 años de este siglo?

Al lado de los cambios políticos a nivel nacional, los Estados que integran México han tenido cambios particulares que se han enfrentando, inspirados en gran parte por la realidad nacional, con estructuras políticas que ya no responden a diversas demandas de la sociedad.

Si algo se ha expandido desde el proceso de alternancia a nivel federal es la búsqueda de la libertad individual de los ciudadanos que integran la sociedad mexicana. Hay una correspondencia entre la lucha democrática que ha vivido el país y aquella que recupera la posibilidad de la individualidad ante la visión de grupo que sacrifica el disenso en la colectividad.

La búsqueda de libertad y participación ciudadana en los asuntos públicos ha sido tratado por parte de los regímenes autoritarios por medio de la fuerza, la represión, en un primer momento y; segundo, por medio de la satisfacción económica. Ninguna de sus “soluciones” le ha dado resultados positivos, pues la represión que en determinado momento logra pasar el umbral de agresión a la ciudadanía termina por unir a las fuerzas opositoras en lo público. En el caso de la “carretilla de dinero”, la satisfacción económica ha sido uno de los motores para que la sociedad logre mejores estadios que no sólo contemplan lo material.

Las características antes mencionados han conducido a que la sociedad mexicana poco a poco vea en los problemas particulares un único problema de fondo, el autoritarismo. Al mismo tiempo, una sola solución al mal, la democracia.

El hecho de que diversos Estados controlados por las fuerzas autoritarias vivieran un proceso de transición el cual muestra la alternancia de partidos políticos bajo un gobierno autoritario es una muestra clara que la solución de fondo a nuestros problemas sigue pasando bajo la idea de “una solución única”: la democracia.

En efecto, en términos generales las elecciones del 4 de julio del 2010 mostraron que a pesar de los sin sabores que los mexicanos hemos vivido en los 11 años de alternancia nivel federal, hay un apoyo a la democracia como el único régimen de gobierno que garantiza el avance del país y la sana convivencia de los individuos y grupos que integran la sociedad. Es, por llamarlo de alguna manera, una “ola de la transición política mexicana”.