OAXACA, México.- No toda la violencia política es culpa del Gobierno, pero sí es una muestra de cómo se resuelven los asuntos de poder en un Estado. El origen de la violencia política que ha ocasionado decenas de muertes en estos primeros meses del gobierno de la alternancia en Oaxaca, se localiza en la forma en que se desarrolló de manera práctica la política en el régimen autoritario.

En México, las armas, la violencia y las revueltas armadas siempre han sido catalogadas como una forma “válida”, aunque al margen de la ley, para poder acceder al poder. Las leyes que por décadas se han tenido en México, muchas de ellas vigentes, permitieron, por su elasticidad, justificar la violencia al no existir claridad y equidad en la competencia política. Las leyes en el autoritarismo se pensaron para violarse o acomodarse a las cuestiones coyunturales que fueran desfavorables al gobierno para que se cargara -siempre- de su lado.

La transición política en México ha tenido violencia política, no generalizada, pero sí focalizada en aquellos lugares donde los grupos opositores al oficialismo (PRI) de esa época comenzaban a tener una organización que les permitía competir con posibilidades reales para ganar puestos de elección popular. Dividiendo, comprando, chantajeando o provocando escenarios donde nunca se sabía quién mataba a quién, la participación política buscaba ser inhibida.

Las transiciones estatales han tenido sus propios escenarios particulares, no todas han vivido un clima de violencia política. El caso de Oaxaca, por lo que llevamos en estos meses de gobierno de la alternancia y los que se dieron en los últimos años del gobierno de Ulises Ruiz Ortiz, último gobernador priista del régimen autoritario del Siglo XX en Oaxaca, cae en aquel que tiene como ingrediente principal para frenar el avance de la democracia a la violencia política como catalizador de la inacción ciudadana. O sea, entre más violencia exista entre los actores del sistema político, se busca que aquellos que quieran participar en política no lo hagan, pues se pone en riesgo la vida.

De manera coyuntural se ha buscado a los actores que están involucrados en estos enfrentamientos violentos sin que hasta el momento se tenga claro quiénes son. Por supuesto, como actores políticos u organizaciones políticas queda claro que la violencia está siendo generada por los partidos políticos, el “por qué” se encuentra en el motivo que permitía la legitimación de la violencia en el autoritarismo: que el partido en el poder no pierda “poder”.

En este sentido, cuando se tenga un enfrentamiento o muertos por problemas políticos se debe buscar aquellos actores que han tenido un peso en el municipio, célula de la violencia política, los diputados, delegados de gobierno y la participación de los partidos políticos, sean oficialistas u opositores al Gobierno de Oaxaca.

Sólo la detención de dirigentes, orquestadores o tolerantes a la violencia política como un arma para beneficiar a grupos que los respaldan, permitirá que la práctica de la violencia política, heredada del autoritarismo, termine.

Más allá de imponer la ley por parte del Gobierno del Estado, que debe ser fundamental, se tiene que pensar en que para imponer esta ley tiene que haber un uso debido de la fuerza pública. La detención de Rufino Juárez, líder del posible grupo paramilitar Unidad de Bienestar Social de la Región Triqui (UBISORT), sólo será exitosa si la justicia oaxaqueña logra comprobar que es un líder paramilitar o un activista, si las dudas persisten o no se llega a un buen término en esta materia, la violencia política tendrá más motivos que la justifiquen para seguir existiendo en Oaxaca.

La violencia política en Oaxaca se ha presentado en estos días del gobierno de Gabino Cué Monteagudo, porque es un uso y costumbre heredado del viejo régimen autoritario que corre el riesgo de desaparecer si las instituciones políticas comienzan a operar en clave democrática, o sea, en competencias con reglas claras. De allí que sea mejor minar el trabajo de las mismas.

NOTA: Publicado el 1 de junio de 2011 en la revista Mujeres