Cambio en Oaxaca
Cuando se busca el significado de “cambiar” en la Real Academia Española se obtienen 14 resultados que integran el significado, hay dos que se pueden utilizar para entender lo que está pasando en México y en Oaxaca con la venida de la democracia, la cual siempre es una aspiración pero también una existencia, aunque la democracia real siempre sea imperfecta, aspira a la democratización como el medio para alcanzar siempre mejores estadios.
Cambiar (Del galolat. Cambiāre) es “1. tr. Dejar una cosa o situación para tomar otra”, “2. tr. Convertir o mudar algo en otra cosa, frecuentemente su contraria” y 12 definiciones más que por razones de espacio no se ilustran en esta líneas pero que están abiertas a que el público las consulte en la página web del diccionario de la RAE. ¿a que viene todo esto?
- En México, y Oaxaca desde el 2010, por medio de las urnas hemos demostrado que tenemos aspiraciones por dejar un modelo político para tomar otro: la democracia. Aunque esas aspiraciones de cambio encuentren sus antecedentes muchos años antes del resultado de las urnas.
- En la democracia el cambio es un componente esencial para que la democracia real avance.
- En la democracia, recordando los postulados de Ernest Gellner, el hombre, el ciudadano, intrínseca y extrínsecamente va cambiando para mejorar las situaciones que vive en su entorno. Obvio estos cambios no están libres del error.
Tenemos aspiraciones, en este sentido, en que la democracia, al reconocer la individualidad, permite que constantemente se esté en construcción de la sociedad deseada. La democracia como cuestión de deseo, funciona como el combustible que permite constantemente la producción de demandas de la ciudadanía en un espacio público para vivir mejor.
Aunque estructuralmente y en “usos y costumbres” en los primeros meses de gobierno de la alternancia las cosas en Oaxaca no han cambiado de fondo, las inquietudes de cambio de la ciudadanía, motor de la democracia, han provocado que ya nada sea igual a lo que sucedía en el viejo régimen. A pesar de esto, los problemas que se han heredado como las prácticas políticas que comúnmente acarrean la violencia siguen existiendo como los síntomas públicos a los cuales se deben enfrentar todos aquellos que promueven y consideran que “la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”. Sean los motivos que tengan para apoyar, las coincidencias se resumen en garantizar “la libertad” no sólo del grupo, sino del individuo. Así, puedo afirmar que en la democracia se puede disentir de la opinión general del grupo al que se pertenece y se tiene la posibilidad de abandonarlo.
La Sección 22 después de dos semanas de paro y plantón indefinido en Oaxaca ha decidido comenzar un “receso” a su lucha, siempre señalando que no abandonará sus aspiraciones como gremio y que busca la mejora del pueblo, aunque a este último lo siguen entiendo como “uno” y que sólo es integrado por las capas con menos poder adquisitivo. O sea, su lucha no es general, sino particular. Aun así, nadie puede estar en desacuerdo en mejorar la educación de los desfavorecidos de Oaxaca. Por ello, insisto, de manera pesimista, que el odio se arraigó en los oaxaqueños no hacia la S-22 sino al modelo político que siguen este tipo de instituciones, grupos y movimientos que sólo invitan a la violencia y el daño a la sociedad, para tratar de acarrear soluciones del gobierno. Es muy probable que la S-22 hasta finales del primera semana de sus protestas se haya dado cuenta que el contexto ha cambiado. José Antonio Crespo señala que en cuestiones de práctica política hemos asociado a la violencia como un método correcto para llegar al poder:
“El enfoque que hasta ahora se enseña en las aulas destaca valores que poco tienen que ver con el funcionamiento y diseño de la democracia política: la violencia como instrumento válido de cambio político y progreso; la exaltación del caudillo sin importar cómo llegó al poder (formal o informal); la idealización de los héroes perdonando todo abuso o delito que haya cometido en el ejercicio del poder o liderazgo social (Una historia oficial para la democracia)”.
De allí, que mantenga que el odio en Oaxaca es profundo y se refiera hacia una forma de hacer política y vivir en sociedad, aquella que fue enseñada por la historia oficial, llena de mitos y leyendas donde se exalta a la violencia como forma “correcta” para derrocar a un “régimen tiránico” y que cuando este la práctica, se condena por ser una violencia en contra de los “buenos”, los opositores. Aunque esta forma no garantiza que los nuevos “líderes” y “salvadores de la patria” se corrompan. La historia oficial, la construcción que hizo el régimen tiránico, no valora a las instituciones ni el diálogo, sino a la violencia “buena” que condujo al poder. Cambiar las cosas en México, presionar al poder, siempre se ha hecho por métodos violentos que comúnmente hacen que se pierdan los objetivos, pues la violencia sólo conduce a la ley del más fuerte ¿cuánta violencia y para qué?
Una primera conclusión sobre los que pierden con la transición política en Oaxaca, aparte de los autoritarios, tiene que ver con los grupos radicales que alberga la derecha y la izquierda. Levantar el plantón, en la lógica de los radicales, era ceder terreno en frente de Gabino Cué, pero no en favor de la ciudadanía. Nunca se han preguntado por el sentir de la ciudadanía, pues para ellos su lucha, después de tantas décadas de violencia, es sólo cuestión de poder.
Diagnósticos y defensas sobre lo que sucede en Oaxaca en materia educativa puede haber muchos. Podemos caer en la ridiculez de pensar que los culpables son los “extranjeros” que viene con sus métodos para medir los avances educativos, decir que es culpa del Estado, de los gobiernos que han “manejado” por tanto años el poder, de un sindicato “charro” dirigido por Elba Esther Gordillo y aun así nuestra crítica es corta, no se atreve a señalar la violencia y los abusos que cometen los “buenos”. La conclusión por donde se busque, indica que la educación está mal, que ya no se trata de diagnósticos, sino de soluciones que impliquen la institucionalidad y los valores democráticos, empezando por la transparencia y rendición de cuentas.
En estos meses la crítica en Oaxaca ha estado secuestrada por “modismos” y limitantes en los medios de comunicación que tratan de indicar lo que se puede criticar y lo que no. Así, no se puede criticar de manera férrea a la S-22 porque se califica a los que lo hacen de oficialistas; por otra parte, los que critican al gobierno y defienden a la S-22 se convierten en los nuevos críticos. A la democracia como aspiración nadie se atreve a meterla en el discurso, allí se acaba el juego de “buenos” y “malos” y todo se vuelve plural. ¿Qué apoyo para la democracia? ¿Qué es la crítica en la democracia?
Ciudadanía crítica
En la primera parte de este ensayo he utilizado a diversos autores que son identificados con la “nueva izquierda” para confrontar el discurso de la S-22 y los grupos que le brindan su respaldo desde la clandestinidad (como el EPR), el resultado está a la vista de todos, los mismos autores (Slavoj Žižek, Badiu yVirno) reconocen que en la democracia la pluralidad limita las actuaciones de los grupos que siempre buscan satisfacer sus intereses particulares a costa de causarle un daño a la “multitud”. O sea, los grupos particulares, muchas veces por su agenda como organización, no les importa el daño que causen a terceros. Reconozco que la posición de este grupo de intelectuales a favorecido mucho al diálogo y re-valoración de la democracia bajo los estándares de la libertad, sus críticas son fundamentales para dejar en claro los vicios y errores que corren por nuestras democracias contemporáneas. A pesar de esto, considero importante revalorizar al individuo como actor político, antes del grupo.
En mi artículo “Ciudadanía contra Pueblo y Clientela en Oaxaca” recupero el trabajo que realizó el politólogo Leo Zuckermann (Pueblo, clientela y ciudadanía en la revista Nexos) para diferenciar a la ciudadanía del concepto de pueblo y clientela, señalando que la “ciudadanía” tiene su propia esencia y componentes, además, que esta sólo puede existir en una democracia, ya que le da un soporte para existir y protección. Considero que el individuo, ciudadano en una democracia, debe de tener y entender:
“Es importante que el oaxaqueño comprenda y ejerza los derechos que le otorga el concepto de ciudadanía. En lo civil entender cuestiones como la no esclavitud, que pone en tela de juicio los ‘usos y costumbres’ que practican muchos grupos indígenas autoritarios de Oaxaca…; la libertad de expresión, o sea, generar una relación transparente entre medios de comunicación y gobierno…; las libertades de pensamiento y religión y; comenzar a impartir justicia…Si la construcción de la ciudadanía es un proceso histórico, la etapa en la que nos encontramos es aquella que indica que el oaxaqueño tiene que empezar a ‘reconocer’ y practicar sus ‘derechos políticos’, no sólo aquel que plantea ‘un ciudadano un voto’, sino entender que la democracia se construye desde la sociedad civil y que las leyes, valores y principios públicos en los cuales se basarán las instituciones, no son sólo un acuerdo institucional de la clase política, sino la operativización de las demandas ciudadanas que permitan comenzar a entender la política como paz”.
11 años después de la alternancia de partidos políticos en el gobierno federal, que trajo un avance sustancial y medible en el proceso de transición política en México, uno de los déficit sigue siendo la creación de ciudadanía y los mecanismo institucionales por medio de los cuales pueda participar. Si Oaxaca ha aprendido del proceso de transición federal, es importante que se favorezca la profesionalización y participación de la sociedad civil en este territorio.
Alejandro Moreno en el número 241 de la revista “Este País”, al revisar la Encuesta de Nacional de Valores sobre lo que nos Une y Divide a los Mexicanos (ENVUD), regresa de manera sorprendente al déficit de la ciudadanía, pero va más lejos al señalar que en nuestro país, coincido plenamente con él, es necesario comenzar a construir una “ciudadanía crítica” y darle el lugar que se merece. El politólogo mexicano, que ha sido calificado como “cuantitavista”, rompe con esquemas numéricos y va a la construcción de conceptos y retoma una idea que ha navegado por mucho tiempo en los politólogos que vemos a la democracia como una forma de vida, lo que le permite indicar que es necesario que exista siempre una ciudadanía activa y crítica:
“Alguna vez escuché a un distinguido politólogo decir en una conferencia que la democratización nunca termina, que se trata de un proceso inacabado aun en las sociedades más democráticas del mundo. Pero, ¿cómo se puede seguir democratizando a una sociedad que ya es mucho más democrática que el resto? La respuesta es simple: mediante la crítica que la sociedad se hace a sí misma, y no mediante el conformismo. Las sociedades cambian y las instituciones se adecuan o no a esos cambios”.
En efecto, la instauración democrática y la democracia, como forma de gobierno, fracasan cuando no han consolidado una ciudadanía que esté vigilante de los políticos y de las actuaciones que hacen nuestros gobernantes, cuando nadie disiente, no se trata de que todos estén de acuerdos, sino de un conformismo político que puede tener sus orígenes en la satisfacción económica. O sea, nos activamos como ciudadanía en el momento en que nos afectan, pero siempre existe un ciudadano que está al pendiente y siempre critica los atropellos de aquellos que tiene el poder o inciden en el poder. Esto es lo que ha fallado en Oaxaca, la supuesta crítica de los medios, sólo es unilateral, se busca afectar a un solo grupo y al otro se le endiosa. Así criticar en Oaxaca no se convierte en una cuestión de valorar la actuación de las partes, sino en la simple descalificación por que algo no agrada, más no es un ejercicio de reflexión y razón.
“En México es importante revalorar la capacidad crítica de sus ciudadanos, es fundamental detectar quién es la ciudadanía crítica y entenderla. El ciudadano crítico es un recurso esencial para nuestra democracia, no solamente un ser antipático y quejumbroso al cual simplemente hay que ignorar. Tampoco es el revoltoso, el que sale a cerrar calles o a crear caos para empujar alguna de sus demandas. La crítica no debe entenderse como una actitud de rebeldía, mucho menos de inestabilidad. La crítica es un proceso de reflexión, acaso de introspección. ¿Qué es lo que nos dice la ciudadanía crítica de este país?”
Es importante diferenciar entre la crítica, el capricho y el berrinche. Como bien señala Moreno, no se trata de rebeldía, de imponerse por la fuerza, sino precisamente de reflexionar, dialogar en lo público y reconocer que hay otro enfrente de nosotros que puede pensar diferente y así llegar a coincidencias mínimas que nos permitan reconstruir nuestro tejido social.
El ciudadano crítico y vigilante es y debe ser: “guiado por la necesidad de vigilar y monitorear las decisiones del gobierno, de denunciar los abusos de la autoridad y exigir cuentas a los gobernantes (Alejandro Moreno citando su trabajo “Valores, ciudadanía y democracia: Encuesta sobre valores ciudadanos en el Distrito Federal 2008”).
También, se tendría que agregar que el ciudadano crítico y vigilante es aquel que denuncia los atropellos de grupos con poder fáctico que en determinado momento quieren colonizar el poder político o el espacio público. Con ello, me refiero a que es importante tener los ojos bien abiertos ante las grandes corporaciones financieras, empresariales y económicas que muchas veces por el poder que ostentan pueden corromper al poder político para obtener beneficios particulares que no beneficien a la sociedad. En el caso de Oaxaca, no se puede negar el poder fáctico que ocupa la S-22, pues la parálisis que hace de las clases se ocupan para bienes particulares y no siempre para obtener beneficios para toda la sociedad oaxaqueña. En sus propias consignas ellos discriminan a los que ostentan mejores condiciones económicas, aunque olviden que la educación debe ser para todos, no se olvide que siempre señalan luchar por el “pueblo pobre”, pero este es el que más sufre con la falta de clases, sea por los propios vicios del maestros “individual”, los gremios e instituciones educativas del Estado.
Lo lamentable es que no se soporte la crítica, sea superficial o profunda, que la S-22 siga bajo un lógica “mesiánica” que descalifica a las instituciones democráticas que se han creado en el país, a la propia cultura política que llama a la transparencia. Insisto, si no cree en los métodos que aplican a nivel federal, es necesario que se construyan unos desde Oaxaca que permitan la medición del trabajo educativo en las aulas.
Según el ENVUD, Oaxaca es el Estado con mayor porcentaje de ciudadanos demócratas, pues el 75% de los encuestados se declara “demócrata” ante la pregunta “Con cuál de las siguientes frases esta usted más de acuerdo? y las respuestas “1. La democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno (demócrata). 2. En algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático (autoritario). 3. A la gente como uno, nos da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático (ambivalentes)”. Sólo el 2% declara la opción 2, que nos lleva a clasificarlos como “autoritarios”. Preocupante que un 22% sea indiferente (ambivalente) ante la forma de gobierno; aun así, este último dato está por debajo de la media nacional (37%), caso similar con el autoritarismo (9%).
Quedarnos con estos datos no nos conduce a mucho, pues es necesario señalar que la clasificación de ciudadanos por preferencia al régimen de gobierno, no señala la participación activa de ellos para respaldar el régimen de gobierno. Así, a nivel nacional del 54% que se declara demócrata, sólo el 31% es un ciudadano activo y el 23% pasivo.
Para medir a los ciudadanos “activos y pasivos” Moreno señala que “En la envud se preguntó en una escala de 1 a 10 (donde 1 significa “nada” y 10 “mucho”) cuánto se interesan los entrevistados por la política, cuánto conocen sus derechos civiles y políticos, cuánto participan en las elecciones, cuánto siguen las noticias sobre política y gobierno, y cuánto hablan de asuntos políticos con otras personas . Con las respuestas se construyó un indicador de “compromiso político” que, con el propósito de simplificar el análisis, se dividió en dos categorías: a la mitad con valores bajos en el grado de compromiso político se le denominó “ciudadanos pasivos”, y a la mitad con valores altos en la escala de compromiso político se le etiquetó como “ciudadanos activos”. Dado que la clasificación se hizo hasta donde fue posible en mitades tomando en cuenta los resultados nacionales, la proporción de ciudadanos activos es de 52% y la de pasivos 48% (La Ciudadanía Crítica)”. Con ello se puede señalar, que no todos los que favorecen a la democracia están informados sobre ella y decididos de manera activa a construirla. Así el porcentaje de “Demócratas” activos es de sólo 32%, pues el 52% se construye de la suma de porcentajes de ambivalentes y autoritarios.
Allí no acaba todo, el porcentaje de ciudadanos activos tiene que ser valorado ahora en ciudadanos “críticos y acríticos”, lo que es construido por medio de la “confianza política”, “sentido de representación”, “desarrollo democrático”, “libertad de expresión” y “derechos humanos”. La cuestión es interesante, pues los ciudadanos demócratas críticos son menores a los que comparte su actitud hacia la democracia pero son “acríticos”. En el autoritarismo y la “ambivalencia” la crítica es mayor, pero esta no forzosamente tiene una relación que sea favorable a la democracia. Esto lleva a una conclusión, la crítica que aporta a la democracia, es comúnmente aquella que se identifica con la democracia.
El problema en Oaxaca es que muchas de las críticas que por el momento existen están encaminadas a tratar de revestir al “autoritarismo” como la solución a los problemas que se presentan, escondiendo de manera intencional que los problemas “de fondo” en Oaxaca fueron creados por el autoritarismo. La crítica que se hace a los actuales gobernantes muchas veces escapa a esta revisión histórica y se quiere apuntar como algo que surgió en este gobierno. La crítica no deja de ser ese regaño e insulto al ciudadano que asistió a las urnas a votar por un cambio político que no se debe limitar solamente a la figura de los gobernantes en turno, pues la caída de un régimen para transitar a otro implica la construcción de nuevos modelos de relaciones políticas, lo que se aborrece con este tipo de crítica son los valores democráticas y la autonomía de la sociedad (la idea de cambio).
Oaxaca, según los datos de Moreno, se encuentra con un porcentaje de ciudadanía crítica que va del 20% al 40%; además, tiene una percepción de democracia en los tres niveles de gobierno que está en el rango del 20% al 40%. O sea, la situación es similar.
En este sentido, Alejandro Moreno señala que entre “mayor ciudadanía crítica” se tenga “la percepción de democracia es menor”, nos muestra que tendemos a estar insatisfechos con la actualidad y a buscar mayores exigencias democráticas: “Esto se traduce en un potencial no solamente de mayor democratización sino también de mayor calidad democrática (La Ciudadanía Crítica)”. Por supuesto, también a batallar con los críticos autoritarios.
“Una ciudadanía crítica que acusa falta de democracia, corrupción o inseguridad no es simplemente una ciudadanía amargada e insatisfecha, como suele calificársele. Se trata de una ciudadanía que, con sus demandas, puede hacer contribuciones a la democratización, a la transparencia y a la rendición de cuentas (Alejandro Moreno en La ciudadanía Crítica)”.
Participación crítica para la democracia
El odio en Oaxaca hacia un grupo que puede velar solamente por sus intereses y dañar a la sociedad para lograr sus objetivos no es la solución a los problemas que se están enfrentando en Oaxaca por el proceso de transición política. Tampoco la solución es construir modelos autoritarios como la mayoría de la prensa en Oaxaca señala bajo la idea de que “estábamos mejor”, pues ya sabemos hacia donde nos lleva ese modelo, o sea, a los problemas actuales y el atraso que reina en todos los lugares de Oaxaca. Es cierto, el autoritarismo permite que se satisfagan los intereses particulares de aquellos que apoyan la maquinaria de gobierno, pero lo hace a costa de sacrificar los sueños de otros ciudadanos. El triunfo o el éxito de un individuo no depende de su autonomía y capacidades, sino de un gobierno que se lo permita en la lógica del autoritarismo.
La construcción de la democracia siempre es inacabada, pero nos permite la posibilidad de que la sociedad maneje sus propias cumbres, que permita que el fracaso en determinado asunto se deba al individuo y no ha un ser “poderoso” que decide. Además, permite la construcción de espacios públicos donde se debatan los temas de interés que están en la ciudadanía, o sea, que la sociedad sea quien decida, por medio de instituciones que todos reconocen como válidas y legítimas, hacia donde va como conjunto, siempre respetando las voces plurales. Aunque todos los días escuchamos críticas y a los críticos en los medios de comunicación, sería prudente construir una ciudadanía activa y crítica “que cuestionan a la autoridad, que señalan los problemas cotidianos y que exigen a líderes y autoridades dar lo mejor de sí para el país. Valorar a nuestra ciudadanía crítica puede tener un impacto enorme en el desarrollo y la calidad de nuestra democracia (Alejandro Moreno en La Ciudadanía Crítica)”. Demócratas que quieran construir una sociedad en paz, lejos de la violencia y que siempre, sea del Estado o de otro grupo, la condenen, no la permitan.
Nota: La bibliografía de este ensayo se localizará al final de su publicación.
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