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El autor, en esta primera parte, plantea que el odio en Oaxaca es más profundo que el que existe por algunos grupos hacia la S-22; además, analiza el discurso que el magisterio ha manifestado en su actual paro indefinido, como el de grupos que lo apoyan, llegando a la conclusión que poco a poco ha perdido legitimidad y demostrando que sólo se basan en la idea de un mesías y entendiendo el pueblo como algo homogéneo, aborreciendo, estos movimientos, la lucha por la democracia y la diversidad. Todo en el contexto de la transición política en Oaxaca y el desarrollo de la democracia en México.
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Pensar el odio en Oaxaca
OAXACA, México.- Odio viene “Del lat. Odium” y la Real Academia de la Lengua Española lo define “1. m. Antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea”. ¿Odia el oaxaqueño -y muchos mexicanos- a la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE)?
En Facebook y Twitter, redes sociales más populares en México y con ello en Oaxaca, hay virales que muestran el odio hacia la Sección 22. Ya existe el grupo de Facebook “POR LOS QUE ODIAMOS A LA SECCIÓN XXII”, así en mayúsculas, teniendo el significado en el chat y foros virtuales el uso de las “mayúsculas” de grito.
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No hay un odio a la Sección 22 del SNTE, pensarlo por un momento demuestra que el “odio” en Oaxaca no puede ser tan superficial, pues la manera en que este opera, tanto de manera práctica como en el pensamiento de los que “odian”, se repite hacia otros grupos públicos que operan en la entidad. Ni siquiera es un odio hacia la izquierda, la burguesía, el marxismo o los movimientos sociales, no es un odio hacia un grupo particular.
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El odio que se manifiesta contra la S-22 es solamente un odio con una referencia simbólica, contra un grupo que representa el tiempo y el espacio de lo que se odia. El odio con sus símbolos en Oaxaca, aplica también a grupos como el Partido Revolucionario Institucional (PRI), la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca (UABJO) y sus sindicatos, etcétera.
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Oaxaca odia a una Oaxaca. Se odia a las formas y fondo que benefició al régimen autoritario. Se odia a aquello que se quiere desterrado y no lo ha sido, se odia a lo que hoy es el mal porque hizo el mal y se le desea el mal.
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También se odia a lo otro, a lo distinto, a lo diverso que el autoritarismo tenía a raya, acorralado en un espacio del cual no debían salir los vencidos, los demonios, los amorfos, los monstruos, los deformes, los “raritos” (incluidos los demócratas).
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Lo que se odia es lo que se ha quitado del centro institucional del poder político, pero que sigue allí, operando desde todos lados, como un fantasma que recorre el espíritu público y que se asienta en acciones momentáneas, particulares, realizadas durante el día por un oaxaqueño. La suma de los actos dan al fantasma que controla los engranes de la convivencia social. Se simboliza con el PRI, lo que se tachaba en la boleta para terminar con él y sólo se volvía hegemónico.
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El método para combatir el odio, es el mismo que practican aquellos a los que se “odia”. La violencia.
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El odio unifica como sentimiento, nos divide en los grupos que de manera particular (individuo o grupo) se odian.
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El odio es una forma de aborrecer el Oaxaca de hoy, que todavía opera como el de ayer: leyes y tradiciones deslegitimadas en la alternancia de partidos en el gobierno, pero asentadas en la cultura política.
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El odio de los originales hacia el futuro, es aquel que tienen los que se sienten robados, que la democracia y su posible existencia les ha quitado lo que era suyo por naturaleza: el poder político y los beneficios particulares.
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El centro del odio está en los grupos que dominan lo público en Oaxaca, invaden todo aquello que surge o medios por los cuales se intenta una comunicación horizontal.
Pensar la reconciliación y terminar con los factores del odio o lo que causa el odio es lo pendiente, mientras la lucha de odio es particular, una espiral de violencia que se alimenta desde nosotros, todo se conjunta en prácticas que configuran la generalidad de Oaxaca, el odio a ella es por lo general, la suma de particularidades con las cuales se vive a diario.
Violencia y odio
En los medios de comunicación y en las redes sociales, los comentarios sobre lo que sucede en Oaxaca están cargados de “odio”, de insultos al gobierno, al “crítico”, pero sobre todo se basan en emociones y no en un proceso de análisis. A lo más que se llega, es tratar de ocultar los sentimientos negativos hacia las personas por medio de un estilo que demuestra lo sencillo que es explicar la realidad cuando lo complejo es puesto en calificativos de “buenos” y “malos” , que lo que se escribe es la verdad y que se habla por el pueblo y para el pueblo. Las conclusiones siempre son las mismas, el estómago se ha impuesto. Queda siempre un sabor de boca después de leer los periódicos y medios virtuales de que están dolidos, que enseñan al pueblo el error que cometió y le recuerdan que se lo advirtieron, pero sobre todo que lo perdonan y quieren consentirlo ante los nuevos “inútiles”. Yo estoy bien y ellos están mal, no hay más, se acabó el diálogo. Pasamos del odio a la violencia, no se invita a odiar, se invita a la agresión, porque se utiliza el espacio para la agresión.
El proceso de transición política que vive Oaxaca tiene una serie de particulares que permiten calificarlo como “conflictivo”, en este sentido se tiene como características la polarización de los partidos políticos, la poca colaboración para lograr acuerdos que permitan mejor (estable) gobernabilidad y sobre todo la aparición de nexos entre unidades del sistema político que no tienen el poder político, pero sí que pueden influir en él.
Cuando no hay una cooperación entre unidades centrales del sistema político, con ello no sólo se debe tomar en cuenta a los partidos políticos y el gobierno, sino también a los medios de comunicación, sindicatos y movimientos sociales que controlan bases sociales y los grupos corporativistas, es muy probable que se busquen obtener nuevas redes de poder que permitan la expansión de lo que ya se controla. En la etapa de la transición nada está dado y establecido, sino todo está buscando llegar a un nuevo punto de equilibro.
Mientras el sistema se encuentra en una zona de “turbulencia”, las respectivas unidades intentan ganar espacios o defender lo que se tiene, pero también mantener las formas con las que se han logrado relacionar con otras unidades, para evitar quedar en una relación demasiado asimétrica. Es lo que Karl Deustch llama covarianza.
La única manera de evitar los cambios bruscos que un proceso de transición política trae consigo, es evitando que se den en una velocidad que sea favorable a la democracia y que estén llenos de formas autoritarias. En otras palabras, la velocidad de la democracia es aquella que no provoca el desencanto ciudadano por lo que está pasando, es decir, que las personas que apuestan a este cambio no abandonen lo público. La mejor herramienta que tienen los grupos autoritarios o que se sienten amenazados por el avance democrático es seguir llenando el espacio público y sus actuaciones en él de formas que le funcionaban en el autoritarismo. La negociación autoritaria siempre ha tenido dos actores: el malo (el gobierno) y el bueno (los oprimidos, representados por grupos supuestamente no favorecidos por el régimen). ¿qué pasa entonces con la forma de negociar y protestar cuando en el proceso de transición el grupo hegemónico que mantenía el centro autoritario es derrotado? ¿qué pasa cuándo el grupo “oprimido” se encuentra ante un gobierno legitimado en las urnas y con aspiraciones ciudadanas que van más allá del gobierno y que llenan de un nuevo espíritu lo público? La violencia choca contra aquella violencia que trata de defender lo “nuevo” ante lo “viejo” (lo aborrecido), los papeles se invierten.
La S-22 y la legitimidad perdida
No han sido propiamente los actos públicos de la Sección 22 del SNTE los que han llevado a los gritos de “odio” contra ellos; tampoco, el hecho de que ahora se apoye al gobierno de Oaxaca, esto es demasiado superficial. La transición política, el contexto en el que se desarrolla el paro indefinido de la S-22, permite que nuevos valores (no arraigados en la sociedad) se conviertan en el motor (y también en la aspiración) para pedir que las formas de negociación cambien para beneficio de la sociedad, de aquellos que no son el gobierno, pero que han descubierto que lo pueden cambiar, que ellos son el verdadero poder.
La Sección 22 del SNTE ha dejado de ser aquella vanguardia que encabezaba las aspiraciones democráticas de los grupos de izquierda en Oaxaca por oponerse de manera violenta (para generar futuro), para convertirse en el símbolo más público de la forma en que operaban los grupos “opositores” al interior del autoritarismo.
En este sentido, la insistencia de la S-22 en que era necesaria la alternancia de partidos políticos para favorecer a la democracia, ya no alcanza para considerarlos actores favorables a la democratización y sí un freno en este proceso. No sólo se trata de quitar a un personaje o grupo y poner otro, sino de una serie de valores que tienen que ir ad hoc con la democracia.
El plantón en el Zócalo de Oaxaca ya no es contra los poderes establecidos, ni siquiera contra aquellos grupos que en determinado momento respaldaron a un régimen y gobierno de turno que negaba los derechos humanos, sino contra las aspiraciones de un pueblo que por medio del voto ya no se configura como homogéneo, sino como heterogéneo, distinto, multitud en términos de la izquierda de hoy (marxismo postestructuralista o izquierda neomarxista), ciudadanía (liberal – democracia).
Si en un determinado momento el gobierno perdió la legitimidad de los votantes por la falta de claridad, certeza con la que llegaba al poder y el ejercicio de gobierno, ahora los ha recuperado por medio del proceso electoral y la satisfacción de los ciudadanos por cómo se ha llevado esto. Nadie duda de los resultados, las asquerosidades que sucedieron no han pasado por el umbral que pueda alterar dicha legitimidad de origen. El ejercicio de gobierno es otra cosa y la forma en que se lleva el gobierno hacen que este suba y baje. En el caso de las elecciones del 4 de julio del 2010, la legitimidad no sólo fue para el gobernante, esa cuestión es solo el hecho “representativo”, lo “trascendental” es la legitimidad para la democracia como forma de gobierno.
Si el autoritarismo terminó por sucumbir en el centro, se debe a su derrota ante las fuerzas opositoras, pero también con esto se descalificó la forma en que se hacía política, la violencia como forma de presión y mecanismo para obtener beneficios particulares.
De allí que el odio hacia la S-22, es el odio hacia la forma en que se hacían las cosas en el autoritarismo (y que se siguen haciendo porque la democracia apenas está en la fase de instauración), el apoyo social que en determinado momento tuvo este grupo, surgió por las aspiraciones que manifestó en el autoritarismo, aquellas que tienen que ver con el interés colectivo y sobre todo con la posibilidad de generar una mejor sociedad, en paz y en desarrollo. Se sabía que la presión, de la violencia, era la forma en que se atendían los problemas. Se soportaba la violación al tercero (los derechos del otro). Ahora ¿qué es lo que ya no se soporta? Los mecanismo, que sean los mismos, con el fin de no perder la forma de relación que se tenía con los viejos enviados del “ogro filantrópico (Octavio Paz)”. Ya no se quiere perder el control y la relación que se tiene de los engranes del sistema político. Si las cosas han cambiado y la sociedad manda una nueva forma de hacer política, la S-22 está deslegitimada y se le pide que evolucione y no se quede atrapada en que el gobierno es todo, sino que le dé una oportunidad a la elección de la ciudadanía, que no es el gobierno, sino la construcción de una nueva forma de relacionarse en el espacio público. En este sentido, las aspiraciones de Oaxaca ya no se reducen a un grupo si no a lo general.
En palabras del pensador de izquierda Slavoj Žižek “Nosotros -la ‘nada’, no contamos por el orden- somos el Pueblo, somos el Todo en contra de los otros que sólo apoyan su interés particular por el privilegio (¿Existe una política de la sustracción?)”. La S-22 se ha vuelto un particular “por el privilegio” que ostenta para violar los derechos del Todo, cuando se aísla para satisfacer intereses personales (de grupo o gremio).
Lo que ha hecho “cortocircuito” con el proceso de transición política en Oaxaca se encuentra entre lo Universal (aspiración del Todo) y lo Particular (el grupo o el individuo). El Todo ha cambiado la legitimidad hacia un objetivo que permite la diferenciación sin la necesidad de la ruptura, la democracia, y lo Particular que atenta contra lo legitimado ahora es la representación de una ruptura con el pasado. La S-22 se está convirtiendo en una abanico de atrocidades provenientes del autoritarismo, una creación de lo pasado para auto-legitimarse. En el autoritarismo lo Particular sustituía a lo Universal en lo Público.
Slavoj Žižek pone de ejemplo la transición política de los países de Europa del Este cuando la sociedad civil sustituyó a la nomenklatura comunista: “los ‘foros’ disidentes se proclamaron representantes de la sociedad entera en contra de la nomenklatura del Partido (¿Existe una política de la sustracción)”.
En este sentido, Claude Lefort, Alain Badiu y Paolo Virno a pesar de sus diferencias, coinciden que en la democracia lo homogéneo desaparece para dar pie a una multitud “resto amorfo sin las cualidades que asume el poder, sin ningún prerrequisito en especial que justifique sus miembros (en contraste con el corporativismo, no se necesita ningún prerrequisito particular para ser un sujeto demócrata). El poder es un lugar vacío, ocupado de vez en vez para casos excepcionales (la protesta pública de la multitud: clase media, mujeres, hombres, homosexuales, obreros, etc., reconocidos por su valor político, no social y económico). La S-22 se ha aislado del proceso democrático porque pide requisitos particulares para considerar al pueblo, para ser parte de la representatividad del pueblo.
Si la desobediencia civil en estos momentos surgiera ni siquiera estuviera dirigida hacia el gobierno, sino contra la S-22, porque la sociedad civil es la defensora de la democracia. Si en estos momentos dos grupos del sistema político se pelearan públicamente sería un problema particular, no una desobediencia civil. El 2006 fue desobediencia civil por el enemigo común: el autoritarismo encarnado en el Partido – Estado, pero después del hecho del voto, el fondo se ha logrado revitalizar desde la ciudadanía, el Pueblo (heterogéneo).
La confianza en el grupo y el líder
Los único que legitiman los actos de la S-22 son aquellos que practican el mismo discurso, aquellos que por medio de la negación de la diferencia localizan a un enemigo “imaginario”: empresarios, burgueses, clase media, consumistas, externos.
La única confianza de los grupos que mantienen la lógica del Pueblo homogéneo (Uno), son aquellos que consideran que los males que se tienen en la sociedad se deben a los personajes que nos gobiernan o tienen el poder, no hay una pizca de reflexión sobre la institucionalidad, así:
“Entendemos que este es uno de los factores por los cuales no se ha podido avanzar en la democratización del SNTE, porque el charrismo sindical como estructura de gobierno en el sindicato cuenta con todos los medios y recursos para mantener el control gubernamental de los trabajadores de la educación. Quienes pasan a conformar los cuadros operativos de las cúpulas charras son premiados con cuotas de poder dentro del gremio, la estructura administrativa del sistema educativo y el aparato legislativo, haciendo de esta práctica una vida parasitaria porque más que el interés por la defensa de la educación para el pueblo lo que los mueve son sus intereses que garanticen su bienestar burgués (PDPR-EPR. Comunicado. 2011 05 23)”.
Desde esta lógica en la S-22 esto no sucede. Los reclamos de maestros que están en el plantón por tener “mayores puntos”, es simplemente que el tentáculo “estructural” de los “charros” los ha comprado. Así, los líderes que se han enriquecido con la S-22 son traidores al movimiento. Ante esto la cuestión ¿el hombre se puede corromper? ¿cómo hacer que no se corrompa? ¿cómo evitar la traición del líder a los mandatos de lo Universal para que no haga solo lo particular? La respuesta, acaso, es la creación de instituciones donde todos estemos representados, donde la transparencia permita que cualquiera observe lo que pasa y saber si los “hombres” cumplen sus funciones en favor del bien común.
Si la S-22 representa los intereses del “pueblo de Oaxaca” ¿Qué tan transparente ha sido para informar lo que pasa en la mesa de diálogo en este año? ¿Cuántas veces ha informado al “pueblo” los recursos con los que cuenta? Si es transparente ¿Por que no se somete a mecanismo para verificar la calidad de la educación? Si desconfía de los mecanismo del “maldito gobierno neoliberal del PAN” ¿por qué no invita a los oaxaqueños a construir un herramental en el cual sienta confianza?
En efecto, el discurso de la pureza, del “enemigo/amigo”, del bueno y el malo, termina en la democracia cuando la ciudadanía tiene mecanismos para cuestionar a los “poderosos”, sean gobierno o no. En la democracia ya no sólo se trata de una retórica dicotómica que pueda explicar todo desde lo que dice un grupo o una persona, por el simple hecho de que ellos lo dijeron y ¡ya!, y los que no dan el rostro, no ante el gobierno, sino ante la ciudadanía que ha decidido un cambio, el cual quiere ser reducido a un simple voto y cambio en el gobierno, piden que no se les insulte.
“En lo individual los profesores consecuentes con su profesión y las ideas libertarias son adoptados de manera natural por el pueblo; en lo colectivo los maestros democráticos organizados de manera independiente al enarbolar demandas populares desarrollan en los hechos una lucha de resistencia popular desde el momento que se solidarizan con las diferentes luchas del pueblo, convirtiéndose en parte activa de ellas (Comunicado del EPR)”.
Si esto es así, ¿qué son todos aquellos que en determinado momento les piden cambiar sus estrategias de lucha o no están de acuerdo en su proceder? ¿qué pasa si está en desacuerdo un ciudadano de a pié? El discurso niega la diferencia, niega la posibilidad de disentir, el texto es simplemente la estampa de una intolerancia.
Intolerantes
El odio en Oaxaca es más profundo, los símbolos o grupos que lo representan son muchos, pero los que odian también se odian entre ellos. Los priistas pueden odiar a la S-22 porque fueron un motor importante para que perdieran el gobierno de Oaxaca. La S-22 puede odiar a los panistas, perredistas, convergentes, etcétera. Todos pueden odiar a la S-22, pero después, todos ellos se odian entre sí, porque les pueden quitar el poder. El odio político nació en el autoritarismo y es un riesgo que corroe la transición política en Oaxaca, porque incita a la violencia. Aunque, como bien dice Raymundo Mier (Figuras de la violencia: vertientes del radicalismo político) la violencia siempre está allí, para mantener un orden, para derrocarlo: “toda violencia está en el origen mismo y en la secuela de la ley, es ésta quien la engendra”. Aquí la violencia (el paro indefinido) busca mantener “las reglas no escritas” del sistema autoritario, tratando de frustrar a la ciudadanía.
Hay un daño que puede ser irreparable para los años venideros de la instauración democrática en Oaxaca, bien focalizado por Ricardo Cayuela Gally cuando comenta el “intolerante” 2006: “En el plano intelectual, el daño es quizás irreparable. Bajo la lógica de Carl Schmitt del amigo – enemigo, la intolerancia se apoderó, desde 2006, de nuestros debates, separó a los amigos, enemistó a los medios. La esencia de esa intolerancia está en no creer que se puede estar en contra sin servir a otros intereses que a los propios principios. La esencia de esa intolerancia está en creer en la superioridad moral de la izquierda, en la validez de los argumentos concretos. Se piensa en generalidades y consignas, no en hechos comprobables, resultado de la experiencia fáctica. Se anhela, no se razona. Se descalifica, no se dialoga (Los intelectuales y la democracia)”.
El odio en Oaxaca tiene como base precisamente la creencia de que el grupo que odia a otro grupo cuenta con “la superioridad moral”.
Si Oaxaca fuera una nación y tuviéramos que contestar ¿qué es? Se puede hacerlo con la frase de Johann Gottfried Herder : “Un enorme y salvaje jardín lleno de buenas y malas hierbas, vicios y locuras mezclados con méritos y virtudes diversas (citado por Guillermo Fadanelli en “Un extranjero en casa” perteneciente a Estampas de nuestra intolerancia”)”, a estas últimas comencemos a buscarlas en medio de todo la maleza que hemos dejado crecer en los últimos años que estuvo el dinosaurio autoritario en su silla (¿quién dijo que ha muerto?). Solo la ciudadanía puede garantizar la sobrevivencia de la democracia.
Nota: Publicado en el Suplemento Político Ágora el 1 de junio de 2011
Nota 2: La bibliografía de este ensayo se publicará al final de su publicación.
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