OAXACA, México.- En la primera parte de este artículo el autor realizó una serie de observaciones sobre el fenómeno de la corrupción en México y cómo se ha convertido en un mecanismo que favorece a los mexicanos para alcanzar triunfos individuales a costa de la sociedad. Ahora,en esta segunda parte manifiesta una relación estrecha entre la clase política que ha gobernado históricamente en Oaxaca con los grupos que ostentan liderazgos en otros sectores; por supuesto, no deja de observar el informe de Transparencia Mexicana que provocó este escrito.

(Parte 2 y última)

Top de Índice de Corrupción de los Estados Vecinos de Oaxaca


Atásquense que hay lodo

Si algo ha caracterizado al régimen político que se vivió en Oaxaca en las últimas décadas, si queremos poner un inicio pensemos en la década los setenta del siglo XX, es la violencia y represión que ha existido por parte de los grupos que de manera histórica han gobernador este Estado.

Los primeros meses del gobierno de la transición han mostrado que la violencia con la que se practica la política es parte de los “usos y costumbres” que se han heredado del llamado régimen de origen del cual parte el proceso de transición política que actualmente vivimos.

La violencia ha sido una característica que ha terminado por eclipsar a todas aquellas prácticas autoritarias que pueden dañar a la democracia y que por no estar en el primer orden a resolver, no quiere decir que hayan desaparecido por el simple hecho de la alternancia en el poder ejecutivo. Olvidarse de ellas o no querer atenderlas por centrar la atención en la violencia con la que se practica la política, que actualmente inunda los medios de comunicación y que preocupa por los muertos que ha causado en tan pocos meses, puede traer la trágica consecuencia de estar agrupando a los integrantes del déficit del proceso de transición que actualmente estamos viviendo. Desatender el resto de “usos y costumbres” que acompañaron la violencia “institucional”, sólo les permitirá sobrevivir y renovarse como prácticas en la nueva forma de gobierno que se está construyendo, provocando que poco a poco generen nuevas “fachadas” en todos los círculos de poder o que influyen en el poder, como en la sociedad misma.

La corrupción en Oaxaca del 2001 al 2010Una de estas prácticas que se heredan del pasado y que en estos momentos está pasando a un segundo lugar es la corrupción, de manera específica el “soborno”, popularmente llamado “mordida”.

Al igual que México, Oaxaca ha sido “territorio mordida”, un lugar donde la corrupción fue el modelo para que poco a poco se fuera conformando la clase política, empresarial e intelectual del sistema autoritario, quien no entendía (o quería) esta práctica o forma en que operaba “el éxito” y “poder”, simplemente era desterrado del paraíso de la “élite”.

En la última década, Oaxaca vivió un incremento de corrupción que terminó en el 2010 con la primera cifra de dos dígitos que logra registrar Transparencia Mexicana por medio del Índice de Corrupción y Buen Gobierno (ICBG), indicando que en vez de que el soborno bajara, este aumentó de manera ¡destacable!

En efecto, el último gobierno de lo que hoy es el “régimen antiguo” terminó llevando al extremo las prácticas que le permitieron perpetuarse por ocho décadas en el poder y en el caso de la corrupción el grito fue claro: atáscate que hay lodo.

Es muy probable que la cifra de 13.4 que registra el ICBG en Oaxaca tenga varias explicaciones si se observa el comportamiento durante la primera década del siglo XXI de la “mordida en Oaxaca” (vea los gráficos). En primera, es el único número de dos dígitos que se localiza en eso 10 años; segundo, en comparación con el estudio que lo antecede, realizado en 2007, la frecuencia de corrupción se incrementó 7 puntos; tercero, en el último sexenio se registró la frecuencia más baja de corrupción en Oaxaca durante la década que acabamos de terminar, 6.4 (2007), pero también la más alta, 13.4 (2010); y cuarto, el estudio del 2010 es el único que se realizó en Oaxaca durante el cambio de gobierno a nivel gobernador, teniendo el evento de que en este proceso electoral el partido hegemónico perdió el poder.

El último punto que he mencionado en el párrafo anterior conduce a una serie de propuestas para explicar el “por qué” del aumento de la corrupción en Oaxaca:

  1. El soborno, la mordida, se incrementó porque los ciudadanos lo permitieron al no tener sus papeles en regla. Desde una licencia de manejo, estacionarse en doble fila hasta no cumplir con los requisitos para operar un negocio pequeño.

  2. El soborno sirvió para obtener recursos “extras” y al margen de la ley para las campañas electorales del proceso del 2010.

  3. La mordida fue el mecanismo “preferido” o más eficiente para recolectar dinero y así tapar los posibles hoyos de las finanzas públicas.

  4. Al irse toda una generación de políticos del poder de manera intempestiva, buscaron por medio de la mordida hacer un guardadito para el futuro mediato.

Como haya sido, el incremento del soborno en Oaxaca muestra que este se da si la sociedad lo permite, pues la burocracia, parte operativa del gobierno, se aprovecha de aquellos que necesitan un servicio y no cuentan con sus papeles en orden y termina haciendo “un favor” a menor costo, antes que pagar las multas e impuestos que en verdad corresponden.

El 2010 fue un año “axial”, pues el eje del sistema político cambió, provocando que una nueva e inusitada apuesta a futuro por parte de la sociedad tuviera permiso para operar, pero las aspiraciones se toparon con un régimen autoritario que en sus últimas horas generó violencia y sobre todo una corrupción silenciosa que pasó desapercibida por parte de aquellos que no fueron presa de ella y, es muy probable, que los que sufrieron actos de soborno, hayan estado acostumbrados a estos en periodos de cambios de gobierno. Aunque hay que señalar que en esta ocasión la corrupción, como posibilidad de explicación, se incrementó porque no habría continuidad de partido político en el poder ejecutivo y, por lo tanto, quién cubriera las espaldas a la generación de políticos que se ha ido.

Al lado de esta generación de políticos que ha fracasado en su objetivo de mantener a un partido que nació en el poder y que ha demostrado que no sabe ser una oposición democrática, la burocracia también ha sido presa de ese cambio que en los últimos días de vida recurría a ella como una operadora del sistema de corrupción. El autoritarismo en México nunca fue un monstruo sino una maquinaria con engranes que siempre estuvieron a punto.

El final de la primera década del Siglo XXI fue precisamente una operación con motivos dobles, una covarianza positiva, un juego “ganar – ganar” para la generación que se iba y la burocracia que por años los toleró bajo la promesa de que el Partido – Estado en un determinado momento los llamaría para “chingarse” por la patria, ocupar un cargo de elección popular. Los motivos dobles emanaban de la burocracia y la generación política derrotada porque una necesitaba cubrirse la salida y la otra aprovechar el espacio que se les daba para asegurar un “botín” que les permitiera sobrevivir ante los tiempos de “turbulencia” que se venían. Por ello es que terminaron atascándose en el lodo.

Vecinos cercanos y competitivos en corrupción

Histórico 2001-2010. Oaxaca y sus vecinos

Los Estados que son vecinos de Oaxaca tampoco se libran de la corrupción, ni destacan por estar dentro del Top 10 de menos corruptos, pero la gráfica en donde se agrupan los resultados que han tenido en el Índice de Corrupción, vislumbra que un escenario para detener a esta característica autoritaria, es la contención.

En efecto, es necesario apostarle a terminar con la corrupción de manera normativa, pero los “realistas” contestarían que esas declaraciones son meramente utópicas o normativas, aunque si queremos una solución tenemos que aspirar a este sueño. Para llegar a ese “inalcanzable” se tiene que hacer un trabajo para evitar que esta crezca, pararla en “seco” y desde allí comenzar un trabajo de contención evitando que los mecanismos que ocupa la corrupción para mantenerse crezcan, estos deben ser erradicados o comenzar a ser llenados de mecanismos que la eviten, aunque deben estar en constante renovación ante la posibilidad de que los mismo mecanismos se corrompan, aun así, la corrupción bajaría.

Si observamos las gráficas, los Estados de Veracruz y Chiapas lograron en la primera década del Siglo XXI mantener en un mismo nivel el Índice de Corrupción. En el caso de Chiapas un 2.8 lo pone como el Estado vecino de Oaxaca con menos nivel de corrupción registrado del 2000 al 2010 y el crecimiento de este vecino, tuvo como máximo un 7.6 en el último estudio. Por su parte, Veracruz es el menos corrupto de los vecinos de nuestro Estado.

El Estado de Puebla bajo el gobierno de Mario Marín, destacable por su protección a empresarios pederastas por la cual pagaban sobornos, comenzó a tener una baja de puntuación del 2007 al 2010 que le ha permitido regresar a una cifra de un sólo dígito, algo contrario a lo que sucedió con Oaxaca a final de la década.

La situación de Guerrero y Oaxaca es muy similar en cuestiones de corrupción, por ello en este 2010 han peleado por la medalla de bronce al más corrupto. Aunque también es importante destacar que estos dos vecinos tienen números muy similares en sectores como el económico, educativo, social, étnico, financiero, etcétera, con la diferencia de que los oaxaqueños todavía no han vivido el terror del narcotráfico que ya tienen a cuestas los guerrerenses.

Si habría de comparar a Oaxaca con uno de sus vecinos tendría que ser con Guerrero, pues sus coincidencias los unen más. Los otros tres Estados, bien o mal, han comenzado un proceso de industrialización que los ha llevado a generar mejores escenarios de vida.

La cuestión con Oaxaca es que la corrupción de manera silenciosa, manteniéndose con los tópicos que ya conocemos, se puede instalar en el gobierno de la alternancia, operando bajo la dirección de su vieja aliada, la burocracia. Entonces sí sería: ¡Una corrupción de todos! en la ¡Oaxaca de todos!