La semana fue del Bronco, el INE, el TRIFE y ese recuerdo que con corrupción se puede avanzar en este país y no pasa nada. La ley existe para violarla.
Este puede ser el proceso electoral más complejo que haya vivido un instituto electoral en México por la cantidad de cargos a elegir. No solo se eligen cargos federales sino cientos de procesos a nivel estatal y local.
El 46% de los mexicanos encuestados por Parametría desaprueba la forma en que los Diputados Federales realizan su trabajo. Sólo el 32% lo aprueba.
El 48% de los mexicanos en el mismo estudio de Parametría desaprueba la forma en que realizan los Senadores su trabajo. Un 28% lo aprueba.
En Estados Unidos, según los datos de la Carta Paramétrica, el 77% de encuestados desaprueba el trabajo de su Congreso.
Hasta diciembre del 2009, el 62% de los encuestados por Parametría, declaraba que “debería permitirse la posibilidad de candidaturas independientes”. En junio de 2007 sólo el 58% y en agosto de 2005 el 53%.
En diciembre del 2009 sólo el 18% de los mexicanos consideraba que los Diputados Federales y Senadores se declaraban “A favor” de la reelección. 23% de los encuestados a nivel nacional se declaró a favor de la reelección de Presidentes Municipales o Delegados (Ciudad de México).
En Junio de 2007, un 22% de los encuestados por Parametría señalaba que con la reelección se podía tener “representantes más capaces y profesionales en los puestos de elección popular”. En diciembre de 2009 el apoyo a la reelección subió a 37%.
Ante la pregunta: ¿A quién le corresponde el nombramiento de los consejeros del IFE? Parametría recibió las siguientes respuestas en febrero de 2011: Al Presidente de la República (27%), A la Cámara de Diputados (25%) y a la Cámara de Senadores (8%). ¿Usted sabe?
En febrero del 2011 el 75% de los encuestados por Parametría a nivel país, señala que “no sabía” que la Cámara de Diputados no había nombrado a los 3 nuevos consejeros.
El 57% de los mexicanos, hasta febrero 2011, aprueba el trabajo del Instituto Federal Electoral (IFE). Un 29% lo desaprueba.
Fuentes: Cartas Paramétricas: Evaluación legislativa, Respaldan ciudadanos reforma política y ¿Sabemos algo sobre el IFE?. Construcción de numeralia: César Mendoza.
Nota: Publicado en la sección datos in del suplemento político Ágora el 16 de mayo.
OAXACA, México.- En la primera parte de este artículo el autor realizó una serie de observaciones sobre el fenómeno de la corrupción en México y cómo se ha convertido en un mecanismo que favorece a los mexicanos para alcanzar triunfos individuales a costa de la sociedad. Ahora,en esta segunda parte manifiesta una relación estrecha entre la clase política que ha gobernado históricamente en Oaxaca con los grupos que ostentan liderazgos en otros sectores; por supuesto, no deja de observar el informe de Transparencia Mexicana que provocó este escrito.
(Parte 2 y última)
Atásquense que hay lodo
Si algo ha caracterizado al régimen político que se vivió en Oaxaca en las últimas décadas, si queremos poner un inicio pensemos en la década los setenta del siglo XX, es la violencia y represión que ha existido por parte de los grupos que de manera histórica han gobernador este Estado.
Los primeros meses del gobierno de la transición han mostrado que la violencia con la que se practica la política es parte de los “usos y costumbres” que se han heredado del llamado régimen de origen del cual parte el proceso de transición política que actualmente vivimos.
La violencia ha sido una característica que ha terminado por eclipsar a todas aquellas prácticas autoritarias que pueden dañar a la democracia y que por no estar en el primer orden a resolver, no quiere decir que hayan desaparecido por el simple hecho de la alternancia en el poder ejecutivo. Olvidarse de ellas o no querer atenderlas por centrar la atención en la violencia con la que se practica la política, que actualmente inunda los medios de comunicación y que preocupa por los muertos que ha causado en tan pocos meses, puede traer la trágica consecuencia de estar agrupando a los integrantes del déficit del proceso de transición que actualmente estamos viviendo. Desatender el resto de “usos y costumbres” que acompañaron la violencia “institucional”, sólo les permitirá sobrevivir y renovarse como prácticas en la nueva forma de gobierno que se está construyendo, provocando que poco a poco generen nuevas “fachadas” en todos los círculos de poder o que influyen en el poder, como en la sociedad misma.
Una de estas prácticas que se heredan del pasado y que en estos momentos está pasando a un segundo lugar es la corrupción, de manera específica el “soborno”, popularmente llamado “mordida”.
Al igual que México, Oaxaca ha sido “territorio mordida”, un lugar donde la corrupción fue el modelo para que poco a poco se fuera conformando la clase política, empresarial e intelectual del sistema autoritario, quien no entendía (o quería) esta práctica o forma en que operaba “el éxito” y “poder”, simplemente era desterrado del paraíso de la “élite”.
En la última década, Oaxaca vivió un incremento de corrupción que terminó en el 2010 con la primera cifra de dos dígitos que logra registrar Transparencia Mexicana por medio del Índice de Corrupción y Buen Gobierno (ICBG), indicando que en vez de que el soborno bajara, este aumentó de manera ¡destacable!
En efecto, el último gobierno de lo que hoy es el “régimen antiguo” terminó llevando al extremo las prácticas que le permitieron perpetuarse por ocho décadas en el poder y en el caso de la corrupción el grito fue claro: atáscate que hay lodo.
Es muy probable que la cifra de 13.4 que registra el ICBG en Oaxaca tenga varias explicaciones si se observa el comportamiento durante la primera década del siglo XXI de la “mordida en Oaxaca” (vea los gráficos). En primera, es el único número de dos dígitos que se localiza en eso 10 años; segundo, en comparación con el estudio que lo antecede, realizado en 2007, la frecuencia de corrupción se incrementó 7 puntos; tercero, en el último sexenio se registró la frecuencia más baja de corrupción en Oaxaca durante la década que acabamos de terminar, 6.4 (2007), pero también la más alta, 13.4 (2010); y cuarto, el estudio del 2010 es el único que se realizó en Oaxaca durante el cambio de gobierno a nivel gobernador, teniendo el evento de que en este proceso electoral el partido hegemónico perdió el poder.
El último punto que he mencionado en el párrafo anterior conduce a una serie de propuestas para explicar el “por qué” del aumento de la corrupción en Oaxaca:
El soborno, la mordida, se incrementó porque los ciudadanos lo permitieron al no tener sus papeles en regla. Desde una licencia de manejo, estacionarse en doble fila hasta no cumplir con los requisitos para operar un negocio pequeño.
El soborno sirvió para obtener recursos “extras” y al margen de la ley para las campañas electorales del proceso del 2010.
La mordida fue el mecanismo “preferido” o más eficiente para recolectar dinero y así tapar los posibles hoyos de las finanzas públicas.
Al irse toda una generación de políticos del poder de manera intempestiva, buscaron por medio de la mordida hacer un guardadito para el futuro mediato.
Como haya sido, el incremento del soborno en Oaxaca muestra que este se da si la sociedad lo permite, pues la burocracia, parte operativa del gobierno, se aprovecha de aquellos que necesitan un servicio y no cuentan con sus papeles en orden y termina haciendo “un favor” a menor costo, antes que pagar las multas e impuestos que en verdad corresponden.
El 2010 fue un año “axial”, pues el eje del sistema político cambió, provocando que una nueva e inusitada apuesta a futuro por parte de la sociedad tuviera permiso para operar, pero las aspiraciones se toparon con un régimen autoritario que en sus últimas horas generó violencia y sobre todo una corrupción silenciosa que pasó desapercibida por parte de aquellos que no fueron presa de ella y, es muy probable, que los que sufrieron actos de soborno, hayan estado acostumbrados a estos en periodos de cambios de gobierno. Aunque hay que señalar que en esta ocasión la corrupción, como posibilidad de explicación, se incrementó porque no habría continuidad de partido político en el poder ejecutivo y, por lo tanto, quién cubriera las espaldas a la generación de políticos que se ha ido.
Al lado de esta generación de políticos que ha fracasado en su objetivo de mantener a un partido que nació en el poder y que ha demostrado que no sabe ser una oposición democrática, la burocracia también ha sido presa de ese cambio que en los últimos días de vida recurría a ella como una operadora del sistema de corrupción. El autoritarismo en México nunca fue un monstruo sino una maquinaria con engranes que siempre estuvieron a punto.
El final de la primera década del Siglo XXI fue precisamente una operación con motivos dobles, una covarianza positiva, un juego “ganar – ganar” para la generación que se iba y la burocracia que por años los toleró bajo la promesa de que el Partido – Estado en un determinado momento los llamaría para “chingarse” por la patria, ocupar un cargo de elección popular. Los motivos dobles emanaban de la burocracia y la generación política derrotada porque una necesitaba cubrirse la salida y la otra aprovechar el espacio que se les daba para asegurar un “botín” que les permitiera sobrevivir ante los tiempos de “turbulencia” que se venían. Por ello es que terminaron atascándose en el lodo.
Vecinos cercanos y competitivos en corrupción
Los Estados que son vecinos de Oaxaca tampoco se libran de la corrupción, ni destacan por estar dentro del Top 10 de menos corruptos, pero la gráfica en donde se agrupan los resultados que han tenido en el Índice de Corrupción, vislumbra que un escenario para detener a esta característica autoritaria, es la contención.
En efecto, es necesario apostarle a terminar con la corrupción de manera normativa, pero los “realistas” contestarían que esas declaraciones son meramente utópicas o normativas, aunque si queremos una solución tenemos que aspirar a este sueño. Para llegar a ese “inalcanzable” se tiene que hacer un trabajo para evitar que esta crezca, pararla en “seco” y desde allí comenzar un trabajo de contención evitando que los mecanismos que ocupa la corrupción para mantenerse crezcan, estos deben ser erradicados o comenzar a ser llenados de mecanismos que la eviten, aunque deben estar en constante renovación ante la posibilidad de que los mismo mecanismos se corrompan, aun así, la corrupción bajaría.
Si observamos las gráficas, los Estados de Veracruz y Chiapas lograron en la primera década del Siglo XXI mantener en un mismo nivel el Índice de Corrupción. En el caso de Chiapas un 2.8 lo pone como el Estado vecino de Oaxaca con menos nivel de corrupción registrado del 2000 al 2010 y el crecimiento de este vecino, tuvo como máximo un 7.6 en el último estudio. Por su parte, Veracruz es el menos corrupto de los vecinos de nuestro Estado.
El Estado de Puebla bajo el gobierno de Mario Marín, destacable por su protección a empresarios pederastas por la cual pagaban sobornos, comenzó a tener una baja de puntuación del 2007 al 2010 que le ha permitido regresar a una cifra de un sólo dígito, algo contrario a lo que sucedió con Oaxaca a final de la década.
La situación de Guerrero y Oaxaca es muy similar en cuestiones de corrupción, por ello en este 2010 han peleado por la medalla de bronce al más corrupto. Aunque también es importante destacar que estos dos vecinos tienen números muy similares en sectores como el económico, educativo, social, étnico, financiero, etcétera, con la diferencia de que los oaxaqueños todavía no han vivido el terror del narcotráfico que ya tienen a cuestas los guerrerenses.
Si habría de comparar a Oaxaca con uno de sus vecinos tendría que ser con Guerrero, pues sus coincidencias los unen más. Los otros tres Estados, bien o mal, han comenzado un proceso de industrialización que los ha llevado a generar mejores escenarios de vida.
La cuestión con Oaxaca es que la corrupción de manera silenciosa, manteniéndose con los tópicos que ya conocemos, se puede instalar en el gobierno de la alternancia, operando bajo la dirección de su vieja aliada, la burocracia. Entonces sí sería: ¡Una corrupción de todos! en la ¡Oaxaca de todos!
OAXACA, México.- México es una nación corrupta. Somos una sociedad corrupta. La corrupción es parte de nuestra cultura. Es toda una herencia histórica que se perfeccionó a lo largo del Siglo XX y que ha permitido escalar posiciones “individualmente” a costa de la sociedad, “del de a lado”.
Las historias particulares y populares que se cuentan en nuestro imaginario colectivo sobre los personajes políticos y sus actos de corrupción no buscan generar una imagen negativa del protagonista, sino sólo ensalzar su figura de “chingón”, aunque se pasa por alto que la chingada es la sociedad.
A los mexicanos les encabrona tener un gobierno que se robe el dinero, políticos que ocupen su poder para incrementar sus ganancias a futuro, evadan la ley y hagan con ella lo que les venga en gana, pero también les enorgullece ser unos “cabroncitos de mierda” que se saltan las trancas de la ley para obtener lo que buscan. La idea del “límite” que daña a la sociedad es tan amplio y elástico que casi todo acto que sea desfavorable a la convivencia cabe, ya ni siquiera podemos poner como límite a la violencia, pues muchos prefieren pactar con el narcotráfico en sus actos delincuenciales que violan las leyes del Estado, antes que buscar una reforma para terminar con un acto delictivo, como legalizar las drogas.
Si los muertos del narcotráfico parecen ya no doler a nuestro país ¿por qué debería de dolernos que seamos una sociedad corrupta con un gobierno al que le toleramos la corrupción porque muchas veces nos favorece? Entre todas las causas de la violencia que los narcotraficantes han desatado desde el 2006, cuando el gobierno de México les declaró la guerra, sea por legitimarse o por tener datos fidedignos de lo que estaba pasando en esta materia, encontramos a la corrupción como una toma de combustible para que ellos sigan existiendo y haciéndose grandes: mostrando como el mexicano necesita solo una oportunidad para destacar, así sea de manera legal o ilegal. Si nadie en el gobierno se dejara sobornar por los narcotraficantes, es muy probable que el ser narcotraficantes sí fuera una verdadera osadía en nuestro país, pero el dinero que se mueve en estos ámbitos nos indica que la osadía se vuelve compra de algún funcionario, sea de bajo, medio y alto nivel. Desde policías de a pie, agentes de aduana, secretarios de Estado y gobernadores que cobran por medio de enviados, se han corrompido para que el narcotráfico crezca. La corrupción en estos eventos está llena de sangre, no sólo de corridos y la narco-cultura-pop.
Transparencia Mexicana (TM) ha dado a conocer el reporte ejecutivo del “Índice Nacional de Corrupción y Buen Gobierno 2010 (INCBG)”, el cual muestra, más que un aumento en los niveles, una constante que sólo se puede festejar en “décimas” de descenso o ascenso, el crecimiento es de .3.
La transición en México y aquellos que apoyamos la democracia en el país, que no forzosamente indica que estemos de acuerdo con lo que se ha hecho en estos 10 años de gobiernos panistas, es que ya debemos tener claro, en nuestra mente, que la apuesta para terminar con el México autoritario, no pasa -solamente- por la competencia en la clase política, sino por impulsar un cambio en la cultura política. La corrupción es parte de nuestra cultura política, uno de los medios con los cuales nos desarrollamos en (el espacio) público.
México no es territorio Telcel, sino territorio mordida
El INCBG mide “la frecuencia con la que los hogares mexicanos pagaron un soborno (mordida) para acceder a 35 trámites y servicios monitoreados (Comunicado de prensa de Transparencia Mexicana)”. Bajo este objetivo, el estudio mide 35 trámites y servicios que son ofrecidos y necesitan los hogares mexicanos.
El primer resultado que destaca de los datos que ha dado a conocer TM es aquel que nos muestra que “10.3 de cada 100 ocasiones en que se realizó un trámite o accedió a un servicio público, los hogares pagaron ‘mordida’”. La representación a nivel global en cuestiones económicas es de 32 mil millones de pesos. ¿Cuántas veces cabe un salario minino (mínimo), de 50 pesos -para redondear-, en la cantidad mencionada? 640 millones de veces.
Un dato que nos puede mostrar que México es “territorio mordida” es aquel que indica que “más de 15,300 hogares fueron entrevistados en todo el territorio nacional” y reportaron más de 200 millones de actos de corrupción en “trámites y servicios”. Si en México somos más de 120 millones de habitantes y menos de 200 millones, al menos, generalizando, cada mexicano ha realizado un acto de corrupción o -específicamente- de soborno -mordida, coloquialmente hablando-.
Si las “mordidas” fueran un tipo de impuesto, este sería del “14% sobre los ingresos promedio de los hogares mexicanos” muy similar, en costo, al Impuesto al Valor Agregado, que tanto se odia en el país, por “alto” y limitante “al consumo”.
Es muy cierto que la corrupción es una limitante para la productividad, pero sólo para aquella que trata de estar en la legalidad. En este sentido, el soborno en las dependencias públicas daña a aquellos individuos que quieren hacer las cosas al interior del marco de la legalidad. La corrupción beneficia a aquellos que cuentan con el capital económico para pagarla y producir o iniciar un negocio de manera expedita sin esperar por los trámites burocráticos.
En ese sentido, es importante señalar que la “mordida” lo que provoca es una afectación a la competitividad y la libre competencia. No es lo mismo iniciar un negocio desde cero sin tener “contactos” sobornables al interior de las instituciones del Estado, que ya tener un negocio y saber “cómo se mueve y cuesta el asunto” de parar un changarro ante el gobierno. Sí, la corrupción limita la competitividad y el libre mercado.
La corrupción que no tiene que ver con la relación empresas – gobierno, la que se hace cara a cara (ciudadano – funcionario), por un documento o evitar ser infraccionado por una violación que hace el ciudadano a un reglamento, es la que más destaca en el INCBG.
El trámite con mayor incidencia de corrupción es aquel que busca “evitar ser infraccionado o detenido por un agente de tránsito” con una frecuencia de 68.036, o sea, cada 68 de cada 100 ocasiones en que se realizó este tipo de trámite por violación a una ley del reglamento de tránsito se pagó una mordida.
En promedio una mordida en México costó a los mexicanos en 2010 “$165.00” pesos, 27 pesos más que en 2007 (138 pesos). Eso es equivalente a más de tres salarios mínimos en el país. Nos quejamos que no hay para comer, que el dinero no alcanza, pero para “la mordida” ¡sí hay!
¿Cómo evitar la mordida? Lo primero es que hay que respetar la ley, así sea realmente engorrosa. Segundo, promoviendo y buscando a nuestros representantes políticos a que este tipo de leyes desaparezcan. Tercero, hay algunos servicios que ya se pueden hacer por internet, sin la necesidad de estar frente a un burócrata mordelón: ¡aprendan a usar internet, se va a ahorrar!. Cuarto, denunciando aquellos actos de corrupción.
A pesar de estas opciones, hay una que inicia desde el ciudadano, aquella que indica que debemos de dejar la cultura de la mordida, evitar provocarla, pero también dejar de pensar en ella.
Si México es “territorio mordida”, Oaxaca se quedó muy cerca de obtener la medalla de bronce como el tercer Estado donde más “se muerde”, pero el cuarto es nuestro. “¡Compromiso cumplido!”.
Nota: Este artículo se publicó en el suplemento Ágora el día 16 de mayo 2011.
OAXACA, México.- Nunca he leído un libro de los llamados “clásicos” que sea aburrido, son más bien libros lentos, sea por la forma en la que están escritos, porque nuestro español ha avanzado tanto desde sus primeras traducciones o porque las traducciones no eran buenas. También, es muy probable -al menos es mi caso-, que un libro de este tipo, escrito hace mucho tiempo, sea una fuente “primaria” con la cual nos hemos acercado a un tema que nos interesa.
A los clásicos siempre regresamos y aprendemos otra vez de ellos o se nos clarifican ideas, también se termina el libro que se ha quedado incompleto. Un clásico, desde mi perspectiva, no es un libro viejo, sino un libro con extrema vigencia que nos puede ayudar a comprender problemas actuales.
A “La ciudad antigua. Estudio sobre el culto, el derecho y las instituciones de Grecia y Roma” he regresado porque Fustel de Coulanges recuerda y demuestra que los cambios en las sociedades cuestan un tiempo largo, pero que hay lapsos determinantes que marcan el rumbo de las cosas. Nada es estático y para siempre, ni siquiera la religión como algo específico.
La religión siempre ha estado presente en la historia de la humanidad. Estaba antes que Grecia y Roma fueran los grandes referentes de civilizaciones europeas y occidentales. Antes que los mismos islámicos se encontraran con su Dios. Ha sufrido una evolución como todas las cosas, a pesar de que esté dominada por conservadores.
Fustel de Coulanges demuestra que las religiones que han existido en el mundo poco a poco cambian para no perder más terreno del que deben ceder ante cada “revolución” política y social que se manifiesta.
“La ciudad antigua” comienza señalando que las familias tenían su Dios, casa por casa, y que este se heredaba por medio del primogénito varón. Después, habla como esta pequeña tradición de los “dioses domésticos” dio paso a tener “divinidades” por cada pueblo o ciudad.
En un primer momento los dioses “domésticos” siguieron existiendo, pero ahora un Dios hermanaba o conectaba a diversas familias sin tener, forzosamente, un lazo consanguíneo.
La religión se convirtió en la base del derecho y regía las ciudades existentes. El poder político y el religioso estaban unidos por el culto, el cual mostraba lo que se tenía que hacer y guiaba el futuro inmediato de la población. La guerra comenzaba cuando el Dios lo consideraba correcto.
Como en toda comunidad o sociedad, siempre existió una clase gobernante, pero esta estaba por debajo de aquella que se dedicaba a interpretar los mandatos de los dioses.
Si la religión provoca la estabilidad social por medio de las reglas, se hacía respetar por medio de la espada que controlaba el gobernante y que los sacerdotes, cuando no eran líderes políticos a la vez, controlaban, todo estaba dado por siempre y el individuo, ni la clase, podían cambiar su destino. ¿cómo cambió esto?
La religión en lo particular no desapareció, simplemente evolucionó como institución y tuvo que comenzar a competir con el surgimiento de la “libertad individual”.
En un primer momento, las revoluciones de la antigüedad previas a la aparición del “cristianismo” muestran, según la investigación de Fustel de Coulanges una lucha entre diversas clases, que podemos llamar sociales, marcadas por los intereses económicos y materiales: ricos y pobres.
La llegada de la clase no gobernante al poder, marcaba una nueva forma de hacer las cosas y comúnmente el desquite hacia aquellos que habían gobernado. Como toda época de inestabilidad, los excesos de los gobernantes provocaban otra rebelión y así poco a poco las sociedades comenzaban a buscar un equilibrio. Se inventaron dioses que justificaran todos los actos públicos que sucedían, desde las guerras hasta la elección de determinados líderes.
La idea de los “dioses” permitía legitimar a una clase “suprema” ante otra y controlar el poder político. Cuando los excesos sucedían o determinada clase “inferior” estaba interesada en el poder político, en primera instancia no podía acceder al poder porque la religión de la ciudad no lo permitía. Venía entonces la reforma, la aparición de una nueva religión.
Roma entendió que para obtener más poder no se necesitaba negar dioses, sino sumar dioses en cada pueblo conquistado, así nació “el imperio”. La obtención de más dioses no atentaba contra la idiosincrasia de cada ciudad conquistada. Tampoco había una limitante entre la unión de los individuos que pertenecían a distintas clases, pero sí la aparición de nuevas clases inferiores que no tenían acceso a a la participación política, ni la clara comprensión de qué era la religión y sí la entendían como rituales, que no tenían sentido para muchos, pero que se debían realizar para que a la ciudad, el imperio, le fueran bien. La religión se ha convertido en una costumbre que une a los pueblos.
Una revolución tras otra, señala Fustel de Coulanges, ha provocado el reconocimiento de nuevos integrantes de la sociedad, pero también ha provocado la aparición de nuevas leyes y derechos.
Aunque Fustel de Coulanges está interesado en las instituciones políticas y su relación con la religión, durante todo su libro está presente de manera paralela la aparición de la “filosofía” como una fuente principal que inspira las formas de gobierno y que viene a ser reforzada por el surgimiento del cristianismo, este último como consecuencia de las revoluciones que han surgido a lo largo de los años.
Si la religión se ha vuelto monoteista se debe a que los hombres han buscado ser iguales en lo público y diversos en lo privado. El cristianismo es la primera religión que se localiza en el espacio privado, que se siente y teme, la cual provoca emociones en la persona y los ritos son entendidos, hechos por el hombre para si mismo.
La humanidad no es estática, es dinámica y evoluciona de manera constante, los tiempos no se repiten, ni siquiera para la religión, aunque siempre hay cosas que sobreviven porque así lo decide el hombre. Hoy tenemos una religión y política dividida, cada una tiene su espacio en el hombre, pero como en toda la historia de la humanidad, siempre han estado en tensión.
Fustel de Coulanges no lo apunta de manera textual, pero son las sociedades humanas las que construyen sus valores, las que modifican a la religión, no esta a la sociedad.
De Coulanges, Fustel (2000). La ciudad antigua. Estudio sobre el culto, el derecho y las instituciones de Grecia y Roma. Colección Sepan Cuantos… Núm. 181. México: Editorial Porrúa.
Nota: Esta reseña se publicó en www.adnsureste.info