Congreso de Oaxaca

OAXACA, México.- La Legislatura LXI de Oaxaca ha pasado a la historia política del país, no sólo de nuestros Estado, pues se atrevió a realizar aquello que desde más de 11 años estamos esperando a nivel nacional: una reforma política que contribuya a poner en clave democrática al Estado Mexicano.

Como toda reforma esta es perfectible, pero el interés que ha despertado en todo México, es que la Reforma Constitucional que se ha hecho en Oaxaca termina con soportes autoritarios que se habían heredado del régimen de origen del cual parte la transición política en nuestra nación: el autoritarismo con partido hegemónico que fue encabezado por el Partido Revolucionario Institucional.

Además, la falta de un entramado Constitucional acorde a la democracia y sí que operaba bajo la lógica autoritaria, ha provocado a nivel federal un desencanto democrático en la sociedad civil mexicana. Por supuesto, cada día es más obvia la ruptura entre la clase política y los sectores más activos de la ciudadanía que buscan instaurar la democracia.

Es muy cierto que todavía no hay acuerdo sobre el lugar en el que nos encontramos de la transición política o de la instauración democrática. También se sabe, y cada día se acepta más, que la construcción democrática en el país nos iba a costar décadas, pero no por ello debemos solapar la parálisis legislativa que existe a nivel federal, ya que los actores políticos se han dedicado a desperdiciar el tiempo.

***

Hay una serie de interrogantes sobre los llamados gobiernos surgidos de las coaliciones entre partidos políticos de posturas ideológicas opuestas, como son el Partido Acción Nacional y la izquierda partidista (PT, Convergencia y PRD). Poco a poco han salido a la luz sus limitaciones, pero también sus fortalezas.

Antes de precisas algunas limitantes y “fortalezas”, tengo que señalar que la política local se mueve en una pista independiente a la que tiene la política nacional. Me atrevo a decir que esta última termina cobijando (o absorbiendo) a la local cada que hay procesos electorales de gran envergadura en el país, pero cuando no, la local tiene una agenda propia. Aun así, esta agenda se mueve bajo los tópicos y pendientes de la democracia y está bañada de las prácticas autoritarias que hemos heredado del priismo, desde las que se localizan en la forma de gobernar, hasta en lo político: la cultura. ideologías políticas y la forma-de-hacer-política.

Una de las debilidades que se pueden observar de estos gobierno de coalición es que la disciplina partidista termina por destruir los gobiernos emanados de una coalición cuando se acercan los procesos electorales. Esto genera un margen de tiempo que comienza cuando inicia el gobierno y que termina con el primer proceso electoral que los enfrenta. En el caso de Oaxaca  será en el 2012.

Fortalezas que se pudieran destacar antes de que llegaran al gobierno, no se veían y sí eran más una carta de buenos deseos para que pudieran avanzar en el desmantelamiento del autoritarismo. Por supuesto, una debilidad local en Oaxaca ha sido el reciclaje político, pero bien enfocado ha logrado abrir canales de diálogo con el ex-partido hegemónico (el PRI).

Por el momento los partidos coligados en el proceso electoral del 2010 que provocó la alternancia en Oaxaca se han mantenido unidos. Sea por un interés particular, por vocación “democrática” o por las presiones que ejercen muchos grupos gremiales, de interés, de presión y sociales, pero han logrado dar los primeros resultados en el frente que se pensaba más flaco: el poder legislativo.

En efecto, en el Congreso de Oaxaca nadie tiene mayoría absoluta y los partidos que hoy son gobierno necesitaban al grupo parlamentario del partido del autoritarismo para hacer una reforma de gran envergadura como es la Reforma Constitucional que termina generando una nueva Constitución que guíe la administración pública en sus altas esferas, genere pesos y contrapesos en la división de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y permita y/o cree mecanismo de participación política para la ciudadanía que incidan en la toma de decisiones de la clase gobernante y que a su vez sean frenos al poder, o sea, que el gobierno entienda que el poder que tiene no es ilimitado y ante decisiones que atenten contra la sociedad, perderá el poder.

La Reforma Constitucional en Oaxaca es amplia, sorprendente, imperfecta, criticable, aplaudible, histórica, engorrosa por profesionalizante, seria por institucional, etcétera, pero sobre todo, es la primera contribución que hace un gobierno emanado de lo que puede ser la segunda ola de la transición política en México que sucedió en el 2010.

Nadie sabía a ciencia cierta qué cosa positiva podrían traer estos escenarios de gobierno de coalición y congresos locales sin mayoría a la democracia mexicana. Aunque sería bueno reconocer que las coaliciones han funcionado porque el ciudadano, el votante, ha marcado cuáles son los límites que le puede aguantar a un gobierno. El PRI perdió Oaxaca por como gobernó su último sexenio, no por cambiar la forma en que hace política, sino por llevarla al extremo.

En este sentido, es necesario reconocer que la sociedad oaxaqueña tiene una cultura política autoritaria o no democrática que se encuentra en cambio. O sea, somos una sociedad en cambio y para que los valores de la democracia se comiencen a arraigar en la sociedad y en la forma en que se gobierna es necesario que se institucionalice.

***

Las críticas más duras y de lo que más adolece nuestra transición política a nivel federal tienen que ver con la falta de mecanismos que permitan la participación ciudadana, pues hasta el momento sólo se puede acceder al voto, pero no a aquellos mecanismos de democracia directa: Plebiscito, Referéndum, Revocación de Mandato, etcétera.

En este sentido, la Reforma Constitucional en Oaxaca subsana de una vez esta carencia y petición que se había tenido desde hace tiempo. Es necesario destacar que la reforma no sólo se quedó en un reordenamiento de pesos y contrapesos que permitiera un mayor equilibrio de poderes políticos, como dejar en claro su división, sino que permite el acceso, incidir, en las decisiones que en determinado momento pueden tomar los políticos y no favorecen a la mayoría, o sea, a la ciudadanía.

Además, con los mecanismos de democracia directa, se pone un énfasis especial para limitar a la clase política y gobernante, al señalar que se reconoce que ellos son los representantes de los ciudadanos, pero que muchas veces, por los intereses particulares, pueden ver por ellos y dejar en el abandono a los gobernados, con los mecanismos de democracia directa, los gobernados no sólo pueden destituir gobernantes, sino también revocar o parar leyes que consideren inadecuadas para lo político.

Por ello es que esta reforma es especial, porque reconoce a la ciudadanía, al darle mecanismos de participación, como el origen y soporte de la democracia.

Hoy el lugar y peso de la sociedad civil en el sistema político oaxaqueño ha cambiado, pero depende de esta que en verdad se hagan funcionales los mecanismos de democracia directa.

El punto es que los mecanismos de la Reforma Constitucional otorgan permiso y reconocimiento a la democracia, pero es la sociedad civil la única que crea la cultura política que necesita la democracia como forma de gobierno y de vida. Si la sociedad civil no la crea, estos mecanismos no servirán para incidir y sobre todo, tratar temas que pueden generar división en la población como el aborto, las bodas gays, etcétera.

***

Como he mencionado en este texto, la Reforma Constitucional es buena, pero no perfecta y sí perfectible. Aun así, el balance es positivo y más por el hecho de que permitió el incremento de mecanismos para los ciudadanos. Las críticas, como era de esperarse, no han hecho falta.

Lamentablemente, los críticos han adolecido de lo que tanto critican a la clase política y se han olvidado que una cosa es el gobierno, otra el Estado y otra la democracia.

Así, la crítica que lanza EDUCA sobre la Reforma Constitucional “no refleja el cambio democrático demandado en Oaxaca” adolece de la generalidad de sentir o apropiarse de ser la voz de los oaxaqueños, sea por errores de redacción o protagonismo, esta práctica de la organización es la que comúnmente escuchamos en los discursos de cualquier político de cualquier partido o aquellos arranques de negación de diferencias que promueve Andrés Manuel López Obrador al ocupar términos como “pueblo” y decir que el habla por el “pueblo” o que el “pueblo” le ha dicho al oído lo que quiere.

En efecto, en la democracia no existe un pueblo “uno”, sino simplemente el reconocimiento de la mayoría y el respeto a las minorías. En la democracia está permitido disentir desde lo individual, porque se reconoce al individuo, que se convierte en ciudadano, pero no se puede intentar homogeneizar ni hablar por el “pueblo” o, en este caso, lo que quiere “Oaxaca”. Es más válido decir que muchos en Oaxaca queremos la democracia, pero también algunos no la quieren o prefieren que esta fracase.

En este sentido, la instauración democrática tiene primero que reconocer a la población en general como ciudadanos, después ver las condiciones de vida cultural, social y económica. Si primero no existía un reconocimiento de la ciudadanía, estaríamos cojeando de una pata y sí reivindicando el llamado nativismo que lamentablemente percibo en la crítica de EDUCA.

Por otra parte, EDUCA critica que sea el 20% de la lista nominal para iniciar el Plebiscito y lo considera inoperante, un “instrumento de papel”, pero si se observa en la iniciativa de Reforma Constitucional mandada por el gobernador Gabino Cué Monteagudo, entregada el 1 de diciembre del 2010, en su página 28 del archivo en PDF (localizable en la página del Gobierno de Oaxaca), señala que es 30%. En este sentido, los diputados hicieron una reducción del 10%.

Más allá de lo normativa que pueden ser las leyes, se necesita que estas puedan ser aplicables para los fines que son creadas, en este caso comenzar el proceso de instauración democrático en Oaxaca.

Según los datos del Instituto Federal Electoral (IFE), en Oaxaca la lista nominal tiene registrados (consultada en su web el día 9 de abril del 2011) 2 millones 373 mil 877 electores. El 20% serían 474 mil 775 electores aproximadamente. ¿Es un número alto? Sí lo es, que si es más bajo que la propuesta original también lo es, pero hay que contemplar algunas cuestiones, estas tienen que ver con los grupos corporativos que surgieron durante el autoritaritarismo y aquellos neocorporativos que irán surgiendo en estos primeros años de apostarle a la democracia.

En este sentido, un porcentaje bajo podría permitir que las famosas herramientas de la democracia directa quedaran atrapas en los grupos corporativos y neocorporativos. Véase nada más el llamado voto duro del PRI que oscila entre los 400 mil y 500 mil votos en cada elección. Un porcentaje más bajo permitiría que cada que el PRI quisiera convocara a un Plebiscito y que si este no es del interés de la ciudadanía terminaría ganándolos todos, sin forzosamente contar con la participación ciudadana. En efecto, la democracia directa y sus herramientas deben tratar temas torales para la sociedad y de manera específica que interesen a la sociedad civil, para que estos sean los actores que fomenten la participación y expliquen de que se trata lo que está en una discusión pública o la propuesta que será sometida a votación para que se manifieste en contra o favor.

Por otra parte, la Reforma Constitucional no tiene un candado que impida su modificación a futuro. Veamos esta reforma como una primera generación que tendrá que ser modificada y ampliada a futuro, pero ya que veamos su funcionamiento. Por supuesto, siempre será preferible la crítica que el silencio, pero también es importante el debate y la crítica a los críticos.

Sobre el punto de EDUCA y el hecho de que se olvidó a los indígenas, creo que era importante reconocer primero la coincidencia de que todos somos ciudadanos y después eso permitirá que en la democracia existan las diferencias. Ya el filósofo italiano Norberto Bobbio señalaba que en la democracia la igualdad es aceptar que todos somos diferentes. Por supuesto, hay una deuda con las comunidades indígenas.

Demos tiempo a que la Reforma Constitucional sea pública, esté funcionando y entonces sí con todos los documentos en mano discutamos todo, critiquemos todo, propongamos, pero no desde antes le demos la espalda al espacio que ha ganado la democracia, eso es lo que se tiene que defender, más que quedarnos en la crítica a un gobierno o respaldar a este. La democracia se basa en instituciones, no en personajes.

NOTA: Publicado el 12 de abril del 2011 en ADNsureste.info