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Este puede ser la continuación del artículo “El inicio del fin” que escribiera el autor en el comienzo del “gobierno de la alternancia” y publicado en estas páginas, donde habla del déficit de los “nuevos gobernantes”, a los cuales llama políticos en tránsito. En este ensayo, el autor reflexiona sobre el “déficit democrático” que se encuentra en la sociedad oaxaqueña y sostiene que la carencia de ciudadanía ha conducido al fortalecimiento de grupos corporativistas y al miedo de atacar a lo que los nuevos gobernantes de “izquierda” consideran el “pueblo”. Todo esto lo hace en el marco del enfrentamiento de la S-22 del SNTE, la APPO y las fuerzas federales y estatales.

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¿Quieres saber qué pasó aquí? La política como violencia

OAXACA, México.- La agenda política en Oaxaca ha cambiado antes de los esperado. Los motivos de este “cambio” han sido el enfrentamiento entre la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), la Policía Federal y -con ello- el Gobierno de Oaxaca, todo en el marco de la visita que Felipe Calderón hiciera el 15 de febrero de este año a la ciudad capital. Nada salió bien para ninguno de los actores, pero ante la carencia de ciudadanía, es muy probable que la S-22 y sus organizaciones afines sean las vencedoras de esta coyuntura.

Casi al final del proceso electoral estatal de Oaxaca para elegir gobernador de Oaxaca, donde ganó Gabino Cué, señalaba que el priismo -un tanto desesperado- había decidido crear un movimiento que le hiciera frente al magisterio oaxaqueño aglutinado en la Sección 22 del SNTE. Explicaba que estos movimientos que surgían del poder político eran conocidos como “orgánicos”, término proveniente de Antonio Gramsci, ya que su característica -principal- era que realizaban una serie de críticas que no dañaran al grupo que se localizaba en el poder central del régimen autoritario: Al PRI. En efecto, se puede criticar al personaje, más no a la maquinaria que pone a los personajes.

La S-22 significó, en un primer momento, el grupo clientelar más importante del autoritarismo oaxaqueño, pues al tener presencia en todo el territorio -o su gran mayoría- permitía tejer una red de comentarios y posturas de apoyo al partido hegemónico. Hace tres décadas el rol de la S-22 cambió al interior del régimen, pues se convirtió en la vanguardia de los movimientos “opositores” al autoritarismo en Oaxaca, pero que cada año tenía que negociar con el gobierno. La S-22 encarnó el discurso del “pueblo” que se intenta liberar del oprimido y desde sus primeros años de oposición se ha instalado en un discurso de izquierda que se puede ubicar en la “izquierda clásica” de América Latina de los años setenta, desde ese año sus ataques se han dirigido hacia lo que califica como el “imperialismo”, “neoliberalismo”, “privatización de la educación” y todos los gobernantes han sido sus enemigos, sea a nivel estatal o federal.

A pesar de las observaciones previas, sin la S-22 no se logra entender el avance de la democracia en Oaxaca, pues la ruptura que tuvo con el último gobierno priista en Oaxaca, permitió que la sociedad oaxaqueña se posicionará ante el autoritarismo y la democracia, compartiera o no la postura ideológica del gremio educativo.

Lamentablemente, el avance de la democracia implica una serie de valores políticos como cultura política que los grupos que lucharon por derrocar al régimen no comparten. En este sentido, las fuerzas que luchan por derrocar al régimen autoritario no siempre tienen como objetivo promover la democracia y sí buscan un arreglo con los nuevos grupos políticos que les garantice una posición importante en el sistema político o les deje acrecentar su poder.

La S-22 ha ganado posiciones al interior del Sistema Político por el voto corporativo que representa, pero no se ha preocupado por promover una cultura política acorde a la democracia, algo similar ha ocurrido con los partidos de izquierda y derecha que han promovido la transición a nivel federal y estatal.

Los maestros en Oaxaca, sean de la Sección 22 o 59, y los grupos que le han servido como satélites para conformar la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca han colaborado al confrontarse con el viejo régimen autoritario ha promover la ruptura en el sistema y que los oaxaqueños busquen nuevas opciones partidistas, pero como grupos que inciden en el sistema político siguen manteniendo un discurso y actuación que no muestra que quieran contribuir a la democracia.

La Sección 22 tiene una agenda que busca el beneficio de su gremio como de aquellos intereses que enarbolan las organizaciones que se encuentran a su alrededor, que abarca desde grupos de mototaxistas, ambulantes, organizaciones juveniles y políticas “apartidistas”, pero que en la práctica se mueven con los partidos de izquierda. Hay intereses económicos y sociales, como recibir mejores condiciones laborales que otros grupos o gremios no reciben.

Ciudadanía, mi héroe

El politólogo Leo Zuckermann publicó en la revista “Nexos” un suculento artículo titulado “Pueblo, Clientela y Ciudadanía” en el cual explica la carencia de “ciudadanía” a lo largo del proceso de transición política en México. Han pasado 10 años y ese es el déficit democrático más importante, a mi parecer.

Al igual que a nivel federal, en Oaxaca hacen falta ciudadanos. Grupos como la Sección 22 son “clientes” del sistema político mexicano y oaxaqueño, o sea, son corporaciones que siempre han buscado negociar sus derechos con el gobierno en turno. Además, permiten que un individuo goce “de ciertos derechos por pertenecer o no a estas agrupaciones. A los campesinos el Estado les daba tierras y subsidios económicos a cambio de que no protestaran y votaran por el partido oficial. A los sindicatos les otorgaba prerrogativas laborales y completa impunidad en el manejo de asuntos internos a cambio de lo mismo. A los empresarios les cobraba pocos impuestos a cambio de que éstos no se involucraran en la política (Leo Zuckermann)”. Los maestros en Oaxaca operan bajo esta lógica, que sumada a ser los representante del pueblo, o sea, “gente común y humilde de una población”, consideran que merecen todo por pertenecer a determinada “corporación”, lo que no esté adentro del gremio y no le traiga beneficios no importa, es más, son enemigos o enviados del “imperialismo neoliberal”.

En conclusión, la S-22 fue un factor en el derrocamiento del PRI, pero se ha convertido también en un freno para la instauración democrática, pues su discurso se mueve bajo la lógica autoritaria que le permitió sobrevivir con los gobierno priistas y a su vez ser la vanguardia de la oposición “no partidista” que pretendía derrocar al PRI, este monopolio no se perderá hasta que el oaxaqueño comprenda que la única manera de hacer democracia es con la aparición del ciudadano. En ningún otro régimen existe el ciudadano.

Zuckermann alerta sobre los constantes errores que cometen los políticos mexicanos y como también de manera intencional ocupan determinados términos para conseguir seguidores y dividir a la población. Aunque después nadie pueda gobernar:

En el idioma español “pueblo” no es sinónimo de “ciudadanía”. Sí lo es en inglés, donde una de las definiciones del vocablo “people” es “citizenry”, es decir, “el conjunto de ciudadanos de un Estado o país”. No es gratuito que este idioma sí haya desarrollado esta definición. Y es que, como brillantemente demuestra el ensayo de T.H. Marshall, Citizenship and Social Class, publicado en 1950, fue en Inglaterra donde históricamente se desarrolló con más claridad el concepto de ciudadanía.

Marshall argumenta que la ciudadanía tiene tres elementos inherentes: los derechos civiles, los derechos políticos y los derechos sociales. Y así, en ese orden, se desarrollaron históricamente en Inglaterra.

En este sentido, la transición oaxaqueña, localizada en su etapa de instauración política no sólo debe de poner atención en las reformas políticas, sino también en la construcción histórica de la “ciudadanía” que será el soporte de la democracia, más no del gobierno, pues este es solo una parte operativa de la democracia.

Es importante que el oaxaqueño comprenda y ejerza los derechos que le otorga el concepto de ciudadanía. En lo civil entender cuestiones como la no esclavitud, que pone en tela de juicio los “usos y costumbres” que practican muchos grupos indígenas autoritarios de Oaxaca, como los triquis; la libertad de expresión, o sea, generar una relación transparente entre medios de comunicación y gobierno, que hasta el momento no ha hecho el gobierno de la alternancia; las libertades de pensamiento y religión y; comenzar a impartir justicia, no sólo crear programas paternalistas que crean una nueva clientela y grupos neocorporativistas.

En el caso de los derechos sociales, estos buscan una redistribución de la riqueza entre los sectores de la población más desfavorecida que muchas veces por tener el estómago vacío decide dejar de lado o vender sus derechos políticos. Pero creo que a nivel país en esta materia hemos avanzado, con ciertas trampas que han provocado la aparición de corporaciones como la S-22, pues se goza de una educación pública que no tiene buena salud, pero se puede rescatar y sistemas de salud que se amplían, a pesar de que la mayoría de los mexicanos no paga impuestos.

Si la construcción de la ciudadanía es un proceso histórico, la etapa en la que nos encontramos es aquella que indica que el oaxaqueño tiene que empezar a “reconocer” y practicar sus “derechos políticos”, no sólo aquel que plantea “un ciudadano un voto”, sino entender que la democracia se construye desde la sociedad civil y que las leyes, valores y principios públicos en los cuales se basarán las instituciones no son sólo un acuerdo institucional de la clase política, sino la operativización de las demandas ciudadanas que permitan comenzar a entender la política como paz.

Si alguien puede derrotar a los grupos autoritarios y dogmáticos como la Sección 22, es la ciudadanía. La democracia y la participación de los potenciales ciudadanos son sus verdaderos enemigos, no la Policía Federal, una ruptura en el movimiento sería un síntoma de los cambios democráticos, una unidad, la mayor fortaleza de la S-22 para sobrevivir en Oaxaca, como lo ha hecho Elba Esther Gordillo a nivel federal.

Nota: Publicado en el suplemento político Ágora el 21 de febrero.