OAXACA, México.- Casi a todo el mundo ha caído por sorpresa la “ola de cambio en el mundo árabe”, pues esta no enarbola el fundamentalismo islámico que los extremistas religiosos han mostrado desde el atentado terrorista del 11 de septiembre del 2001 a Estados Unidos. La libertad es la bandera de la sociedad civil árabe que ha tomado las calles en Túnez, Egipto, Jordania y Yemen.
Varias conclusiones se pueden sacar de las revueltas que han sacudido a distintas naciones del Magreb, región al norte de África, pues las manifestaciones por la libertad se dan en un escenario político internacional que en los últimos años se ha caracterizado por la confrontación de Occidente con Medio Oriente, donde este último es reconocido por enarbolar el terrorismo hacia Europa y Estados Unidos como defensa para salvaguardar la -pureza de la- religión islámica.
La mayor sorpresa ha sido descubrir que los sectores más activos de las sociedades que hoy piden la renuncia a los dictadores y déspotas que han tenido como gobernantes, tengan a la libertad y democracia occidental como banderas, pero de allí a que después de las revueltas esto sea un hecho consumado todavía falta mucha historia.
- Es muy cierto que el fundamentalismo islámico ha ganado terreno en todo el mundo después del 11-S, pero las revueltas de Túnez y Egipto han mostrado que la democracia tiene seguidores en las tierras islámicas y que esto provoca una ruptura en la comunidad (umma) tradicional de estas sociedades.
- El pluralismo limitado que existe en estos países ha sido superado por los grupos de la sociedad civil que reclaman mayores derechos humanos y políticos. Por otra parte, este tipo de pluralismo que permitía la existencia de los primeros grupos, también ha sido cuestionado por los sectores más tradicionalistas del mundo islámico, como son “los hermanos musulmanes” en Egipto, ya que consideraban a las células democráticas un peligro para su religión.
- La caída de Ben Alí en Túnez y la inestabilidad que muestra el gobierno del dictador Hosni Mubarak en Egipto son señales de que si el fundamentalismo islámico ha crecido, la democracia de manera subterránea también lo ha hecho y que estos dos extremos, los cuales albergan muchos puntos intermedios, han decidido terminar con los regímenes tiránicos que los oprimían.
- Las rebeliones en el Magreb se han dado desde adentro de las sociedades árabes, no han sido provocadas desde Occidente. Las democracias occidentales lo único que han hecho es mostrar su respaldo a los manifestantes a favor de la democracia.
- En estas insurrecciones la Internet ha jugado un papel fundamental para hacer crecer las manifestaciones, pero también ha mostrado sus mayores debilidades, pues ¿qué hacer si la conexión a la red de redes es cerrada desde el gobierno? En este sentido, la poderosa herramienta de Internet sigue siendo sumamente débil y si la dependencia hacia ella sigue creciendo se corre el riesgo de ser censurados cada que los controladores de las conexiones lo quieran. Ante esto, la lección a Occidente por parte del “mundo árabe”·es que se necesita una legislación que garantice la plena libertad del uso del “Internet”, se debe garantizar a la Internet como un medio de comunicación siempre abierto y horizontal. Por el momento, lo análogo no debe ser desechado.
- La fortaleza de las redes sociales y los medios de comunicación digitales ha permitido que la revuelta se expanda de manera importante no sólo a otros rincones islámicos, pues ha puesto a temblar al autoritarismo chino. Vale recalcar que ningún gobierno y grupo económico había logrado que China de buenas a primeras decidiera cerrar la internet de una manera monumental. El régimen chino censura una revuelta en naciones autoritarias porque está tratando de evitar un contagio por parte de sus ciudadanos para respaldar posiciones democráticas que generen inestabilidad en su sistema político. Hay una señala que no debe pasar inadvertida: reconocer que el régimen chino flaquea ante su sociedad civil y su naciente clase media.
- La “Revolución de los Jazmines” ha sido el comienzo de una nueva ola democrática como la que se vivió en Europa del Este y América Latina en el último cuarto del siglo XX. Aunque hay diferencias fundamentales entre estos dos eventos, hay una característica que comparten: el tradicionalismo étnico los puede conducir a escenarios donde la democracia sea relevada por regímenes populistas y teocráticos, o sea, la derrota de la sociedad civil en manos del fundamentalismo islámico en este caso.
- Estamos presenciando la primera gran revuelta de la generación “socialnetwork” y esta tiene dos características fundamentales: 1) Es falso que seamos una generación apática y 2) desde lo virtual estamos recuperando los espacios públicos. Por supuesto, también tenemos que agregar que ya no sólo se trata de sociedades civiles nacionales, sino de una sociedad civil internacional que respalda a las primeras ante sus reclamos democráticos, teniendo como objetivo que sus gobiernos tomen una postura a favor de los grupos pro-democráticos.
- Las revueltas en el Magreb son el inicio de una revolución política, no social, o sea, lo que se reclama tiene que ver con derechos humanos y políticos, que encuentran sus causas en la imposibilidad de generar mejores condiciones de vida porque la rigidez gubernamental lo impide.
- Estamos presenciando el inicio de un proceso de transición política desde regímenes autoritarios hacia la democracia que no concluye con la renuncia de los despóticos, dictadores y tiranos que gobiernan esta zona, esto solo es una etapa, pues el tramo más difícil está por comenzar: instaurar la democracia.
Ya nada será igual en el mundo árabe después de la rebelión tunecina, el mundo árabe ha mostrado que ante el extremismo islámico la lucha por la libertad y la democracia ha dejado de ser subterránea. Aunque todavía es muy pronto para pensar que la democracia tiene las puertas abiertas en estos países, pero sí se puede calificar de “exitosa” la movilización de la sociedad civil en países como Túnez y Egipto, ya que han provocado que el régimen comience su transformación.
NOTA: Publicado el 8 de febrero en el suplemento político Ágora
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