Oaxaca, México.- No sólo ha faltado diálogo entre los políticos mexicanos que actualmente ocupan un lugar en el Poder Legislativo y Ejecutivo, sino comprensión o conocimiento del fin de la política. La inexistencia de diálogo y debate público es simplemente la consecuencia de seguir teniendo, en su gran mayoría, políticos que sólo ven por sus intereses personales y que prefieren sacrificar el rumbo del país por intentar ganar un lugar en las encuestas para posiblemente obtener poder en un futuro mediato.
México y su sociedad nunca han visto un diálogo y debate entre poderes políticos sobre el estado que guarda la nación y su administración. Lo que hemos presenciado son monólogos por parte de los poderes.
En los tiempos del régimen autoritario, los presidentes emanados del PRI asistían a entregar un informe de gobierno por escrito a la Cámara de Diputados en medio de aplausos, vivas y excitaciones por la figura presidencial que dirigía unas palabras al “Pueblo de México” donde simplemente se escuchaba una andanada de regocijos verbales por el buen trabajo que había hecho el hombre y político por su patria. Antes del informe, ya los grupos parlamentarios habían dado a conocer su visión de México, más no de lo que se informaba, pues apenas se estaba entregando el documento que contenía el estado de la nación.
Cuando la oposición comenzó a crecer y se hizo presente en la Cámara de Diputados y Senadores, tampoco existió un diálogo y debate sobre el trabajo del poder ejecutivo. En esos momentos, lo único que se mostraba era la naciente pluralidad política en México. El presidente, no asistía a escuchar las posturas de los partidos políticos, sólo llegaba y daba su mensaje a la nación en medio de vituperios por parte de los opositores. Los legisladores oficialistas la hacían de porra para intentar acallar las críticas.
Después de la alternancia en el poder federal, se ha logrado observar que el ritual de la entrega del informe de gobierno no encaja con la democracia y también es inservible para soportar el pluralismo político que habita en San Lázaro.
Vicente Fox, el primer presidente de la alternancia, asistía a sus distintos informes de gobierno a recibir insultos, no a un debate. El “presidente del cambio” tampoco asistió a escuchar las posturas de los partidos políticos sobre la situación del país y los partidos de oposición jamás se atrevieron a escucharlo. Después del proceso electoral del 2006, donde el partido en el poder (PAN) y la izquierda mexicana se enfrentaron por el desaseo de la elección para presidente del país, Fox no logró dar su último informe y desde ese año, Felipe Calderón Hinojosa, presidente actual, no ha pisado las instalaciones del Poder Legislativo para dar su mensaje a la nación. Cada poder organiza una tarde o mañana para decir lo que piensa y lucirse en los discursos sobre cómo ve al país, pero el receptor sigue haciendo falta y el famoso feedback (ida y vuelta) de las ideas es imposible.
Cada año que pasa, los medios de comunicación se inundan del tema del primer informe, se analiza lo que ha dicho el presidente, las críticas que han lanzado los partidos y las pantallas de las televisoras mexicanas son invadidas por los diversos actos de burla a la que es expuesta la investidura presidencial. Por supuesto, no harán falta las caras del presidente donde no quiere saber nada de los indeseables.
En el fondo, lo que hace falta, y muchas veces se ha tocado este tema, casi siempre en este mes, es la revisión del formato del informe, pues así como está planteado es inservible para poder ver un debate sobre el presente de México y se logre evaluar o tener una conclusión de las visiones de los políticos sobre el país. Mientras se siga teniendo un informe donde nadie dialoga y se escucha, no se puede tener una clase política dispuesta a reconocer coincidencias y errores.
El modelo español puede ser muy viable para el país. Sería positivo que el informe se entregara por escrito como se ha hecho este primero, pero que el titular del Poder Ejecutivo asistiera en Octubre a debatir sobre lo que ha informado con los diputados y senadores, ya estos últimos con el conocimiento de las labores que se han realizado en el último año en la administración pública.
Mientras no se haga esto, tendremos dos días cada año, donde los políticos se lucen sobre las críticas que hacen al gobernante en turno sin conocimiento de causa y el presidente no escucha a sus críticos.
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