Nosotros hacemos las leyes
y por eso somos responsables de ellas,
y tenemos que preguntarnos todo el tiempo:
¿por qué esta ley y no otra?
Cornelius Castoriadis, El campo de lo social histórico.
Dos escenarios con similitudes y diferencias
Oaxaca, México.- Un día como hoy (2 de julio), pero del 2000, México logró la alternancia en el poder federal, con ello la democracia ganó una larga batalla al autoritarismo, nada ha terminado, los bastiones autoritarios siguen siendo mayoría en el país. Para una muestra, Oaxaca.
Dos mil diez no es 2004, pero sí hay similitudes y diferencias. En efecto, el proceso electoral que concluye el 4 de julio del 2010 puede acusar una serie de diferencias “particulares”, pero también una serie de características que demuestran cierta similitud. Vayamos por partes.
En las diferencias, se puede apuntar que a diferencia del proceso electoral estatal del 2004 donde ganara Ulises Ruiz Ortiz a Gabino Cué la gubernatura, no había una serie de antecedentes de violencia generalizada y crisis económica en muchos sectores productivos como lo hay actualmente. En otras palabras, las elecciones del 2004 no tuvieron un 2006.
En este sentido, es obvio que un conflicto social, político y gremial como el que se vivió en el 2006 provoca una serie de desgaste en la sociedad política oaxaqueña. Si hay que ser más específicos, cada partido político tuvo que pagar ante la ciudadanía un costo político-electoral. Una primera observación, nos conduce a pensar que hay partidos políticos que tuvieron facturas más grande. En este caso, es válido decir que como violentos o generadores de violencia en el 2006 se tiene al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y los partidos de izquierda (PRD, PT y Convergencia). Pero más allá de estos detalles que muestran cuestiones coyunturales, sí tenemos que reconocer que los antecedentes inmediatos a los procesos electorales del 2004 y 2010 son diferentes en Oaxaca.
Las similitudes son mayores entre los procesos electorales para elegir gobernador. La primera es simplemente la base para entender la importancia de estas elecciones: Oaxaca sigue siendo un territorio autoritario en el cual no ha existido alternancia en el gobierno estatal desde hace más de ochenta años. Por lo tanto, Oaxaca es un régimen autoritario.
Las elecciones del 2004 demostraron que el régimen autoritario oaxaqueño está viviendo un proceso de transición que intenta desembocar en una democracia. El proceso electoral del 2010 demuestra que dicho proceso de transición sigue existiendo y que después de la derrota de las fuerzas de oposición en el 2004, unidas por primera vez en la historia de Oaxaca, el desgaste del régimen ha sido mayor, pero la sociedad oaxaqueña se ha polarizado de manera estrepitosa. Por supuesto, a estos puntos hay que sumar que el sistema de partidos políticos sufrió una polarización extrema y los protagonistas de la oposición en su mayoría terminaron convirtiéndose en momentos importantes en una oposición leal al autoritarismo.
A pesar de todo lo sucedido en el actual gobierno oaxaqueño, la mayor similitud con el pasado muratista es la pervivencia del autoritarismo en Oaxaca. La diferencia más clara es la profundidad y violencia que el autoritarismo ha manifestado en estos últimos seis años. Ante estas observaciones, considero que la elección del 2004 es un punto de partida (motivo) para que se comenzaran a generar nuevos grupos sociales y políticos que promovieran una actitud desafiante ante el autoritarismo. De esta manera, el núcleo de pluralidad democrática en Oaxaca poco a poco se fue expandiendo hasta llegar al 2006. Este año y los eventos ocasionados por el autoritarismo, provocaron que la mayoría de actores opositores se uniera en cuestiones mínimas y reconociera un objetivo en común: la transición a la democracia.
Por todo lo antes mencionado, la mayor similitud entre el 2004 y el 2010 es que los actores políticos y partidistas todavía no compiten entre si para obtener el poder en una democracia, sino que se han unido para derrocar al régimen autoritario y provocar una alternancia en el gobierno que conduzca a un régimen democrático con características mínimas. Diferencia no hay, pues sigue existiendo una campaña de miedo hacia lo distinto, o sea, una campaña en contra de la democracia.
La campaña del miedo
“Como se sabe, explotar las fibras más sensibles
de un pueblo empobrecido mediante el discurso de la violencia
y de los efectos perversos ha sido siempre un recurso
para los dictadores”.
César Cansino, La campaña del miedo en Política para ciudadanos.
Los medios de comunicación insisten en llamar “Guerra Sucia” a las actuales estrategias electorales que buscan inhibir el voto y que terminan por demostrar el grado de descomposición que existe en la clase política. Me niego a ocupar este término para hablar de este tipo de estrategias, pues el paso del tiempo sólo provocará que este diga todo y nada. Debemos recordar y tener siempre presente el periodo conocido como “Guerra Sucia” que se vivió en nuestros país, donde hubo miles de muertos, desaparecidos y una larga lista de violaciones a los derechos humanos por parte del régimen autoritario priista. Por ello, me referiré a las estrategias que buscan inhibir el voto como “campañas del miedo”.
El tipo de campañas a las que me refiero no son nuevas en nuestro país, ya que se han practicado desde hace décadas. Aunque tenemos que reconocer que con el paso del tiempo sus modalidades y el grado de miedo que intentan generar ha crecido. El objetivo de estas estrategias es que el votante no asista a las urnas teniendo como eje infundir temor hacia un cambio de timón en el poder. Esta es la coincidencia más grande entre el proceso electoral del 2004 y el actual, las campañas del miedo son un hecho.
Aunque el proceso electoral en Oaxaca comenzó en un escenario donde se trataba de dar prioridad a los discursos políticos de cualquier partido, el desarrollo de las campañas y la inexistencia de una ventaja clara entre los oficialistas y los opositores, condujo a que el Estado y el partido oficial mostraran un endurecimiento del discurso y las prácticas gansteriles en este último mes. En efecto, la gran derrota de la coalición opositora “Por la paz y el progreso de Oaxaca” ha sido que no logró despegarse de la coalición oficialista “Por la transformación de Oaxaca” en todo el proceso y sí mantuvo un empate o diferencias mínimas con ella en lo que se refiera a preferencias electorales. Según las últimas encuestas publicadas, la ventaja entre una y otra es apenas de cuatro o seis puntos. Ante esto, se puede decir que los opositores han sido como aquellos boxeadores que se suben al ring sólo a recibir golpes y aguantarlos, esperando que el rival se canse y entonces dar un golpe certero que lo aniquile. Estamos en el round 12 y simplemente el golpeador no se ha cansado y el golpeado sigue al nivel del primero.
El caso del PRI-PVEM es similar, una campaña que simplemente no pudo derrotar a una oposición que nunca fue a la ofensiva y siempre estuvo respondiendo a la serie de señalamientos que se hacían en su contra desde que inicio la campaña. Primero, soportó una andanada de críticas sobre el hecho de que hayan hecho alianza los partidos de la izquierda y la derecha. Después, las duras críticas por otorgar espacios políticos a integrantes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), como es el caso de Flavio Sosa Villavicencio. Actualmente, una campaña donde se ha buscado culpar de toda la violencia que sucede en el estado a Gabino Cué Monteagudo. Pero después de meses, el priismo ha demostrado que tiene muy poco de fajador, pues las encuestas demuestran que los opositores han resistido todo tipo de descalificaciones, golpes bajos. Ante esto, el pronóstico es reservado, no hay nada para nadie, pero es un escenario que se inclina de manera mínima al PRI, pues la “campaña sucia” funciona cuando no hay una ventaja clara para los opositores.
En este proceso electoral se pueden apreciar todas las artimañas para buscar inhibir la participación del llamado voto independiente, aquel que siempre vota de acuerdo a las campañas electorales y personajes y que sólo lo hace en comicios que en verdad marcan la posibilidad de un cambio real en el orden político. Si se revisan los diarios locales, que simplemente no han hecho una cobertura equitativa, se pueden localizar episodios claros no sólo de favoritismo oficial, sino de la intolerancia y generación de odio hacia los opositores.
Los hechos han rebasado cualquier expectativa que se tuviera. Desde un principio se sabía que existiría una campaña de odio hacia los opositores y que los eventos del 2006 daban una serie de ingredientes para manipular la historia ¿Quién violentó a quién? En este sentido, hablar desde el inicio de las campañas de la incitación al odio, la discriminación y dar prioridad al discurso violento, no era una ocurrencia en el vacío, sino la comprobación del cacicazgo político, el régimen autoritario oaxaqueño y que los políticos entienden al gobierno como el creador de la sociedad, por ello esta última no les puede arrebatar el poder, algo que consideran suyo. Por ello, es que actualmente se busca disuadir a los electores de los “peligros” que desataría un relevo en el poder, en términos de estabilidad y continuidad del proyecto de recuperación de la sociedad oaxaqueña después del 2006. Sin embargo esta estrategia no ha sido efectiva, pues los opositores han mantenido una elección cerrada hasta el final de la campaña.
En conclusión, se ha buscado explotar las fibras más sensible de un pueblo empobrecido, con mucha hambre, por medio del discurso de la violencia. Lo que queda por saber el 4 de julio es si la campaña del miedo ha dado resultados en la sociedad oaxaqueña, teniendo como consecuencia la continuidad del régimen autoritario.
Lo que ha faltado en este proceso electoral son cuestiones democráticas y la voluntad de un árbitro electoral para contribuir con la equidad electoral. Sin duda alguna, este el pendientito que tiene el presidente del Instituto Estatal Electoral de Oaxaca con la sociedad oaxaqueña, pues es obvio que no le importa la competencia electoral, sino simplemente que el fondo autoritario no se transforme y la forma aparente una fachada cuasi democrática.
Es muy cierto que no le podemos pedir al infiero que sea cielo y al diablo que sea ángel, la coalición oficialista está acostumbrada al poder, nació en él y para mantenerlo, perderlo le quita toda lógica de existencia. Por ello es un partido incapacitado para reconvertirse en un esquema de partidos competitivos. A más de una década de la alternancia federal sigue operando bajo la vieja lógica de la compra del voto. Por supuesto, si esto sigue existiendo se debe a la incapacidad de los partidos políticos que han alcanzado el poder desde la alternancia electoral del 2000.
Vale la pena señalar que los mismos partidos políticos de oposición han incurrido en prácticas que tanto critican al PRI, como es la compra del voto por programas de asistencia del gobierno federal o al menos, eso ha buscado demostrar el PRI-PVEM. Pero tampoco los podemos acusar de practicar una campaña del miedo, no ha existido. Por ello es que la campaña del miedo, es el último recurso que le queda a un Partido-Estado que se niega a perder el poder, pero que está en crisis desde que inició este sexenio oaxaqueño.
En conclusión, el régimen autoritario oaxaqueño siempre se ha caracterizado por intentar ser democrático en la forma y autoritario en los hechos, teniendo a la intransigencia, abusos de autoridad, represión, censura, prepotencia, intolerancia, golpes bajos, amenaza, imposición, coerción, descalificación moral del adversario, asesinatos selectivos, etcétera, como herramientas para estar en el poder.
Contradecir la historia, salir a votar
Si en verdad la sociedad oaxaqueña decide su propio destino, tiene que salir a votar y demostrar qué es lo que quiere. Es necesario que demuestre si quiere construir desde la ciudadanía una democracia, para ello necesita oxigenar por medio de una alternancia a la sociedad política. Por otra parte, si quiere darle continuidad al proyecto que ha tenido desde hace más de ocho décadas también tiene que demostrarlo de manera contundente.
En el México actual tenemos la existencia de un régimen democrático a nivel nacional, pero también la existencia de regímenes autoritarios que han sobrevivido a lo largo del proceso de transición democrática y en la primera década de democracia real en el país. Hasta el momento, se ha pensado que es cuestión de tiempo para que estos regímenes autoritarios terminen derrumbándose ante la aparición de sectores democráticos. Estoy de acuerdo con esta apuesta, pero también debemos preguntarnos si en verdad estas sociedades quieren cambiar o simplemente ven en los procesos electorales un simple requisito para no tener tensiones con el orden federal y seguir viviendo bajo modelos autoritarios. No creo que esta última aseveración sea real en Oaxaca, pero para que se pueda salir en defensa de la sociedad oaxaqueña, esta debe demostrar que importa más la libertad que las cuestiones materiales y netamente personales. Para ello, las urnas serán todo un referente.
Es necesario contradecir la historia y votar, demostrar que se puede vencer al abstencionismo y que en verdad los oaxaqueños eligen si quieren ser democráticos o autoritarios, más allá de la campaña del miedo y los recursos económicos y materiales que miles de oaxaqueños han recibido en estas campañas. ¿Cuánto vale la libertad?
Nota: Este artículo se publicó en ADNsureste.info el 2 de julio del 2010.
cesar.m.991@gmail.com
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